CHÁVEZ REFUERZA VÍNCULOS CON MILITARES Y OLIGARQUÍA CHAVISTA
The Economist: El ejercicio democrático de la oposición venezolana alarma al PSUV
Nada parece irritar al presidente Hugo Chávez más que la aparición de un posible rival en las filas de la revolución bolivariana. Después de toparse de frente con la mortalidad —que tomó la forma de un tumor canceroso, extirpado por médicos cubanos en junio pasado— su aspiración a la reelección se ha convertido en un asunto medular en la política venezolana: en octubre le disputará un tercer mandato a un candidato opositor en unas elecciones que, según sugieren algunas encuestas, podría perder. En Caracas, la atención había comenzado a centrarse en Nicolás Maduro, el ministro de Relaciones Exteriores, como probable sucesor. Pero Maduro ha salido de foco.
Durante los días de Navidad, Chávez se empeñó en una jugada estratégica con los principales nombres de su gabinete. La “burguesía”, dijo, vio a Maduro —un conductor de autobús y líder sindical— como un potencial sucesor. Pero para el presidente se parece más a un gobernador del estado: ”Es una premonición que tengo”, declaró Chávez. ”Yo lo veo como gobernador de Carabobo”, un estado políticamente importante y cercano a la capital, actualmente dirigido por la oposición. Del mismo modo quedaron al margen de la presidencia el vicepresidente, Elías Jaua, y el ministro del Interior, Tareck El Aissami, quienes, junto con el ministro de Defensa, el general Carlos Mata Figueroa, tratarán de arrebatar a la oposición estados clave en las elecciones generales en diciembre.
El gran ganador en todo este escenario es Diosdado Cabello, exvicepresidente que cayó en desgracia después de fracasar en 2008 mientras aspiraba a un segundo mandato como gobernador de Miranda, un estado que abarca gran parte de la Gran Caracas. Cabello —quien como teniente del ejército tomó parte en un fallido golpe de Estado encabezado por Chávez en 1992— ha sido nombrado primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV, el partido del presidente) y presidente de la Asamblea Nacional (el parlamento). Mientras tanto, Jaua, Maduro y El Aissami son vicepresidentes regionales del partido, y se convierten en sus subordinados. Un aliado de Cabello, Francisco Ameliach, otro exoficial del ejército, ha sido designado como responsable de la organización del PSUV y de la estrategia electoral.
El PSUV, creado en 2007 en un intento de unificar a la izquierda detrás del liderazgo de Chávez, es sobre todo una maquinaria de ganar elecciones. Sus facciones se mantienen unidas por algo más que la lealtad al líder. El mandatario, quien también es presidente del partido, toma todas las decisiones importantes. En las filas de la organización la disidencia no es tolerada. Sin embargo, es posible discernir detrás de una cortina de humo de adulación a Chávez la línea general de las facciones del partido.
Estas se derivan principalmente de las rivalidades individuales. Pero hay una dimensión ideológica también. Considerando que Cabello representa una alianza pragmática entre los intereses del ejército y los del sector de los negocios (“los boliburgueses”, como se les llama), Jaua y otros civiles principales son los socialistas radicales. La posibilidad de que Maduro fuera un potencial sucesor se construyó, al menos parcialmente, sobre la esperanza de que él podría unir a los dos grupos de la misma manera como Chávez lo ha hecho.
No obstante, al poner la maquinaria del partido en manos de Cabello, Chávez ha señalado su confianza en el músculo militar de su gobierno. Los contemporáneos del hoy presidente del parlamento venezolano han ascendido a generales o coroneles mayores del ejército. Nadie, ni siquiera el presidente, entiende la política, las fuerzas armadas, el mundo de los negocios y la forma como interactúan mejor que Cabello, lo cual lo convierte en un aliado imprescindible, pero también en una potencial amenaza para Chávez.
Por esa razón no le permitirán volver a la vicepresidencia, ni tampoco cumplir con la ambición de reemplazar a Rafael Ramírez, ministro de Energía y jefe del monopolio petrolero estatal (PDVSA), con una nómina por su cuenta. Hace un año, Ramírez perdió su puesto como vicepresidente regional del PSUV en medio de escándalos que involucran a la empresa petrolera. Sin embargo, todavía controla la principal fuente de dinero del gobierno.
Con este telón de fondo, Chávez tiene que encontrar alguna manera de recuperar el control de la agenda política. La oposición, ahora más unida que nunca, debe escoger a su candidato presidencial en las elecciones primarias del 12 de febrero. Media docena de candidatos ha emprendido una enérgica campaña, mientras que el presidente se mantiene todavía en convalecencia. Pero lo cierto es que el ejercicio democrático de la oposición dispara las alarmas del PSUV, cuyos candidatos son elegidos por mandato del líder.
Por otra parte, en vez de reemplazar inmediatamente a los ministros expulsados, el presidente les ha dicho que dejarán sus despachos en algún momento durante las próximas semanas. Esto sugiere que está a la espera de los acontecimientos en ambos lados de la valla política. Para un hombre ansioso por proyectar una imagen de fuerza, esta actitud es un indicio de vacilación. Ya Chávez se ha recuperado muchas veces antes. Pero es evidente que ha dejado de ser invulnerable.
The Economist |Traducción: Vanessa Peña |@ElPoliticoWeb
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