¿Qué busca Ahmadineyad en América Latina?: Conversación con Jon Lee Anderson
Boris Muñoz
7 de enero de 2012
Si la cancillería de la República Islámica de Irán hubiese anunciado la visita del presidente Mahmud Ahmadineyad a los países del Alba con meses de anticipación y una agenda pública alrededor de la cooperación multilateral, éste evento no habría despertado mayor interés. Pero lo hizo de manera sorpresiva y en un momento de turbulencia para Irán, en el cual el propio liderazgo de Ahmadineyad atraviesa una espectacular crisis. No es de extrañar que esto haya generado un gran revuelo y toda clase de rumores. En Teherán se comenta que la abrupta caída del Rial iraní, a raíz del anuncio de nuevas y más drásticas sanciones económicas por parte de Estados Unidos y Europa, llevó al presidente a pedir auxilio a sus pares revolucionarios latinoamericanos. Algunos sectores de Washington aseveran que el mandatario que ha dicho –palabras más, palabras menos- que Israel debería desaparecer de la faz de la tierra, atravesará el mundo para afinar una conspiración antinorteamericana con los déspotas de la región. En una declaración al Washington Post, Ileana Ros, congresista republicana de origen cubano, llamó al viaje de Ahmadineyad “el tour de los tiranos”, atribuyéndole la intención de acercar “la amenaza iraní” al territorio de la Unión.
El New York Times destacó que la lista de países que no visitará Ahmedijad –Brasil, Colombia y Argentina, entre otros– indica que éstos quieren mantener una distancia prudente de la nación Persa y evitan enojar a Washington. Algunos voceros de la oposición venezolana han criticado severamente al visitante.
Salvo sus interlocutores directos, nadie puede saber con exactitud qué va a buscar ese hombre diminuto con ojos de pasa, de apariencia austera y carácter populista, en América Latina. Pensándolo bien, en lugar de sacar conclusiones, el ejercicio más productivo es hacer conjeturas a partir de los pocos datos disponibles, filtrados por alguien que conoce al líder y el país de primera mano. Jon Lee Anderson es uno de los pocos periodistas occidentales que lo ha entrevistado y tal vez el último que lo hizo a fondo desde que el régimen iraní cerrara sus puertas después de la llamada primavera verde, en 2009. En una crónica de Anderson realizada en Teherán en 2010 para la revista The New Yorker, un diplomático europeo describió a Ahmedinajad como alguien a quien un burócrata haría esperar media hora en la antesala de su oficina, con el único objetivo de ponerlo en su lugar. En contraste con esta caracterización de una persona insignificante, Anderson lo presenta como un hombre que sabe que su país está lleno de gente como él, un político diestro en hablarle al pueblo, muy al estilo de su contraparte venezolano, Hugo Chávez. La comparación no es casual ni improvisada, pues Chávez es otro mandatario a quién Anderson conoce de vista, trato y relación. Todo esto lo coloca en la peculiar posición de poder ver la visita de Ahmadineyad a América Latina a través del cristal de las experiencias propias.
-Has estado varias veces en Irán y entrevistaste a Mahmud Ahmadineyad hace año y medio. ¿Qué impresión te causó?
