martes, 15 de abril de 2014

RAMON GUILLERMO AVELEDO
RICARDO COMBELLAS |  
EL UNIVERSAL
Conocí a RGA en los lejanos años de nuestra querida alma mater, la Universidad Central de Venezuela, a principios de los 70. Él se desempeñaba como representante estudiantil ante los órganos de cogobierno universitario, yo iniciaba mi carrera docente en la para entonces y siempre tan querida Facultad de Derecho. Ambos éramos y seguimos siendo socialcristianos, él copeyano, yo en ese entonces bastante independiente en cuanto a banderías políticas se refiere. Nuestra formación escolar es lasallista, aunque seguramente él ha sido más solidario con los hermanos de La Salle que yo. Me impresionó desde ese entonces su contagiosa simpatía, su clara inteligencia, y sobre todo su innata capacidad para el diálogo, el saber entender al adversario, el saber ponerse en su punto de vista, el respeto al argumento contrario. Por sobre todo RGA ha sido y es un político en el sentido más genuino de la palabra, el que nos viene del ágora ateniense, y que se resume en la deliberación  de ciudadanos  decidiendo en un clima libertario su propio destino, tratando de convencer al adversario con la fortaleza y persuasión de sus razonamientos.

Pero además RGA siempre ha sido un político democrático, por lo que no me cabe duda compartiría las palabras de Norberto Bobbio: "La democracia es el lugar donde los extremistas no prevalecen (y, si lo hacen, se acabó la democracia). La democracia, y su aliado el reformismo, pueden permitirse errar, pues los propios procedimientos democráticos consienten corregir los errores. El extremista no puede permitirse errar, pues no tiene vuelta atrás. Los errores del moderado demócrata y reformista son subsanables, los del extremista no, o al menos sólo son subsanables pasando de un extremismo a otro".

Regresando a detalles de biografía, nuestra relación fue siempre cordial, él en su rol político, imbuido de preocupaciones académicas e intelectuales, que reflejaba en su modélico mentor, ese gran político que fue Luis Herrera Campins, al que le dedicó un hermoso libro sobre su parábola vital. Por lo demás nunca dejaré de estarle agradecido por su elogiosa reseña de mi libro sobre Copei y el socialcristianismo venezolano, independientemente de que el tiempo y las circunstancias nos alejaron y hasta pudieron agriar en algo nuestra relación. En efecto, en su momento, con la autorización del presidente, lo invité a acompañarme como comisionado de la Copre,  cosa que aceptó, no involucrándose en definitiva con ella dada su dura oposición, de su persona y de su partido, al segundo gobierno del presidente Caldera. Ese distanciamiento sin duda tuvo que haber aumentado con mi adhesión al presidente Chávez y el papel desempeñado en la Asamblea Nacional Constituyente. Sólo mi relación académica en el doctorado en ciencia política con su hijo, tan brillante como él, Guillermo Tell Aveledo, seguramente el mejor alumno de posgrado que ha pasado por mis cursos, ha podido suavizar las asperezas que han terminado por difuminarse para bien de nuestro mutuo respeto y sana convivencia ciudadana.

En suma, lo testimonio en este escrito, mi  estima hacia RGA ha aumentado vigorosamente estos últimos años, pues a fuerza de tantas cavilaciones y meditaciones, he revalorado positivamente su obra, su inmenso concurso para el establecimiento de una sana y próspera democracia funcional en el país. Destaca su desinterés por los cargos y las prebendas, pues ha demostrado con creces en su obrar político que sólo lo guía el bienestar colectivo, el supremo bien común que debe orientar esta difícil hora de la patria. Radicales dogmáticos y sicofantes con oficio turbio de escribidores, han intentado y lo seguirán haciendo, clavar sus dardos venenosos sobre el hacer limpio y cristalino del obrar político de RGA en la compleja circunstancia que  vivimos. ¡No lo lograrán! A RGA lo acompaña la voluntad mayoritaria de los venezolanos, deseosa de justicia, democracia y paz. Hombres como él, con tan delicada misión, y tantos otros comprometidos con darle una oportunidad al diálogo, merecen nuestra solidaridad y apoyo desinteresado. La historia, la que hacen efectivamente los seres humanos, cualesquiera sea su lado correcto, lo anotará en su haber en señal de eterno agradecimiento.

ricardojcombellas@gmail.com

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