martes, 14 de marzo de 2017

LO QUE TENEMOS QUE AGUANTAR

MARTA DE LA VEGA

TAL CUAL

Esta trágica respuesta a las deficiencias de la democracia y a sus extravíos, que se ha prolongado por casi cuatro lustros, fue ideada por Chávez, ambicioso, astuto, inteligente, audaz, ignorante y seductor, encantador de serpientes y por intelectuales y dirigentes que lo apadrinaron para alcanzar el poder

La involución a la que hemos llegado se registra en testimonios de gente que nos conmueve con el sufrimiento que padecen. También son muestras de la anomia hamponil los ataques criminales que a diario arrinconan a la ciudadanía, de los que son víctimas gente de todos los estratos y profesiones. O el hambre que personas solidarias intentan aliviar. O los saqueos de gandolas, como a la entrada de Caracas, a las que hostigan hasta su volcamiento, a veces con la muerte del conductor, o la mujer entrevistada en CNN que en lugar de protestar enérgicamente por la falta de toallas higiénicas y reclamar al gobierno por la miseria y retroceso al que nos han llevado sus políticas erráticas contra modernización y modernidad, consideraba casi una virtud el que ella misma las hiciera rústicamente, como si estuviéramos en el siglo XIX, como si no implicara un tiempo fatigante e ingrato que impide ocuparse de más fecundos asuntos o como si no importaran los avances tecnológicos para facilitarnos la vida y economizar energías.
Estos hechos no ocurren porque los astros se confabularon para destruir el país, ni porque debemos purificarnos de culpas de nuestros ancestros, ni porque aún no estábamos listos para disfrutar de las gratificaciones y placeres normales de la vida, de la democracia y de los beneficios del progreso, ni porque el imperio ha comenzado a cumplir sus amenazas en contra de la gloriosa y bonita revolución bolivariana.
Esta trágica respuesta a las deficiencias de la democracia y a sus extravíos, que se ha prolongado por casi cuatro lustros, fue ideada por Chávez, ambicioso, astuto, inteligente, audaz, ignorante y seductor, encantador de serpientes y por intelectuales y dirigentes que lo apadrinaron para alcanzar el poder.
Hoy sus mentores son invisibles, los que quedan, o parecen no haber existido jamás. Sin embargo, fueron esas personas ahítas de una voluntad de dominio nihilista, cuyas identidades nos asombraron cuando descubrimos que a ellas debemos este desastre. Caímos en un colapso generalizado por su eficiente labor de sepultureros de una república civil que requería, no la actual pesadilla sino ajustes estructurales y la profundización de los avances modernizadores y logros de la democracia construidos después de las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez.
Ellos fueron quienes, inspirados en los regímenes autocráticos más sanguinarios, en el resentimiento social y en la venganza política, diseñaron las bases de esta farsa siniestra. La culpa no es de los otros, hay que precisar al gobierno, cuando inventa excusas para justificar su incompetencia y mediocridad. Pero tampoco es inocente la mayoría de la población que por la mentalidad facilista, clientelar, amiguista y fácil presa de la demagogia, sin moral pública, entronizó a un militar fracasado, enfermo de poder, militarista, caudillo mesiánico que se identificaba como el redentor de los pobres y reencarnación populista de Bolívar.
Si bien no tuvimos en tierras venezolanas al célebre Atila, el último y poderoso caudillo de los Hunos de quien se dice que por donde pisaba al pasar no crecía más la hierba, sí en cambio de Barinas llegó uno de sus grandes émulos, que arrasó en Venezuela con las familias, fracturadas por una visión sectaria, resentida y excluyente de la sociedad, con instituciones, industria nacional, producción agrícola, sistema cultural, educativo y de salud y todos aquellos bienes
públicos construidos en democracia que, a pesar de sus fallas, funcionaban y podían sin duda mejorar y ser perfeccionados.
¿Cuánto más tenemos que aguantar?

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