-Al estar con él, uno siente que está ahí para tí; es decir, es muy atento, muy inmediato. Tiene sentido de humor, es socarrón, y le gusta mucho la polémica, ya sea como debate de ideas o como esgrima ideológica. Esto es bastante inusual en un líder político, en mi experiencia. Es un fanático convencidísimo de que sus ideas son nobles y las más correctas, pero en ese aspecto es más místico militante que sectario, a mi juicio. Es decir: quiere convencerte y convertirte pero no aniquilarte; no te odia si lo increpas o le llevas la contraria –más bien le provocas pena y condescendencia. En ese sentido es algo naif, claro; es que realmente piensa que te puede convencer de la justeza de sus ideas, por más descabelladas que pueden parecer para alguien que viene del “mundo de la información libre” de Europa o las Américas –como, por ejemplo, arrojar dudas sobre el Holocausto, algo que le gusta hacer mucho. Da la impresión de ser un hombre que ha sido formado dentro del paraguas intelectual de la revolución islámica en Irán de los últimos treinta años –con todas sus limitaciones e insularidad– y de hecho, lo ha sido. Es una especie de George W. Bush iraní, para darle más contexto, en el sentido de que antes de ser presidente, apenas había viajado fuera de su país. (Quizás él, de origen humilde, tuviera más excusas de no hacerlo que el millonario de Bush; en todo caso demuestra una falta de curiosidad intelectual en lo que rodea a su país y su cultura.) A pesar de todo esto, no cae mal en persona; es afable, no es repelente, si bien algunas de sus ideas lo son. Me sentí en realidad como estar con un cándido iluminado, con el atenuante de que es un cándido muy zorro.
-Basta un vistazo veloz a las primeras páginas de los diarios del mundo para saber que Irán está en problemas: tensiones con Estados Unidos e Israel, nuevas sanciones internacionales, desplome de la moneda, descontento social y político. ¿Qué busca Ahmadineyad en América Latina en un momento en que la situación de su país es tan compleja?
-Si hay algo que comparte la Venezuela bolivariana y el Irán de Ahmadineyad es una sensación, en los fueros oficiales, de sentirse hermanados por lazos internacionalistas y revolucionarios. La prédica de un mundo multipolar que sostiene Chávez desde hace más de 10 años ha encontrado resonancia y sentimientos cálidos en Mahmud Ahmadineyad, así como en otros líderes del mundo. Los une el favor de consagrarse a una nueva hermandad antiimperialista a nivel global que le planta la cara a los poderes tradicionales del norte, y, sobre todo, a Estados Unidos. Por otro lado, hay muchísimas diferencias entre ambos países, pero también algunas similitudes. Ambos son lo que podría calificarse como potencias de segundo mundo. Si bien parte de la ciudadanía en Venezuela e Irán están dentro del llamado tercer mundo, gracias a sus riquezas petrolíferas ambas naciones cuentan con infraestructura, instalaciones industriales y de comercio que las vuelven potencias regionales de segundo mundo. Son naciones que buscan trabar lazos que no son ni obvios ni tradicionales para establecer núcleos que le dan más potestad en términos económicos y políticos. Esos lazos, según creen estos líderes, los pueden librar del mercado monopolizado por el dólar, la libra y el euro. Claro, se puede añadir muchos matices a estas aseveraciones gruesas, pero por ahí van los tiros. Hay, por otra parte, un elemento común en los liderazgos de ambos países: los vincula una especie de insularidad que, por un lado, los lleva a buscar enfrentamientos y, por el otro, los hace sentir asediados. Claro, ese aislamiento es menor en Venezuela que en Irán. El proceso liderado por Chávez es muy singular y está muy imbuido de su personalidad. Si a eso unimos la seria carencia de pluralidad democrática que suele expresarse en un nutrido debate multipartidista, podemos apreciar cierto nivel de aislamiento. Si nos ponemos a ver, por ahí viene la cosa. Hoy es el mandatario de Irán quien busca que le alcen la mano y ser visto con otros líderes. No viceversa: Chávez no ha estado bien de salud y no le es tan fácil viajar. Sin embargo, ésta relación es producto de la gesta casi maratónica de Chávez en la primera década de su mandato, cuando recorrió muchos países del mundo tratando de establecer puntos de interés común y alianzas. El hecho que Irán y Venezuela sean países importantes en el campo petrolero hace que tengan un fuerte interés común. Y ahora vuelvo a la pregunta principal: ¿por qué Ahmadineyad va a América Latina? Sabemos que ha habido un despliegue público en torno a acuerdos de cooperación, pero lo que parece más claro es que a Ahmadineyad le conviene lucirse en el ruedo internacional. Él sale muy poco de Irán, a no ser por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, donde le gusta brillar con su discurso anual. Latinoamérica es una de las regiones que más ha visitado. Creo que Irán siente que en América Latina es un lugar donde tiene cabida y puede competir. Es un continente lleno de recursos y con regímenes que ya no son marionetas de Washington, sino con vetas y matices de políticas nuevas, contestatarias, e incluso de espíritu independentista en la mera sombra de Estados Unidos.
