2012: ELECCIONES Y
PODER EN VENEZUELA
La política y las elecciones no son la misma cosa
aunque a veces se confundan en nuestra miopía heredada. Desde el poder se las
mira cual dos hijas híperquinéticas que corren de un lado a otro como si el
sudor fuera sinónimo de triunfo. Ambas son tan sólo sus instrumentos nobles,
aunque también estén los que hacen el trabajo por otros caminos. El poder ha
sido hasta hoy una necesidad humana, buena o mala, con el cual se puede
construir o destruir. Mientras que la política sueña y las elecciones calculan,
el poder, que nunca duerme, actúa.
A todas éstas, la democracia, que es un sistema de
gobierno, entre otros, se sostiene en algunos principios. Uno de ellos es el de
la controvertida racionalidad del elector que se supone escoge libremente entre
alternativas que se le presentan; otro, es el respeto de todos a la decisión de
la mayoría por minúscula que ésta sea; el tercero, la existencia de
instituciones transparentes y respetables que drenan las diferencias y el conflicto
social latente y que hacen respetar la voluntad del común; otro, que todos los
poderes del Estado, ejecutivo, legislativo, judicial, y en el caso venezolano
el moral y el ciudadano, son neutrales en el sentido de que no utilizan sus
recursos para hacer maniobras a favor de nadie en particular más allá de las
campañas de concientización y la invitación a todos al ejercicio del voto libre
como alta expresión de civilidad; otro, que las fuerzas armadas ocupan su
lugar, es decir que están supeditadas al poder civil, no son deliberantes, y
están al servicio de la Nación
toda, y no a “patria, socialismo y muerte”. Todos esos principios son, en el
caso venezolano, inexistentes.
Y es así, dentro de este marco de referencias, que en
octubre de este año, después de las elecciones primarias de febrero, en las
cuales se escogerá el candidato único de la oposición, tendremos que bregar con
las presidenciales frente a un Chávez, Presidente Comandante Etcétera, que a
pesar de todos los males personales y políticos que lo aquejan, luce fuerte y
no sólo por la corrupción y otros desmanes con los que manipula la realidad
sino porque también y por eso mismo, cuenta con amplios apoyos populares.
Desarrolla desde el poder una campaña agresiva en el gesto y en los hechos; divide,
polariza a la sociedad entre amigos y enemigos; gasta lo que no debe, no tiene y
no es suyo, endeudando a la
Nación mercadeando lealtades y clientela, y dice respetar los
principios democráticos como el del voto que, paradójicamente, no lo ha tratado
mal a pesar de su gestión gubernamental nefasta de trece años.
Por su lado, como si no pasara nada, la oposición
enhebra parsimoniosamente la unidad y la
MUD , ¡ni con el pétalo de una rosa!, para los que estamos
afuera bosteza adormecida en el vicio hipnótico de lo electoral, como si de cantón
suizo se tratara el país o si fuese tan solo oficina de casting electoral.
Discursos, debates, pancartas, asesores, campañas, focus group, vedetismos exquisitos excesivos, todos muy de blue jeans, todo muy cool dentro de un realidad política
nacional cargada más bien de autoritarismo, mentiras, populacherismo y
sumisión. Y creo que no estamos para esos faustos.
Pero ya que hemos aceptado con firmeza y convicción el
reto electoral y que hay un país dividido por la sola voluntad de un hombre, se
requiere de un discurso de fuerza y certidumbre más allá de la fría. pedante y
fuera de lugar exposición de razonamientos que no levantan pasiones. No podemos
darnos el lujo en la oposición de andar como un gallo ciego presentando una
pelea por demostrar que vamos a ser no sé cuántas casas, escuelas, que acabaremos
con la corrupción, pondremos a funcionar los hospitales, enfrentaremos la
violencia, que no vamos a acabar con las misiones, que cambiaremos la historia,
lograremos las utopías, qué sé yo. Todo eso está de anteojitos. No es para
convencer a la oposición que se hace política sino para atraer a los que tienen
dudas, a los indecisos, a los indiferentes, a los resbaladizos ni-ni, a los que
no votan por cansancio o tedio y hasta a los chavistas que ya están hartos de
tanto embuste,
De lo que se trata, sí, es del poder, no de las
elecciones como un fin. Chávez sí sabe lo que está en juego, que no son unos
cargos públicos, y expone de la boca para afuera su respeto por la decisión
popular hasta que, claro, ésta le sea favorable y fiel. Si no es así, imagino, se
inventará algún truco. Mandará a dar un golpe, provocará una invasión, los gringos por ejemplo, se alterará
con algún exceso de soberanía, Colombia, quién sabe. Mandará a los suyos a
desconocer los resultados electorales, dirá en cadena nacional que el Consejo
Nacional Electoral es corrupto o que unos hackers del imperio han intervenido
el sistema de conteo de votos, en fin. Pero entregar el poder por las buenas,
lo que es este humilde servidor, lo pone en duda.
Lo que está en juego es el destino del país: dictadura
o democracia. De lo que se trata es de defender principios, pelear por la
libertad que nos roban, por la democracia que se hunde, por la propiedad
privada que nos invaden, por la ética abierta y respetuosa que defendemos y nos
embarran. Chávez cuenta indecorosamente con todos los recursos. Nosotros con
nuestra inteligencia y voluntad que no están reñidas con la fuerza y el vigor.
El país anda adormecido y es ya tiempo de que arrecien los gallos, antes que se
ponga la noche y se haga tarde.
Leandro Area
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