Cesar Miguel Rondón
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Doce años atrás tuvimos un día importantísimo, un día histórico. Recordemos, una multitud, que se llegó a calcular inclusive en más de un millón de manifestantes, cubrió la autopista y en cierto momento del día se desvió al Palacio de Miraflores; y ya sabemos todo lo que ocurrió durante ese largo día, al final no teníamos Presidente de la República y por tres días la Revolución Bolivariana se vio en dificultades, perdió el poder.
Doce años después estamos en las mismas, discutiendo. Somos un país que ha perdido doce años; en rigor ha perdido quince años. Caminando como si estuviésemos en un sin fin, sin poder avanzar ni un centímetro si quiera. Doce años después, el día empieza por donde terminó el anterior: 11 de abril y empieza en Miraflores.
En la madrugada todavía estaban allí reunidos, gobierno y oposición, o por lo menos la oposición que está reunida en la Mesa de la Unidad Democrática. Pasada la una, le tocaba el turno para hablar a Henrique Capriles, quien era por supuesto el orador más esperado por todos. Y cuando digo todos estoy incluyendo también, evidentemente, a los del sector Madurista.
Nicolás Maduro comenzó el diálogo o el debate puntualmente a las 8 de la noche, y ya empezó mal, porque de manera abusiva habló cerca de 1 hora, en una serie de reflexiones un tanto huecas, un tanto descoordinadas, inconexas. Después le dió el paso a Ramón Guillermo Aveledo, como primer orador por parte de la MUD, quien planteó lo que podría ser la agenda de esa serie de reuniones que comenzaron ayer. A partir de ese momento empezó propiamente el debate.
Mientras el sector opositor lucía preparado -la intervención la repartieron entre todos, cada orador abordó un tema específico- en el lado del Gobierno todo sonaba improvisado. De manera que en los tuits, en las redes sociales, como si fuese una pelea de boxeo, repartían puntos o los quitaban según pasaban las intervenciones. Pero más allá de este elemento anecdótico, sin duda, lo fundamental está en que mientras la oposición fue a señalar problemas puntuales a resolver, el gobierno se empeñó en un regodeo sobre el pasado. No sólo el pasado de doce años atrás, sino, inclusive, el pasado mucho mucho más lejano. Eso les hizo perder contundencia, amén de lo ya señalado, fueron intervenciones sin mayor preparación, inconexas, y chapaleando siempre sobre el mismo charco.
Vale la pena mencionar por el lado opositor la brillante intervención del Secretario General de Acción Democrática, Henry Ramos Allup, quien con un desparpajo digno de un veterano en lides parlamentarias, puso en su sitio no solo al mismísimo vicepresidente, sino sobre todo al Presidente de la Asamblea Nacional, al Capitan Cabello. En una frase lapidaria le dijo: “Diosdado, yo no estoy en la Asamblea Nacional y no soy tu subalterno, así que cálmate.” Otra intevención brillante, la de Roberto Enríquez, de Copei, a propósito de la fractura constitucional que está padeciendo el país bajo la revolución. Rafael Ramírez, por el lado gubernamental, defendió la economía y Omar Barboza se encargó, papeles por delante, de desbaratarle todos los argumentos. He de mencionar también por el lado gubernamental a Aristóbulo Istúriz, quien hizo una intervención francamente camorrera, un hombre que fue a pelear, a enfrentarse con todos los que estaban allí.
Y, por supuesto, en lado opositor la intervención de Henrique Capriles, que quedó para el final. Capriles en ningún momento le dijo Presidente Maduro, ni siquiera le dijo presidente, ni tampoco le dijo Maduro, todo el tiempo lo trato de Nicolás tú. Y arrancó por el tema de la legitimidad precisamente de Nicolás Maduro. Recordó los sucesos, todo lo que se conversó el 14 de abril y sentenció: “Tú estás allí, Nicolás, porque ustedes controlan absolutamente todos los poderes”. Fue una intervención dura, una intervención muy directa. Y siento que todos los opositores, con Capriles a la cabeza, pusieron, como se dice coloquialmente, los puntos sobre las íes. No así en el lado gubernamental.
Al final, luego de que se retiraron varios de los oficialistas inscritos, cerró el debate Jorge Rodríguez, en el que quizá sería el discurso más lamentable de la noche, más lamentable, inclusive, que el de Didalco Bolívar. Y digo lamentable porque fue inconexo, un discurso para agredir, agredir puntualmente a personas. Y remató de una manera un poco rara, porque su remate fue decirle a Andrés Velásquez, “Andrés, tú me caes mal”.
Al cierre, Nicolás Maduro vuelve a tomar la palabra, y la toma de manera larga para decir: “Esto es un gobierno obrero (…) Porque aquí más nunca va a gobernar la burguesía” Y, haciéndose eco del Tupamaro José Pinto -quien pidió nada menos que el premio Nobel de la Paz para Maduro-, afirmó: “Hay que dejar de satanizar a los colectivos, los colectivos son buenos”.
¿Qué nos queda de conclusión? La violencia, lamentablemente, seguirá. No se nos olvide que en esas palabras de cierre, sumado a todo lo anterior, Maduro también afirmó tajante que “ya estaba una insurrección armada en marcha”.
¿Se dará la reunión del martes? Veremos. Si se da, ojalá allí se toquen dos temas, a los que se les pasó por encima, y ese fue un hueco importante: no se habló de la presencia cubana en nuestra Fuerza Armada y en todo el país, y tampoco se habló de las torturas, vejaciones y humillaciones que han recibido los estudiantes.
El 11 de abril del 2014 empezó raro, pero empezó en Miraflores.
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