-De acuerdo con el Washington Post, Ahmadineyad busca muchas cosas, desde alivio económico hasta un profundizar la penetración de Hezbolah en América Latina.
-No lo sé. No es para desestimar a los iraníes ni de lo que son capaces de hacer, pero lo que yo veo es mimetismo estratégico y no tanto un gran complot nefasto para crear un inmensa red de Hezbolah, como una suerte de nación extraterritorial de espías durmientes que, un buen día, responderán al llamado del almuecín y saldrán de la Ciudad del Este y todos los tugurios turcos a degollar a los cristianos…. No. Por favor…! Por otra parte, también Estados Unidos tiene unos bancos de desarrollo, como el banco de cooperación de Venezuela con Irán. ¿No será como dice una de las fuentes del artículo del Washington Post un punto de penetración del Imperio en América Latina? Ni hablar del Banco Mundial, el Fondo Monetario y otras tantas maneras que tenemos de sobornar a los nativos. Si los iraníes están haciendo tal cosa es solo un reflejo de lo que ya hacen las potencias tradicionales. ¿Y que hay miembros de la Guardia Revolucionarias?¿y qué? ¿Debe sorprendernos eso, si Irán es en gran parte, en su base política, un estado policial? Acaso, ¿no todas las embajadas grandes tienen sus espías y /o asesores militares — sobre todo si hay negocios de por medio? Con estos ejemplos algo provocadores quiero hacer ver lo siguiente: quiéranlo o no, los gobiernos en Irán y Venezuela, ambos a su manera, así como de otros países, buscan también hacer lo que han hecho siempre los “chicos grandes” de toda la vida, y ante la relativa falta de contención en este nuevo mundo post Guerra Fría –pero también pos-desastre occidental en Irak y Afganistán y en franco declive económico– hay campo para maniobrar. Entonces, los que tienen ambición de maniobrar lo están haciendo, alentados quizás por las actitudes y movimientos de la más ambiciosa nueva potencia –China. La cosa es mucho más compleja que ‘lo que busca Irán en Venezuela’, lo estamos viendo en todo el mundo. Que busca China en Sudán, Zimbaue o el Congo; Irán en Siria o Irak, Turquía y Qatar en Libia, y Paquistán en Afganistán? La piecitas se mueven por todos lados sin que las grandes potencias de antaño los puedan impedir.
-Hay que repasar puntos importantes de la visita. El tema petrolero es clave para ambos países y la región. Irán produce 4% del petróleo mundial. El petróleo sale por el estrecho de Ormuz y es vital para su economía. Ahora mismo las nuevas sanciones harán más difícil el comercio petrolero. En ese contexto, se asume en la prensa internacional que Ahmadineyad va a Venezuela para buscar una vía para aliviar la situación económica de su país.
-En principio, no hace falta ir a Caracas para venderle más petróleo iraní a China o la India, pero es posible que algo tenga pensado porque en el pasado Chávez y el ALBA han buscado vías de excluir al mercado estadounidense. En algún momento se habló de construir un oleoducto para sacar el petróleo venezolano por el Pacífico colombiano para suministrarle petróleo a los chinos. De modo que posiblemente sea algo así, algún proyecto que beneficia a ambos en común en ese aspecto, pero no me consta. Ahora bien, los iraníes son muy opacos. Encontrar la clave del viaje de Ahmadineyad a América Latina no es fácil. Sin embargo, se puede especular que una serie de contactos e intereses gestionados en esta visita a América Latina, podrían ayudar a Irán a sobrevivir las sanciones. Que se yo: Chávez, si quisiera, podría ayudar un Irán bajo endurecidas sanciones con algunas triangulaciones financieras; he escuchado algunos analistas mencionando tales posibilidades. Dudo que eso sería suficiente para contrarrestar el daño hecho por las sanciones, pero quien sabe, quizás todo ayuda, por pequeña que sea, es bienvenida en estas circunstancias.
