CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ |
EL UNIVERSAl
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En el principio existía el verbo, la retórica. "No negociamos, apenas dialogamos" o "no dialogamos sino que negociamos"... , "no pactaremos nada, solo vamos a ponernos de acuerdo... ", "esto es simplemente un encuentro, no un acuerdo", en un simpático trabalenguas para disimular el fondo. Por algo Voltaire escribió que el lenguaje puede ser el mejor instrumento para encubrir el pensamiento. Negociar, pactar, encontrarse o dialogar, que en este caso van de lo mismo, resulta en intenso difícil cuando los extremos se descontrolan, no tascan la rienda. El gobierno descalabrado, políticamente extremista, concurre al encuentro de mala gana, después de equivocarse en todo lo que ha hecho y convertir la vida en un infierno, según la mayoría del país. Lo llevan por las narices, escupiendo maldiciones ("la oposición no quiere que la llame fascista pero no conozco otro término").
Como ocurre con frecuencia en este tipo de sucesos, se trata del encuentro de dos debilidades. La oposición dividida, descalabrada, maltrecha, después de una trágica, fallida e innecesaria aventura, mientras varios rezan cadenas de rosarios para que el diálogo fracase y retornar con el triunfal "yo lo dije! (¿y cómo para qué?..., ¿para de nuevo amargarles la vida a los vecinos de Chacao, El Cafetal y Santa Fe?) No se sabe cómo están las apuestas, pero asistir al diálogo es la decisión bizarra, correcta, valiente, incluso si hubiera que retirarse de la mesa, y en cualquier circunstancia habría sido un error no asistir. Los gobiernos, parlamentos, partidos, medios de comunicación y grupos importantes de la opinión pública internacional, ponen atención en este instante sobre el comportamiento de los actores del conflicto.
Odebrecht presiona diálogo
Unasur ha sido esencial y le ha torcido el brazo a Maduro. Venezuela les debe mucho dinero, prácticamente está en moratoria con esos países, y los gobiernos -que a diferencia de éste velan por el bienestar de sus pueblos-, tienen claro que si no ayudan a que rectifique, el colapso económico va a tener serias repercusiones en el área. Lula personalmente se hizo garante del chavismo ante los empresarios brasileros y él mismo está demasiado vinculado a Odebrecht como para quedarse quieto, porque derramar el apoyo de estos grupos es perder poder en Brasil. Raúl Castro sabe que si no fuera por el apoyo venezolano su monarquía hubiera naufragado hace tiempo y si quiere sobrevivir, debe aceptar la iniciativa de Unasur. El gobierno de Maduro se ha hecho impresentable en el contexto de las naciones civilizadas, con 40 muertes encima y nadie debería sugerir que como "el mundo se fijó en Venezuela", tales víctimas serían una especie de "victoria".
El Gobierno asesinó gente por su bestialidad y eso no es triunfo de nadie, sino una maldita tragedia. La inmensa mayoría de los ciudadanos, más de 70% está de acuerdo con que el diálogo se realice, factor que a su vez presiona a los dos en pugna. La reunión del jueves 10 de abril en la noche fue un acontecimiento político y mediático de primera magnitud, de los más importantes en quince años de lucha democrática. La ciudadanía estaba desconcertada de ver juntos tigres y elefantes, intentando con relativo éxito hablar como hacen los dirigentes opuestos en cualquier parte del mundo civilizado. Es normal que ambos grupos piensen que acercaron la brasa a su sardina y posiblemente sea cierto pero nada de hojarasquería como que "la oposición legitimó... .". Menos poner condiciones incumplibles al estilo Septiembre Negro, que pedía la liberación de todos los presos políticos del mundo para soltar la delegación deportiva israelí, secuestrada en las Olimpiadas de Munich (1972).
Denuncie los golpistas
Como afirmó R.G. Aveledo, el país escuchó otra voz en cadena nacional. Está en la esencia de las revoluciones deshumanizar al que disiente y se le infama en vez de mencionarlo (gusano, escuálido, contra). Por primera vez el Gobierno se refiere a la oposición como un adversario político legítimo, al estilo de cualquier democracia, pero todavía les falta mucho por aprender. Tienen aún que superar muchos complejos de inferioridad para no hablar como cosacos. Si esto anunciara una etapa, sería un logro, pero no se puede aún cantar éxitos. Cabello hizo el papel de duro, Harry el sucio, que asumió desde hace tiempo, lanzó acusaciones caprichosas como "veo a la oposición en un solo paquete" y quiso justificar el exabrupto de paramilitares armados al servicio del Gobierno, los Tupamaros, presentes con el dudoso propósito de lavarles la cara.
Ramos Allup respondió contundente: si sabe de opositores metidos en golpes, menciónelos, porque hablar de eso en genérico es síntoma de debilidad del Gobierno, y puso el centro de su razonamiento en el regreso al imperativo constitucional, del que el régimen se salió hace mucho. Más allá de haber sido un acontecimiento de gran trascendencia, para que el diálogo dé frutos es necesario conjugar su importancia mediática con la gerencia. El maximalismo ingenuo es enemigo de los resultados. Solo estos harán evidente que movilizar tanta gente importante valió la pena y que los ciudadanos que presenciaron las interminables cinco horas del debate y se perdieron Atracción fatal y Mad menen el cable, hacían algo razonable.
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