Pero Luis Echeverria
Hoy hablaremos de los inconformistas, los que cuestionan a
la autoridad írrita, de los que cada día asisten atónitos al espectáculo del
fanatismo y la creciente estupidez ideológica del gobierno. Vamos hablar del
poder, pero no del poder nominal que dicen detentar los que nos gobiernan, sino
del poder real, del que ejercen, desde la penumbra, individuos e instituciones
que muchas veces pasan desapercibidos al común de la gente, pero con capacidad
e influencia para variar drásticamente el curso de los acontecimientos e
influir en la vida de millones de venezolanos. Esos prevaricadores en las
sombras que asolan y saquean inmisericordemente los recursos del país.
El imperio mediático erigido por el gobierno, con dinero y
amenazas, busca sustraernos una parte sustancial de la dura realidad en que
vivimos. No obstante, siempre la verdad encuentra los caminos para expresarse;
el tiempo del secretismo llega a su fin y serán muchas las sorpresas que
continuarán apareciendo y que desenmascararán a un régimen que quiere aparentar
lo que no es pero que, en la práctica, conculca impunemente el orden
constitucional. El país ha comprendido que un sano escepticismo y contrastar la
información que nos ofrece el régimen son actitudes sumamente recomendables en
la vida cotidiana de estos tiempos. Aquí, no hay lugar para la falaz fantasía gubernamental y
sí mucho espacio para el dato veraz e incontrovertible que proviene de creibles
y reputadas fuentes alternativas. Desde hace 16 años,
los usurpadores del poder han tratado de patrocinar y cimentar la mayor
falsificación histórica de nuestra Nación, al tiempo, que han desatado una
desmedida campaña de censura e intimidación destinada a silenciar y engañar a
los ciudadanos. La ideologización de la educación, el acoso a las
Universidades, el control del funcionariado gubernamental,la intimidación a los
medios de comunicación y el abusivo uso de los mismos, la criminalización de la
disidencia, la conspiración contra la libertad, la anulación de la capacidad de
crítica y el escarnio a los derechos humanos son, entre otros, algunos de los
hechos que han caracterizado las
sofisticadas técnicas de “lavado de cerebros” utilizadas por el gobierno para
convertir e imponer al “chavismo-madurismo” como religión de Estado; un
anteproyecto pensado para la completa dominación de la sociedad venezolana. Un
programa de múltiples tentáculos dedicados a destruir los valores, principios y
creencias del hombre común e infiltrarse y dominar las instituciones políticas,
sociales y económicas. Resulta asombroso comprobar cómo la institucionalidad
del país paulatinamente se ha ido adaptando como un guante a los puntos de
vista contenidos en el discurso gubernamental; una suerte de psicodrama repleto
de símbolos y significantes que sólo tienen sentido para los líderes del
régimen y que engañan y confunden a las masas de sus seguidores.
Pero, detrás de todo
esto, en la sombra, y al amparo de la complicidad, servilismo y cobardía del
gobierno, han proliferado organizaciones mafiosas que han venido
saqueando al país con total impunidad, movidos por la codicia y el dinero fácil
y sembrando, a su alrededor, la devastación económica, el envilecimiento y la
mediocridad de hombres e instituciones. Individuos sin capacidades ni
cualidades, sin inteligencia ni fortaleza de espíritu, han escalado las más
altas posiciones y disfrutado del poder y, en su sordidez maliciosa, han urdido
y erigido la más grande corruptela de nuestra historia reciente. Situación ésta
que debemos combatir y denunciar constantemente para evitar
constituirnos en secuaces pasivos y cándidos de sus flagrantes latrocinios. La conflictividad social sin precedentes que vive el país
está marcada por el profundo resentimiento que alberga una gran parte de la
población hacia la aristocracia gubernamental. Las desigualdades sociales se
profundizan y el escandaloso tren de vida de la “nomenklatura” contrasta con la
descarnada miseria y enormes dificultades en las que viven los que menos
tienen.
La estoica y heroica dignidad de conciencia y tenacidad de las mujeres, de la juventud, de los intelectuales, la academia, los
obreros, los campesinos y, en general, de la población disidente han sido los
factores que han impedido la entronización definitiva del modelo gubernamental
y paulatinamente lo han alejado de la consecución de su principal objetivo
político: la dominación absoluta de los ciudadanos y de sus decisiones.Entre tanto, continúa la lucha para ganar la guerra que
contra Venezuela libran, tanto solapada
como abiertamente, las mafias “enchufadas”en el gobierno y evitar que el país termine de derrumbarse y lo
hacemos con la certidumbre que todos los esfuerzos que se realizan en tal sentido,
conducirán a garantizar una vida digna y enaltecedora para todos.
La presencia activa y valiente en las mesas electorales el
próximo 6 de diciembre de 20125, es un decisivo paso en pro de nuestra causa.
Una masiva concurrencia de votantes será un mensaje importante que la oposición
unida le dará al gobierno: nuestra unidad es real y estamos dispuestos a
mantenerla porque entendemos que esa es nuestra mejor opción de triunfo para
adecentar y rencauzar el rumbo de nuestro país. Como lo indican las distintas
encuestas de opinión,nuestro destino, por de pronto, está en nuestras manos; no
bajemos la guardia que el gobierno nos acecha y espera una muestra de debilidad
para atacarnos. Podemos ganar, debemos ganar y vamos a hacerlo.
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