-Hay otro dato interesante. La visita llevará a Ahmadineyad a Venezuela, Nicaragua, Cuba y Ecuador. Sin embargo, Brasil, que es el socio con el que mantiene mayor intercambio económico no está en la visita. Esa es otra incógnita. ¿Cómo ves tú que Brasil no esté en la agenda de esta gira?
-Como bien sabes, hay cierta competencia entre el modelo brasilero y el modelo venezolano. No tengo razones para pensar que Dilma Rousseff cambiará demasiado la política de Lula, su predecesor, hacia Irán. No lo sé. Pero lo que es evidente es que está visita será a los países de la órbita del Alba. Viendo el panorama es una oportunidad para que Chávez demuestre su solidaridad con un mandatario “revolucionario” al otro lado del mundo y un país que está en las portadas de todo el mundo, debido a un conflicto inminente con los poderes tradicionales. Los demás conflictos pueden llevar hasta una guerra regional, pero no necesariamente con los poderes de occidente. Irán, en cambio, sí. Es el país con probabilidades más altas de ser atacado por una alianza occidental encabezada por Estados Unidos. Ante el riesgo inminente de un gran conflicto, se presenta esta oportunidad de que este grupo de líderes ratifiquen sus posiciones independientes y revolucionarias, y su oposición a las maniobras de Estados Unidos en el golfo pérsico. Seguramente recalcarán el derecho de Irán a buscar energía nuclear pacífica y su convicción de que la agresividad de occidente está impulsada por el hambre por el petróleo de estos países, como ha sido siempre.
Sanciones y sociedad civil
-Tu has estado en varios países sancionados, como Cuba, Irak, y el mismo Irán. ¿Para qué sirven las sanciones?
-Irán ha estado bajo sanción desde hace décadas, aunque eran casi unilaterales –es decir, por parte de Estados Unidos. Esto es un recrudecimiento porque incluye a Europa y algunos países de la región que son enemigos de Irán. Todo indica que hay peligro de un conflicto regional. Hay gran recelo y hostilidad por parte de los Emiratos Árabes y Arabia Saudita en torno a la militarización iraní y en medio a la disputa del golfo. Irán quiere dominar el golfo por donde se mueve un porcentaje altísimo de los recursos energéticos del mundo. Eso no lo van a permitir los países de la región que son sobre todo sunitas y rivales viscerales de los persas, quienes son shiitas, antiguos rivales musulmanes. Esta situación trasciende incluso el tema nuclear o la actitud envalentonada de Irán con Israel. En general, yo diría que estamos al final de lo que las sanciones pueden lograr. Y en el caso de Irán las sanciones no han ayudado a cambiar el régimen, así como tampoco lo han hecho en Cuba. En todo caso, las sanciones han servido para afianzar todavía más a los gobiernos de esos países, igual que sucedió con Sadam Hussein. De modo que el efecto es contraproducente. Hussein estuvo bajo sanciones 12 años, después de haber pasado por dos guerras. Dos o tres años antes de la invasión de 2003, visité varias veces Irak. Había muchos contrabandistas y una nomenclatura favorecida por el régimen que lograban enriquecerse burlando el cerco de las sanciones para traer al país lo que hacía falta. La ONU no tenía suficientes inspectores para inspeccionar ni uno por ciento de los camiones que entraban en colas de hasta 20 kilómetros por la frontera con Turquía. Las sanciones eran un chiste. Y lo mismo ha sido en Cuba. Las sanciones le hacen la vida a la gente mucho más difícil, mientras le facilita al líder la tarea de increpar a los países sancionadores y crear un ambiente de hostilidad, xenofobia y paranoia. Además de eso, la población de por sí asediada se vuelve más frágil aumentando incluso su dependencia del régimen, porque los comerciantes solo pueden operar con el visto bueno de éste. En consecuencia, los que manejan el comercio en esa situación siguen enriqueciéndose mientras que los operadores del régimen sancionado van a querer su tajada. Se puede entender filosóficamente como las sanciones fueron concebidas, pero si se mira la realidad de los últimos 50 años, hay que decir que las sanciones representan la negligencia de la política exterior. Ese es el camino que toman los países fuertes cuando no quieren invertir en una política exterior más robusta y quizás más desafiante para ellos mismos, lo que incluye la guerra.
