domingo, 12 de marzo de 2017

UNA TRINCHERA ESENCIAL

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                    FERNANDO RODRIGUEZ

EL NACIONAL

Da la impresión de que la muy despaciosa reforma de la MUD, entre otras cosas, pretende robustecer su acción futura en el campo de lo social, no solo en lo restringidamente político. En este último, como es notorio, padece de un tiempo a esta parte de un preocupante estancamiento estratégico ante la dantesca crisis nacional. Apenas un par de rotundas y dignas negatividades: no al diálogo tramposo, no al TSJ ilegítimo y servil. Vacíos que suelen suceder en política, océano de calmas y tormentas. De manera que no puede sino considerarse positivo el anuncio citado, la apertura de una sección principal para que se encargue de la tarea de enrumbar las luchas por la supervivencia, el pan de cada día, de los venezolanos. Tanto más que lo va a conducir un político de vastas credenciales y probada audacia y creatividad organizativas, Alfredo Padilla.
Ante todo hay que poner sobre el tapete una paradójica situación vivida, sobre todo en estos terribles tres años últimos. Vivimos una crisis en todos los niveles imaginables de la vida cívica, pero por monstruoso que sea todo el panorama nacional nada debe anteponerse a nuestro drama social: al hambre que entumece cuerpos y almas, a las muertes innecesarias, a la delincuencia de cada instante. Y lo paradójico está en que en esa área, en la medida que es separable de la totalidad social, son menos visibles las respuestas y protestas que hemos avanzado. Por ende, hay mucho que hacer y muy decisivo.
Y podría empezar a abrirse un espacio que le dé respiro e intensidad de acción a la Mesa, distintos a esa alternativa cada vez más inocua entre calle y diálogo, entre dos veredas ciegas por ahora. Una que choca con Padrino y sus secuaces; la otra, con una cáfila de tahúres con cartas marcadas. Un principio rector: no hay sindicato, gremio, 70% u 80% de la población, ciudades y pueblos que no sufran en sus cuerpos y su psiques la privación de lo elemental para la vida, y la acechanza de la muerte. Eso es lo que hay que mover. Y se moverá.
Por ejemplo, y no lo digo yo, lo afirma la recién electa presidenta de la FCU de la UCV: “El movimiento estudiantil está apagado”. Lo cual también se podría decir de profesores y empleados. Y mira que se ha vejado, escarnecido, puteado, descoyuntado las universidades mayores. Durante años y por todos los medios: los salarios de miseria, el robo del derecho al voto, los laboratorios apagados, el profesor Santiago Guevara, la agresión de delincuentes organizados y protegidos. Habría que hacer algo con las boinas azules, pareciera. Esto digo quizás porque me incumbe.
Debe ser, para sumar ahora, no solo una desdicha económica sino una tortura moral ser médico en un servicio público donde todo pareciera dispuesto para negar la salud y la vida misma y mirarlo con impotencia y humillación.
Pero todos tenemos una experiencia qué sanar, carencias agudas qué restaurar. Hasta los policías y otros cuerpos de seguridad tendrían mucho qué sumar, abaleados y abaleados.
Y si bajamos en la escala social, a los obreros o más, a los que no pueden serlo, apenas se concibe la supervivencia de ocho de cada diez ciudadanos que hacen cola y no tienen antibiótico para los cuarenta grados de fiebre del carajito. Las víctimas más reales de esta fiesta de perros, los condenados de siempre. Y si algo debe ponerse de pie y unificarse es la clase obrera despreciada y anulada por los que no confían sino en los que nada reclaman, los que obedecen. Que ya van siendo pocos.
¿Qué hacer? Que cada quien combata por lo suyo, como pueda, como invente. Y que la realidad vaya juntando los gritos, los paros, las marchas, las innovadoras formas de reclamar lo debido. Y que este nuevo frente sea guía que fomente y enrumbe hacía la conquista de la libertad.
No podemos seguir esperando una fórmula única que venga de la dirigencia política. Ello no puede sino fomentar la pasividad y la desesperanza. La tarea es de todos y de todos los días. Es llenar de tormentas un país que se deshace. A algo así debería sonar esa nueva tarea que, por lo demás, no excluye las restantes, sino, por el contrario, les da la energía y el dinamismo de que ahora carecen. Ojalá y sea.

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