El
oficialismo conocedor de las amplias
posibilidades de llevarse una
derrota contundente en los venideros comicios para renovar la Asamblea Nacional, y al tanto
también de las consecuencias estratégicas del
resultado de las mismas, trata por todos lados y de diversas maneras
torcer o evitar la posibilidad de un
descalabro. Es por ello que el Consejo Nacional Electoral no ha formalizado
todavía la convocatoria del proceso electoral y constantemente el chavismo
busca estimular la abstención sembrando dudas sobre la idoneidad del proceso.
Pero allí no termina todo, está en marcha una
operación política concebida y
generosamente financiada con recursos públicos para evitar que la unidad
opositora concentre la votación de todos aquellos ciudadanos partidarios del
cambio y del castigo mediante su voto a
los culpables de la crisis.
Esa operación es la llamada
Tercer Vía y consiste en la conformación de un tinglado de dirigentes
políticos, algunos de ellos ex opositores ahora, supuestamente no alineados,
ayunos de apoyos populares pero ávidos de poder, a quienes no les importa
prolongar la vigencia de este nefasto régimen con tal de disfrutar de cierto
protagonismo y de migajas del poder. La misión de estos conjurados con el
oficialismo es ofrecerle al electorado una falsa alternativa tanto al chavismo
como a la oposición democrática sobre la base de un discurso contrario a la
polarización. Buscan convencer a desprevenidos electores propensos a votar en última instancia contra del gobierno. En
su discurso critican algunas veces la gestión del oficialismo pero nunca
plantean su cambio, lo cual indica por donde van en realidad los tiros.
A la cabeza de la operación Tercera Vía está el MAS –
devenido en una franquicia al servicio de cuadros residuales del antiguo
partido interesados solamente en su provecho personal y sobrevivir
políticamente - y otros sectores funcionales a la política del PSUV.
Hay que distinguir entre la polarización político-social
impulsada por el chavismo sobre la base de la antinomia amigo- enemigo de la
natural polarización que se produce durante un proceso electoral entre gobierno
y oposición.
La superación de la polarización política-social y sus
funestas consecuencias, la división y la
violencia solo podrá ser posible con la llegada al poder de un nuevo gobierno
cuyos objetivos sean la reconciliación nacional, la paz, la democracia, la
tolerancia, el respeto y cumplimiento de la Constitución Nacional y el
restablecimiento del Estado de Derecho. Y estos no han sido, no son, ni serán
los objetivos de la nomenclatura que gobierna.
La operación Tercera Vía tiene mucho que ver con el hecho de
que en materia electoral la polarización pareciera no favorecer al oficialismo
como antaño, sino todo lo contrario.
El estruendoso fracaso
del proyecto castrista-militarista evidenciado por la pavorosa crisis en
progreso le está resultando muy costoso
al chavismo en términos de apoyo popular, sufre un deslave enorme de su base socio-política y recursos tales como la
antinomia amigo- enemigo ya no rinde los pingues beneficios del pasado. La
transversal aspiración de cambio hace añicos la eficacia del discurso
divisionista del régimen.
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