-¿Qué efectos puedes prever de las sanciones para la población civil de Irán, un país que hace poco más de dos años tuvo un levantamiento popular, la llamada primavera verde, tras la muy discutida victoria de Ahmadineyad en las elecciones presidenciales de 2009?
-Mi instinto dice que lo más probable es que se endurezca la represión interna, porque cuando un régimen se siente inseguro, vela por sus intereses donde puede. Y donde más puede es en casa. Allí ya sabe quiénes son sus opositores. El gobierno está casi seguro que esos opositores fueron fomentados desde un exterior y que buscan su perdición. Cuando entrevisté a Ahmadineyad, me dijo–y no tengo dudas de que lo creía en sus entrañas– que toda la primavera verde había sido maquinada por George Soros, Gene Sharp, Michael Ledeen y unos cuantos más. A mí, su visión me parecía sacada de Los protocolos de los sabios de Sion, una teoría de la conspiración total. Pero hay elementos que dan pie a creer en un complot exterior en el sentido de que ciertamente desde Occidente se alentaron, en alguna medida, las protestas. Por eso, creen que las protestas eran un como caballo de Troya de Occidente. De modo que yo creo que la tendencia será a reprimir más.
-El cuadro general para el pueblo y la sociedad general no es positivo. A partir del mes que viene, por ejemplo, los iraníes no podrán usar el World Wide Web, sino que tendrán que buscar su información a través de un sistema chino de intranet.
-Es el mismo sistema que hay en Cuba y en muchos otros regímenes cerrados. Eso sí que es trágico. Si bien no es una consecuencia directa, que cierren el Internet es un eco de lo que acabo de mencionar: ante las sanciones, el país se vuelve más insular, los guardianes del régimen y la institucionalidad se vuelven más xenófobos. Tienen que cimentar sus logros. En su imaginario, el gran logro es haber puesto de nuevo el estado de seguridad y la influencia de los clérigos en primer lugar y la visión de un Irán reformista y atenuado en la gaveta. Los líderes de la oposición que en algún momento pertenecieron al sistema, están ahora detenidos de facto en arresto domiciliario. Nadie puede marchar porque sabe que lo espera la violencia o algo peor. Es decir, hay una coacción inerme. Ese es el estado actual de Irán. Para los reformistas, lo veo color de hormiga. Con las sanciones, van a acusar de sospechoso y poner en la mira a cualquiera que tenga lazos con Occidente, sea periodista o diplomático. De hecho, ya ha ocurrido con el personal de la embajada británica.
-¿Crees que las sanciones terminan siendo un impuesto más duro para el pueblo que para los gobiernos de los países sancionados?
-Si. Digamos que soy el mandatario de un país. El mundo me sanciona. Ante la amonestación, ¿qué hago? ¿Admito que estoy errado? O me afinco en lo mío y le doy la cara a mis súbditos diciéndoles, “mira, esos son nuestros enemigos, yo te represento ante los chupasangre, los chupapetróleo de siempre, mientras tú y yo somos de la misma carne; ellos son los malos”? Claro, esa es la cara sonriente. Si quieren la cara mala, podemos ponernos como Sadam Hussein.
-¿A quién favorecen las sanciones?
