jueves, 19 de enero de 2012


EDITORIAL DE EL ESPECTADOR DE COLOMBIA SOBRE GRAL.  RANGEL SILVA

18-1-2012
A pesar de que este personaje tiene todos los méritos para dar cabida a un análisis específico sobre sus recientes declaraciones como funcionario (ha dicho que no permitirá la llegada de la oposición al Gobierno para las elecciones de octubre), preferimos quedarnos con lo que es pertinente de manera exclusiva a nuestro país.
Los correos publicados por la revista Semana no son muy alentadores. Destacan la existencia de una amistad sólida que se construyó con base en fuertes relaciones “diplomáticas” entre Rangel y Timochenko. Hablan, por ejemplo, de una solidaridad incondicional por parte de la guerrilla: “La decisión de no secuestrar en territorio venezolano, y que de llegarse a dar hechos contrarios a ese compromiso estuvieran seguros que no estaban orientados por la dirección”, dice uno de los correos. O también la orden, impartida desde el alto Gobierno, de que pueden trasladarse al territorio venezolano siempre y cuando lo hagan con precaución y con todo el cuidado del caso. O las buenas relaciones con los generales y la instrucción de Chávez para crear sitios de descanso y atención de enfermos en la frontera. Así como la necesidad de establecer una comunicación directa y secreta con el mandatario vecino. Se dice, según Iván Márquez, que por parte del gobierno venezolano existía una identificación con la “lucha guerrillera”, afirmando que es la misma que aquél practica en su revolución bolivariana. Terrible.
El nombramiento de este nuevo ministro, de quien se tienen tan duras sospechas a raíz de los correos, puede verse como una especie de acto hostil por parte del gobierno venezolano. Se sabe que el presidente Santos, con su disposición a dejar espacio para entablar un diálogo con los grupos armados, continúa con un discurso menos guerrerista que el de Uribe, sí, pero también con el de no ceder ante los ataques de la guerrilla. Ahora que muy inteligentemente supo restablecer las relaciones con el vecino país (con prudencia; con símbolos, como el de decir que Chávez era su “nuevo mejor amigo”, y con mucha paciencia), resulta un tanto decepcionante que Hugo Chávez se juegue esta carta para atender a sus asuntos internos.
El presidente Santos guarda silencio. Nada han dicho ni la canciller, ni el ministro de Defensa de su gobierno, en un par de entrevistas que por estos días han dado a los medios. Prudencia total, como manifestó el último en la publicada por este diario el día de ayer. Nos parece una actitud, por ahora, rescatable. Declaraciones dadas a la ligera y de forma apresurada podrían torpedear unas relaciones hechas a pulso y que a nivel económico benefician a ambas naciones.
Pero el silencio no puede ser eterno. ¿Nada tiene que decir Colombia a raíz de esto? No es conveniente ni amistoso tener como ministro de Defensa del vecino país a un hombre que presumiblemente tiene unas relaciones de amistad muy fuertes con el máximo líder de la principal guerrilla del nuestro. Es un tanto contradictorio. Y debe ser motivo de preocupación. Mucho más cuando se sabe de la presencia de guerrillas en el territorio venezolano. Podría haber un retroceso muy grande en materia de seguridad. ¿Qué carta jugará Santos esta vez? La prudencia extrema e indefinida no puede ser el principio base con el que resuelva el problema. Confiamos en que, a la par con la prudencia pública, se esté manejando algún tipo de canal diplomático para acercarse al gobierno venezolano y hablar directamente de este asunto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario