sábado, 11 de marzo de 2017

¿Por qué Venezuela podría recuperarse de la debacle económica más rápido de lo que algunos suponen?

Leonardo Vera


¿Cuánto tiempo tomará recuperarnos de la debacle económica que en los últimos 4 años nos ha llevado a perder algo más de un cuarta parte de nuestro Producto Interno Bruto por habitante? Ese es el tema que Miguel Ángel Santos y Douglas Barrios han abordado en un atractivo y elegante ensayo publicado en Prodavinci, y que ha provocado elogios, pero también cierta consternación. Santos y Barrios (S&B), dos destacados investigadores venezolanos residentes en la Universidad de Harvard, presentan un conjunto de posibles escenarios fundamentados en dos insumos esenciales: Datos históricos sobre la evolución del Producto Interno Bruto (PIB) y la aritmética simple del crecimiento exponencial.
Sin reclamar estricta precisión intentaré primero resumir sus más importantes hallazgos para luego advertir algunas flaquezas de su análisis que eventualmente pueden conducirnos a cierto desencanto sobre el porvenir de la economía venezolana. En esencia, lo que queremos destacar, es que quizás la recuperación de la economía venezolana no sea tan elusiva ni tan prolongada como el análisis de S&B pudiera sugerir. Desde luego, tal y como lo señalan S&B, cualquiera que sea el sentido en que entendamos la recuperación, ésta supone un tipo de voluntad política que permita detener la debacle y corregir radicalmente el rumbo por el que vamos.
S&B establecen que aun creciendo ininterrumpidamente a una tasa de 2,3% cada año, a Venezuela le tomaría 25 años retornar a los niveles de ingreso por habitante que exhibió en el año 2012 (dicho y sea de paso, su tercer mejor marca en más de 60 años de historia). Para ellos éste escenario, 25 años, es el “escenario relativamente más probable” en tanto que un crecimiento de la producción de este tipo (de 2,3%) ha sido registrado en Venezuela en al menos 50% de todas las secuencias posibles de diez años entre 1961 y 2015. Mucho más difícil sería volcarse a una meta de alcanzar el ingreso per cápita de 2012 en 10 años. Para ello se requeriría crecer durante ese lapso a tasas anuales de 4,6%, algo que ha ocurrido en sólo 5 de las 54 secuencias de 10 años entre 1961 y 2015.
Si consideramos una característica estructural esencial de la economía venezolana que es la presencia y el peso del sector petrolero, las exigencias parecen recostarse gravemente sobre el sector no petrolero de la economía. S&B señalan que el máximo aumento en la producción petrolera registrado durante los dieciocho años de chavismo en un período de diez años es de apenas 201.000 barriles por día, y ciertamente esa es la realidad o la referencia más cercana que tenemos. Así que en un caso como éste, donde el sector petrolero proporciona un escaso aporte marginal para crecer, para llegar al ingreso per cápita de 2012 en una década, el sector no petrolero de la economía venezolana debería crecer ininterrumpidamente a una tasa anual de 5,4%  y esto ha ocurrido 1 en 27 veces durante el período 1978-2015.
¿Dónde o en qué circunstancias estos números pueden fallar o al menos perder parte de su atractiva orientación? Conviene aquí precisar S&B no están solos en este tipo de ejercicios de cuantificar los ciclos de expansiones y recesiones a nivel mundial o regional. Durante las últimas dos décadas los esfuerzos han sido diversos y significativos. Curiosamente no muy lejos de S&B, Robert Barro (Harvard University) y un equipo de colaboradores han concentrado quizás el más visible de los esfuerzos para tratar de comprender la dinámica y las relaciones económicas y financieras que se forman durante los llamados “desastres económicos”, episodios en los cuales la producción y el consumo colapsan en magnitudes inusuales. Un desastre económico es calificado en la mayor parte de este creciente números de estudios como una situación en la que el PIB se desploma desde el “pico” al “piso” en magnitudes superiores al 15%. Un desastre económico es justamente lo que ha venido padeciendo Venezuela y por eso S&B no dudan en calificar este desplome en la actividad económica como un “episodio de ruina excepcional”.
¿Pero qué es lo especialmente singular de estos desastres? François Gourio (2008) presenta un conjunto de interesantísimas regularidades para datos de 35 países y un total de 60 desastres. Durante el primer año de la recuperación la tasa de crecimiento es de 11,1%, seis veces mayor a la tasa promedio de crecimiento de esos mismos países durante recuperaciones normales. En los dos primeros años la tasa acumulada es de 20,9%. Pero si la caída acumulada del producto en el episodio de desastre es mayor al 25% (como presumiblemente pinta la debacle venezolana) la tasa de crecimiento en los dos primeros años es aún mayor, 30%. Lo más impresionante es que aunque en promedio los desastres propinan una caída del PIB cercana al 29,8%, en sólo tres años la distancia entre el piso y el pico se reduce a sólo 13,7%.