-A ciertos empresarios, a traficantes y contrabandistas, a redes delincuenciales que, en buena medida, son los pilares de los gobiernos cerrados, porque ya funcionan integradas a las redes de inteligencia y seguridad de los Estados, así como de los amigos de éstos que fungen como los operarios del comercio y la vida económica. Esto se puede ver en el caso de regímenes cerrados que se han abierto a la globalización y que se caracterizan por la explosión de una plétora de mafias que medran de las mismas arcas del Estado. Es lo que se ve en Rusia con la alianza de antigua KGB, actual FCB, y los oligarcas. Ese modelo es básicamente igual en muchos lugares, de Rusia a China, de Vietnam a Birmania, si bien tiene atenuantes culturales.
-Venezuela no dista de ese modelo, aunque todavía tenga una economía semi abierta o semi cerrada, según se vea.
-Venezuela quizás sea una excepción, pero Irán no lo es. Sin embargo, Venezuela parte de un precepto ideológico parecido: desarraigar a los oligarcas del antiguo régimen y reemplazarlos por una nueva clase económica. En Irán sucedió justo eso con el eclipse del Sha. Desarraigaron y desterraron a los antiguos oligarcas, se adueñaron de sus propiedades y crearon una nueva clase paraestatal controlada por clérigos y sus amigos. En Venezuela comienza a ocurrir.
-Lo que entiendo de esto es que las sanciones le sirven en la mesa al gobierno todas las excusas para cerrarse y volverse más autoritarios, a través de la retórica del enemigo. Hablemos de Ahmadineyad, un producto muy claro de la revolución de los Ayatolas de 1979 y el hombre que llegó a cerrar lo que había empezado a abrir Muhamad Jatami a fines de los años 90.
-Lo que quiso abrir Jatami es justamente lo que se ha cerrado con la represión de las últimas elecciones y la neutralización de Mousavi y otros líderes de oposición que alegan haber ganado las elecciones de 2009. Ellos eran, en efecto, los sucesores de Jatami. Lo que hizo la represión de 2009 fue cerrar el periodo iniciado por Jatami en 1997 o quizás por Rafsanyaní unos años antes. Por cierto que el pasado 2 de enero arrestaron a la hija de Rafsanjani, presidente entre 1989 y 1997, lo que equivale a encarcelar a Chelsea Clinton. Es un golpe contra quien fue el principal pivote del reformismo en Irán, si bien muchos lo tildan de millonario, amigo de oligarcas y corrupto. Fue él quien abrió al país al mercado, después del cierre total con el ayatola Jomeini, y quien dio paso al reformismo debilucho de Jatami, quien, a su vez, dio paso a este periodo de oscurantismo que, paradójicamente, está terminando en una pugna abierta entre Ahmedinajad y el líder supremo, Alí Al-Khameney. Khameney está demostrando que, al final del día, son él y los clérigos –un ala muy conservadora, paranoica, ideológica y xenófoba de la sociedad iraní- los que mandan en Irán, con el apoyo de la Guardia Revolucionaria y un sin fin de basij –vigilantes paramilitares dispuestos a todo y que dependen económicamente del régimen. Esos basij son dirigidos desde los tiempos de Komeini por la Guardia Revolucionaria que, al mismo tiempo, está bajo el mando del líder supremo. Se podría decir que Irán vivió una divagación de casi 15 años. Ahora se cierra un círculo en el cual se ve al régimen de manera más descarnada. Desde el punto de vista occidental, quizás venga a cuento la analogía usada por el Ché Guevara: “Hay que desenmascarar al enemigo para mostrar a la bestia con garras y dientes”. El equivalente sería: hay que desenmascarar a los falsos demócratas para mostrar la bestia que hay en el interior. Esa es la intención de Occidente con las sanciones. Si bien es cierto que Ahmadineyad es visto como un loco, también lo es que representa una suerte de reformismo, así sea dentro del sector conservador. Lo que queda después de Ahmadineyad son los esbirros, los basij y los clérigos, con tipos en refugios y cuevas secretas intentando construir una bomba nuclear. Eso es lo que quiere demostrar Occidente, antes de decir que el único camino que queda es bombardear.
-¿Crees que Ahmedinajad quisiera evitar ese desenlace?
