miércoles, 17 de junio de 2015

Necesitamos políticos que se encarguen de hacer política

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WILLY McKEY

tomado de PRODAVINCI

Cuando los líderes de una fracción deciden que su lucha política sea atendida desde las comunicaciones y no desde la política, también deben saber acusar las consecuencias de haber preferido esa opción. A corto plazo, los fenómenos de impacto mediático tienen una repercusión tan rápida como efímera, pero no dejan sedimento político sino eso: una noticia más.
Y una de las consecuencias más lacerantes de las dinámicas que prefieren lo comunicacional a lo político es que los ciudadanos que adversan al gobierno de turno terminan hablando y argumentando desde el mismo lugar de enunciación que critican al oficialismo: un caudillismo sui géneris, basado en quién-está-haciendo-qué y no en cómo se presentan las alternativas al gobierno de turno.
Es decir: cuando las comunicaciones están por encima de la política, a los militantes les resulta imposible seguir a tal o cual líder por sus referentes, su visión ideológica ni su afinidad doctrinaria.
Si alguien decide seguir a uno de los actuales líderes de la oposición, no tiene mayores argumentos que esa abstracción llamada carisma. Quien hoy apoya a Leopoldo López o a María Corina Machado o a Antonio Ledezma o a Henri Falcón o a Henrique Capriles Radonsky lo hace porque las acciones políticas que “comunican” se parecen a lo que esa persona haría o a lo que cree que debe hacerse. Y sí: en el PSUV usan la excusa del socialismo para justificar a un gobierno estatista militar, pero al menos tienen esa excusa y han conseguido a quién vendérsela… también a punta de comunicaciones.
Las distintas opciones en Venezuela (oficialistas y opositoras por igual) han renunciado a hacer lo que una visión política les indica que debe hacerse a cambio de intentar adivinar lo que las encuestas dicen que la gente quiere que se haga. Todos han caído en la trampa de creer que mejorar en el índice de popularidad es hacer política, cuando el síntoma real que esto revela es que lo han hecho menos mal que los demás y punto.
El fraccionamiento según el líder a quien se sigue es un factor que comparten oposición y gobierno, sólo que en el PSUV la crisis empieza a reducirse a quiénes obedecen a los uniformados y quiénes siguen a los civiles. Por eso la singularidad más relevante de quienes adversan al gobierno hoy es la pluralidad. Y, visto así, se puede pensar que para la oposición resulta imposible reaccionar desde ideas comunes. Sin embargo, esa pluralidad puede transformarse en una ventaja… claro: si se maneja con política y no desde las comunicaciones.
En un país roto por todos los costados, donde a tantos se les ha obligado a obedecer, es mucho más esperanzador demostrar que es posible ponerse de acuerdo antes que exhibir una jerarquía militarizante en la que se hace lo que Fulano de Tal diga, con la excusa de que es el líder con mayor aprobación y popularidad. Durante más de dieciséis años se ha levantado el espejismo de que la unidad rotunda y absoluta es la única vía para hacerle frente al PSUV. Y, al pactar con eso, la oposición pierde su más relevante ventaja en el terreno político: mostrar que es capaz de ponerse de acuerdo en lugar de acatar ciegamente, frente a un gobierno donde la discusión y la crítica están vetadas.
Hagamos el ejercicio imaginativo: piensen que un Día A cinco factores de oposición muestren su propia visión con respecto a un problema y esto se vuelva la noticia del Día B. Y entonces, cuando llega el Día C, esos mismos cinco factores comunican a la sociedad (luego de hacer política) que han tomado una decisión común. Y, así, el Día D se convierte en el momento en que cada uno la pone en ejercicio con transparencia desde el bastión que le corresponda.
Pensemos qué pasaría si, con esa misma dinámica de activación política, los candidatos a las legislativas empezaran a plantear cómo serán las leyes anticorrupción que pondrían en práctica al llegar a la Asamblea Nacional, o que los voceros especializados digan lo que debe hacerse con el Sistema de Salud Pública o las Escuelas Públicas para imaginarnos un ministerio distinto, o que los candidatos que perdieron las elecciones a alcaldes y gobernadores contra actores políticos del gobierno presentaran sus informes sobre la gestión de esas autoridades y sus promesas incumplidas.
La oposición se ha especializado en quejarse porque el gobierno tiene una hegemonía comunicacional. Y esa ehegemonía es cierta, pero acá todavía quedan algunas “maneras de llegar” que se han estado desperdiciando.
No es responsabilidad del prime-time hacer que la idea de una mejor manera de gobernar le llegue a ese pueblo que todavía tiene secuestrada la esperanza.
Eso le toca a ustedes.
Subir un punto de popularidad con respecto al mes pasado no es tener la razón. Hacer política es, precisamente, darse cuenta de que la popularidad es apenas una oportunidad más para ganarse la confianza de esa gente a la que hoy el sueldo apenas les alcanza para tener miedo.
Necesitamos políticos que se encarguen de hacer política. Porque, si lo hacen bien, la misma gente le contará al mundo quiénes fueron los que les quitaron el miedo. Y ante una verdad de ese tamaño, no habrá hegemonía comunicacional que valga.

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