domingo, 27 de abril de 2014

Venezuela y sus perspectivas para 2014: ¡Estamos Peor! 

Leonardo V. Vera

 

El FMI acaba de advertir en su tradicional informe de “Perspectivas Económicas Globales” que América Latina experimentará un crecimiento éste año cercano al 2,5 por ciento, corrigiendo de ese modo a la baja la estimación que hacía en enero (de 2,9 por ciento). Tomando en cuenta que la región creció 2,6 por ciento el pasado año y 3,1 por ciento en el año 2012, bien podría afirmarse entonces que estamos frente a un proceso de gradual desaceleración, muy lejos aún de contexto recesivo que vimos en el año 2009 como consecuencia de la crisis financiera global. La excepción es Venezuela, cuya economía, según el FMI, experimentaría una caída en la producción de 0,5 por ciento. Lo curioso es que Venezuela entra en una recesión de longitud incierta sin que haya experimentado un choque externo que presumiblemente pudiera afectar los ingresos externos y fiscales provenientes de su principal producto de exportación que es el petróleo ¿Cómo se explica esto? La respuesta es directa: Políticas económicas inconsistentes y poco responsables.
El advenimiento de la recesión es lo nuevo. Lo más conocido pero aun más estremecedor es que la economía venezolana se mueve en un contexto de aceleración inflacionaria, con caída en los salarios reales y un creciente desabastecimiento. La tasa de inflación en Venezuela es ocho veces la tasa promedio de la región y la escasez, en la última medición publicada por el Banco Central, fue de 28 por ciento. El gobierno le ha pedido de hecho al Banco Central que no siga publicando el índice de escasez, y la autoridad monetaria, con arrojo autonómico, ha procedido de facto, por lo que se presume que en febrero y marzo la escasez ha escalado.
En Venezuela existen cerca de 21 mil productos contenidos en el índice de precios al consumidor sometidos a controles de precio y todos aquellos productos no sometidos a controles de precios están bajo la tutela de una nueva Ley, aprobada por el Presidente Maduro, llamada (en honor a los escolásticos) de “precios justos”; donde se regula el margen de ganancia de las empresas. Estos estupendos estímulos a la producción han sido complementados con normativas sobre la jornada laboral, aprobadas también durante el corto gobierno del Presidente Maduro, que obligan a las empresas a cesar actividades dos días a la semana. Por encima de esto, también existe un entramado de decretos y regulaciones que hacen del emprendimiento formal una actividad heroica.
Pero ninguna rémora ha sido peor que el desastroso manejo de los ingresos petroleros externos y del régimen cambiario. El gobierno venezolano se ha auto infringido un choque de ingresos petróleos promoviendo un conjuntos de acuerdos de cooperación energética de beneficios cuando menos dudosos. Por una parte se ha comprometido a enviar 266 mil barriles de petróleo diario a 18 países de América Latina y el Caribe con increíbles facilidades de pagos (hasta 20 años para el pago y al 2 por ciento de interés), por otra, está enviando cerca de 264 mil barriles de petróleo a China como repago por préstamos  recibidos. Un cálculo conservador indica que por cada 10 dólares facturados por el envió de petróleo, el país sólo está recibiendo 8 dólares.
Los dólares petroleros (que representan el 95 por ciento del valor de las exportaciones de Venezuela) entran a PDVSA (la empresa petrolera del Estado) y ésta ha decidido de un tiempo para acá reportar al Banco Central sólo la mitad para la venta. Una década atrás 80 por ciento de los dólares petroleros se vendía a la autoridad monetaria. No hay otras fuentes de divisas de importancia en Venezuela, en gran medida por la sobrevaluación grotesca que ha producido la política cambiaria, que por años se ha centrado en fijar por largo tiempo una tasa nominal oficial en un contexto de inflación persistente de dos dígitos. Tampoco hay reservas internacionales con que operar racional y libremente un mercado de divisas. Venezuela cuenta en éste momento con un stock no mayor a los 2000 millones de dólares para operar en el mercado. El resto esoro monetario y posiciones en el FMI. Por eso el mercado cambiario, ahora más que nunca, es un mercado de racionamiento. El racionamiento de divisas de PDVSA hacia el Banco Central, del Banco Central hacia CADIVI (hoy día CENCOEX) y de CADIVI hacia el sector privado, ha terminado por traer un desenlace catastrófico. Las industrias locales no tienen un flujo continuo de insumos y materias primas porque no les asignan divisas a la tasa oficial e ir al mercado negro significa multiplicar los costos por diez. Por lo demás hasta hace apenas unas semanas ir al mercado negro era ilegal, con pena de prisión. Las empresas pueden pasar así, entre 4 y 6 meses esperando por una aprobación de divisas y esto desde luego constituye una fatal restricción a la producción. A manera de ejemplo, la Cámara Automotriz reporta que para el mes de enero de éste año se produjeron en Venezuela sólo 296 carros, una caída de 84 por ciento con respecto al ya bastante malo mes de enero de 2013. La razón, no hay insumos y partes para la fabricación.
No hay por tanto un problema de insuficiencia de demanda que explique por qué Venezuela se enfila hacia una recesión. El problema está en las restricciones regulatorias e institucionales y en el pésimo manejo de los ingresos petroleros de origen externo. De hecho, resulta un gran contrasentido que el Gobierno de Maduro haya gastado un 60 por ciento más de lo contemplado en su presupuesto fiscal para el año 2013 y que los agregados monetarios sigan creciendo a tasas interanuales de 80 por ciento. Semejante desorden en la ejecución de la política macro es un manejo que la economía venezolana no puede permitirse. Las secuelas se están pagando en mayores presiones sobre los mercados y en incrementos de precios en toda la gama de bienes, activos físicos y activos financieros (como el dólar).


El lector ahora entenderá el sustrato sobre el cual se ha venido fraguándola crisis y el descontento social. Hace apenas unos días un estudio de  opinión conducido por el Instituto Venezolano de Análisis de Datos (IVAD) preguntaba sobre la percepción que tiene el ciudadano sobre la situación económica, en comparación con un año atrás, y el 80,4 por ciento de los encuestados señaló: ¡estamos peor!

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