-Creo que sí. Fíjate lo que ha pasado desde que yo lo vi en 2010. A los seis meses detuvieron a su vicepresidente, quien además es su cuñado, acusándolo de hablar con duendes, algo que parece sacado del siglo XVI o de las leyendas de las brujas de Salem.
-Esto es importante porque deja ver que aunque Ahmadineyad es el presidente, en realidad también es una figura detrás de la cual está el verdadero poder.
-Una figura que sigue teniendo cierta potestad y poder. Khamenei puede maquinar reemplazarlo pero no será fácil, porque, a pesar de todo, hasta cierto punto, en Irán hay un juego democrático, al menos de sectores. Y eso es lo curioso. Dentro de ese mundo tan hermético y aparentemente retorcido que es el iraní, hay una pujanza y una competitividad entre sectores que, a juicio de ellos, es democrática. Por supuesto, con la gran salvedad de que hay un tipo de barba que puede decidir lo que quiera, porque representa el poder divino.
-El poder divino encarnado por el líder supremo termina por determinar la vida del país entero.
-Creo que Ahmadineyad esperaba que Occidente le mostrara un poco de respeto y que, por ejemplo, Obama le devolviera alguno de los diferentes gestos de acercamiento que tuvo no solo al darme la entrevista a mí, sino en muchas otras oportunidades, como en su visita anual a las Naciones Unidas. Tal vez esto lo habría ayudado ante los sectores más conservadores, pero eso era algo que quizás ponía nervioso al líder supremo, quien quería controlar el proceso. Pensaba que quizás Estados Unidos terminaría por hacerle a Ahmadineyad una jugada o seducirlo. Cabe especular que llegado a un punto cerca de la negociación Kahmeney lo vio poco conveniente. Si se sentaban a negociar con Estados Unidos, ¿después qué? Sabían que el gobierno de Estados Unidos empezaría a pedir concesiones políticas. Para un régimen como el de Irán, si das un centímetro de concesiones políticas, estás acabado.
-Dijiste en algún momento que entre Venezuela e Irán semejanzas, sobre todo en el campo ideológico y de la insularidad. ¿Forma parte esa lógica del juego que plantea el presidente Chávez en Venezuela?
-La batalla es ideológicamente parecida, pues ambos países han adoptado un papel contestatario ante el visible imperio para así ganar su credibilidad en la calle y, en buena medida, sus apoyos internacionales. Pero Chávez tiene mucha más flexibilidad y la ha aprovechado para mantener la confrontación con Washington a un nivel retórico, aunque ha llegado muy cerca de la provocación pronunciando palabras muy fuertes. Sin embargo, son formas distintas, porque hay una gran diferencia entre invitar a los rusos a hacer maniobras en las costas venezolanas y decirle a los estadounidenses que no se atrevan a pasar con sus barcos por el estrecho de Ormuz, como hizo el jefe de las fuerzas navales iraníes la semana pasada. ¿No? Culturalmente Chávez es más afín a un discurso occidental, tiene interlocutores, siempre los ha tenido. Cierto que esa interlocución no es buena, en parte porque él lo ha buscado por voluntad propia, trazando una línea en la arena con Washington. Chávez ha hecho esto una y otra vez, a la vez que se ha propuesto reafirmar una venezolanidad y una soberanía que, si se mira con una lupa histórica, es algo que tiene cierta lógica, si bien es extemporáneo. Irán también sigue esta lógica: su ira contra Occidente es un poco fuera de tiempo.
En nombre de la justicia histórica
-¿Por qué crees que sea extemporánea? ¿Puede ser la reivindicación histórica una coartada para otros fines políticos?
