lunes, 13 de marzo de 2017

BIPOLARIDAD POLITICA

FERNANDO MIRES

Es solo un tema de proporciones. Los cambios de humor son una constante. Todo depende de su intensidad y frecuencia. Solo en casos extremos, cuando los cambios son súbitos e inesperados, los especialistas están facultados para hablar de trastornos bipolares.
Quizás lo mismo ocurre en las relaciones sociales. En situaciones límites, durante, o como resultado de amenazas reales o imaginarias, suelen darse bipolaridades, no solo entre posiciones extremas, sino, además, en el grado de intensidad de sus manifestaciones.
Importante es destacar que tanto en los trastornos psíquicos como en los sociales la bipolaridad se caracteriza no solo por la polarización en sí, sino por su interdependencia. La alteración proviene, en efecto, de la imposibilidad de que se produzca lo que los filósofos llaman, unidad de los contrarios.
En sentido hegeliano la unidad de los contrarios —es decir, la mantención, no la supresión de una contradicción— surge de la síntesis entre la negación y la afirmación. Integrar posiciones contrarias —sin que dejen de ser contrarias— es por lo mismo, un signo de estabilidad y madurez. Hay, sin embargo, individuos y colectividades que no logran integrar (aceptar) sus contradicciones.
El tema de la interdependencia entre los polos merece ser tratado con atención. La depresión depende de la euforia. Al revés ocurre lo mismo. Mientras más alto es el grado de una, mayor será el de la otra.
Pues bien, no solo en formaciones individuales, también en las colectivas, suelen darse situaciones de bipolaridades interdependientes. Los extremos se tocan, es una frase usual en política. En un sentido geométrico es incorrecta. En uno político es correcta.
Para poner un ejemplo, quizás el más notorio: en las sociedades europeas se está dando hoy una polarización interdependiente entre dos fenómenos: el radicalismo islámico terrorista por un lado, el radicalismo neo-fascista por el otro. En gran medida entre ambos fenómenos existe interdependencia. Imposible es constatar cual polo apareció primero. Lo cierto es que antes de que interactuaran, ambos existían solo potencialmente. Mas, a partir del momento en el que se ha producido el enlace interactivo, ambos comienzan a crecer paralelamente. En términos biológicos suele hablarse en estos casos de procesos de retro-alimentación.
Escribo estas notas porque acabo de leer un comentario en un periódico en el cual su autor afirma que en Francia la situación política es tan inestable que bastaría un simple acontecimiento para que la balanza electoral se inclinara hacia uno u otro lado.  El autor afirma que, si por ejemplo en los días pre-electorales tiene lugar otro crimen terrorista cometido por alguna organización islamista, el triunfo de Marine Le Pen estaría cien por ciento garantizado. De tal modo, las fuerzas de Le Pen necesitan objetivamente de un acto terrorista del mismo modo como las fuerzas liberales necesitan que no pase nada.
Y bien, si el autor de ese comentario tiene razón, significaría simplemente  que la sociedad francesa ya no cuenta con medios para procesar los acontecimientos de modo colectivo a través de la comunicación discursiva (Habermas).
Efectivamente, que el destino político de toda una nación pueda ser decidido por la acción o inacción de un grupo terrorista, hace pensar que el conjunto social carece de un aparato sintetizador que le permita integrar contradicciones y evitar así la desintegración interna.
Ese aparato (Freud) que sintetiza y arbitra en cada uno, se llama YO. En una nación, sociedad o cultura, ese aparato se llama NOSOTROS.


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