A estas alturas el lector debe haber advertido el punto que queremos destacar. S&B construyen escenarios de recuperación utilizando datos de fluctuaciones históricas del PIB de Venezuela que no se corresponden a situaciones de desastre económico cuando en realidad la debacle que hoy día embate a Venezuela es justamente un episodio singular de desastre. Desde el punto de vista estadístico la distinción es importante, pues los datos que forman las series históricas de las recesiones y recuperaciones en Venezuela no tienen la misma distribución de probabilidad que los datos de los llamados desastres, en consecuencia, no es del todo correcto hacer inferencia sobre cuál puede ser la magnitud de la recuperación en Venezuela hoy, tomando como referencia las recuperaciones históricas, pues en general estas no sobrevinieron a situaciones de desastre.
Pero no sólo las recuperaciones son más intensas y rápidas después de los desastres, sino además el curso que siguen las tasas anuales de crecimiento durante las recuperaciones no suelen ser uniformes como suponen S&B. Al principio las tasas de crecimiento del producto son inusualmente elevadas y decaen gradualmente. Este aspecto es relevante pues no es lo mismo crecer a tasas de 5% anual por 5 años, que crecer a una tasa promedio de 5% por 5 años con un crecimiento inicial de 11,1%. Las ganancias macroeconómicas de bienestar son mayores en el segundo caso.
Tampoco el análisis de S&B que descompone y aísla para una mejor comprensión del problema al sector petrolero es de mucha ayuda. Hay un acuerdo tácito y muy sólido entre nuestros economistas en la necesidad de apuntalar la recuperación económica en un cambio de régimen. Nos referimos al régimen económico. Pero un cambio de régimen económico supone cambios sustantivos en el entorno macroeconómico, en las condiciones para los negocios, en el marco institucional y en la orientación estratégica de la industria petrolera. Así, suponer que la recuperación se desarrolla en Venezuela en sus primeros 5 o 10 años en el marco de las adversas y restrictivas condiciones que afectan hoy a la industria del petróleo y gas nacional es cuando menos extraño.
Venezuela requiere reconstruir su devastada industria petrolera y hay casos aleccionadores. Tomemos el caso de Irak, que aún siendo un caso relativamente extraordinario no deja de ser relevante. Hasta el año 2008, el sector de hidrocarburos en Irak estaba virtualmente en la ruina y copado por la presencia exclusiva del Estado a través de la Iraqi National Oil Company (INOC). Las sanciones, la guerra, la falta de inversión, y el pésimo manejo de la política energética se tradujo en una significativa merma de la producción. De 3 millones de barriles diarios que Irak producía en el año 1999, la producción comenzó a mostrar enormes altibajos para promediar 2 millones barriles diarios en los siguientes ocho años. Una decisiva modificación de las condiciones y en el régimen que regula la actividad de hidrocarburos ha logrado cambiar el curso de la producción petrolera del país en menos de una década. Irak que en el año 2008 producía 2 millones 250 mil barriles diarios, cerró el año 2016 con una producción de 4 millones 830 mil barriles diarios. Es decir, Irak aumentó su producción de crudo en 2 millones 580 mil barriles diarios en sólo 8 años, a razón de 322.000 barriles por año. Desde luego, los escenarios de precios no son ya los vistos en el último superciclo, la industria petrolera internacional no está en fase de despliegue, y los costos de producción de Venezuela son dos veces mayores a los de producir petróleo crudo en Irak. Todo eso es cierto, pero no es útil suponer que Venezuela va a salir de esta debacle conservando las pésimas condiciones con que regula y maneja su sector de hidrocarburos hoy día. Si bien el desarrollo de una pujante industria de petróleo y gas no será el “salvavidas” para la reconstrucción en Venezuela, si puede constituir una palanca importante para la recuperación.
Pero no son las estadísticas las que producen la recuperación. Es la voluntad de cambio la que define todo nuevo rumbo. La naturaleza de la crisis venezolana así como la calidad y el consenso que pueda lograrse a nivel de las acciones y políticas encaminadas a sentar las bases de la recuperación, también son elementos clave del análisis. En la medida que la superación de la crisis requiere de la liberalización de las fuerzas productivas y de la resolución del estrangulamiento externo y de otros los cuellos de botella productivos internos, el programa de estabilización de la economía tendrá un sesgo expansivo y eso hace el caso venezolano también en cierto sentido especial.
Hay mucho más que puede y debe discutirse sobre la recuperación y la reconstrucción económica de Venezuela. Bajo ningún criterio ésta es una discusión acabada. S&B han destacado un punto muy importante. El problema no es tanto crecer o crecer vigorosamente después de una recesión. El problema es cómo deshacerse de la historia y hacer la recuperación sostenible. Venezuela tuvo 2 ocasiones de crecimiento vigoroso después de agudas caídas en el año 1989 y en el bienio 2002-2003, pero las bases de la recuperación no fueron sostenibles. Si algún mérito Miguel Ángel Santos y Douglas Barrios han tenido es mostrar, en medio de tanta desorientación pública, a qué cosas debemos comenzar a tomarle el pulso sin extraviar la mirada.

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