¿Tuvo el Shá de Irán relaciones parasitarias y pecuniarias con Estados Unidos y sus corporaciones a la misma vez que se enriquecía y reprimía su pueblo? Si, por supuesto, pero mira lo que ha hecho la revolución Islámica! Mucho de esta ira está deliberadamente confeccionada para mantener el país y su gente en un estado de histeria colectiva y en pie de guerra y justificar la continuación de la dictadura clerical. Tienen suelo fértil para abonar, porque el orgullo nacional persa es muy exacerbado. Es que todavía en épocas de Monroe, o sea, muy recientemente en términos de la historia de Irán, los persas tenían un gran imperio que gradualmente, por efectos del juego de los otros poderes grandes de la época se vio reducido a lo que es hoy, una nación relativamente pequeña en comparación a lo que era antes. Estamos frente a un fenómeno de tipo Gran Serbia en términos de la psicología de los persas que los lleva a intentar reivindicar parte de la grandeza del pasado. Hay resonancias obvias –y también obvias diferencias– con la visión que ostenta Chávez para América Latina, en que invoca a Bolívar, quien tuvo un sueño para unir a América Latina. Chávez es visto por sus seguidores como el almuecín de ese sueño y el sucesor del hombre que una vez soñó con unos Estados Unidos de América del sur. En esta visión, durante el gran paréntesis todo ha sido paupérrimo, un vacío que ha sido llenado por un Estados Unidos matón y explotador. Tal vez sea cierto que para América Latina hubiese sido mejor ser una especie de Estados Unidos por derecho propio. Pero en ese interín se crearon las fronteras y los nacionalismos que definen hoy a la región. De todos modos, Chávez juega con ese ideal.
-¿Crees que el sueño bolivariano es otro punto de contacto?
-Ese es uno de los grandes puntos en común de las ideologías ya institucionalizadas y “revolucionarias” de ambos países. Sus líderes piensan que están reivindicando una soberanía agredida y una dignidad ultrajada. Ahí se puede rastrear los procesos que vemos en el presente y entender algo de países que han tenido elementos históricos en común. Que un tarado como el precandidato republicano Rick Santorum logre hacerse del micrófono del mundo para decir que si él llega a ser presidente bombardeará Irán, naturalmente despierta recelo. Imagínate como se sentiría un estadounidense si el candidato iraní dijera que va a bombardear Estados Unidos. Eso tiene que lastimar el orgullo patrio. De ahí que hayan surgido líderes que operan sobre la base de una dignidad ofendida, como Chávez, Ahmedinajad y hasta Mugabe. Ni hablar de Fidel y Raúl. Todos ellos expresan ese sentir. Algunos lo expresan bastante mal y otros un poco mejor.
-¿Persuadirán las sanciones a Irán de abandonar el programa nuclear?
-Creo que los incentivará a continuar. A estas alturas, después de haber invertido recursos económicos, tiempo, dignidad, es difícil que abandonen el programa. Los persas son tan autosuficientes en su insularidad que piensan que en cualquier regateo o negociación con Occidente, saldrán ganando. Y ese es el gran riesgo que ellos corren, pero quizás para ellos vale la pena. Corea del Norte tiene quizás 16 cabezas nucleares y todo el mundo la trata con cuidado no sea que se ofenda y tire las bombas. Lo mismo Paquistán, país que en otra circunstancia habría sido borrado del mapa y que gracias a las cien bombas que tiene nadie se atreve a invadir. Es por eso que Irán quiere la bomba. ¿No la van a querer, si es la garantía de que nunca los van a invadir? Tal vez los iraníes jueguen el juego de Israel, que siempre ha negado tener la bomba pero todo el mundo sabe que la tiene. Ahmadineyad me aseguraba que Irán no necesitaba una bomba nuclear. “¿Para qué?”, me dijo. “No la vamos a buscar. ¿Te imaginas que pasaría si después se descubre que la tenemos? Significaría que he mentido”. Bueno, sí, diría que ha mentido. Todos han mentido para tenerla. Ahora se les presenta a los iraníes la excusa perfecta. Pueden decir que sus planes eran pacíficos hasta que escucharon a Rick Santorum y otros políticos norteamericanos decir que si fuera presidente los bombardearía. Ante esa posibilidad, tuvieron que crear la bomba porque naturalmente tendrían que defender su patria de tanta belicosidad.
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