domingo, 19 de marzo de 2017

EL  CADÁVER SIGUE MURIENDO

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         CARLOS RAUL HERNANDEZ

EL UNIVERSAL

¿Se puede ser marxista leninista? Los seres humanos somos las criaturas extremas y podemos ser y hacer las cosas más insólitas. Fuimos nazis, inquisidores, guardia rojos y camisas rojas. Un funámbulo cruzó de una a otra las dos Torres Gemelas caminando sobre una cuerda. Cazábamos brujas en una época y las quemábamos. Creo que todavía existe la Sociedad Tierra Plana en California, que de acuerdo con su nombre, afirma que eso de la redondez del planeta es un estúpido error, ya que, por el contrario, es casi perfectamente plana. Los marlenistas grupo newyorquino de seguidores de Trostky, decían que la Segunda Guerra Mundial fue un plan salido de la conspiración entre EEUU y la Unión Soviética para repartirse el mundo, gracias a la ingenuidad de Hitler, que se dejó engañar por Stalin en el Pacto Nazi-Soviético de 1932.
Alguien dijo que Marx sin Lenin hubiera sido un bodrio y hoy lo leeríamos tan aburridos como a Shopenhauer o Plotino. Marx defendía el colonialismo británico en la India, la necesaria llegada de la civilización y evaluaba los países atrasados como bárbaros, primitivos, subdesarrollados, y las resistencias culturales al avance del “capitalismo”, revueltas parroquiales que se debían aplastar. Lenin por el contrario inventó la noción revolucionaria moderna del “imperialismo” que oprimía a los pueblos atrasados, muy útil a los comunistas en el Tercer Mundo. Fue en ese sentido, el nervio del tercermundismo, la falsa pero exitosa idea de que los males de los países pobres son causados por los países ricos. Y lo cierto es que aunque entre Marx y Lenin haya un océano de diferencias insalvables, el marxismo-leninismo fue el pensamiento para la acción que rigió la revolución del siglo XX para la toma del poder.
Muere el marxismo-leninismo
Sin esa noción farsesca, demagógica e irresponsable, gran parte de la política latinoamericana del siglo XX no hubiera tenido lugar, puesto que en su conjunto, la historia política de la región resuda odio a EEUU. Las primeras rupturas conceptuales con el leninismo las realizan V.R. Haya de la Torre y Rómulo Betancourt a comienzos de los años 30. Surge así una izquierda democrática, no leninista, socialdemócrata, que pronto deja de ser izquierda y se convierte en centro. El marxismo- leninismo triunfante toma prácticamente toda África, avanza abrumadora en Asia, se cuela en Latinoamérica y disputa la política en Europa. Por eso el gigantesco Carlos Rangel murió en la idea de que el comunismo derrotaría la democracia. Pero en 1989 se desploma aquél monstruoso y podrido andamiaje construido de apariencias y engaños, aunque los sectores informados sabían que todo era mentira, que era el reino del horror.
En un largo proceso de mutilaciones, desde la primera en 1933 hasta 1967, fecha de su edición completa en Occidente, El maestro y Margarita la genial novela de Mihaíl Bulgacov, dejaba en ridículo el paraíso socialista. El personaje era un irónico diablito que se desplazaba por aquél mundo inerte, inservible, muerto, de la administración soviética, cuyo personal medraba en los escritorios bajo la inmortal consigna: “el Estado finge que nos paga y nosotros fingimos que trabajamos”. Y de hecho, cuando aquella estructura podrida se desploma como consecuencia de la operación concertada entre Reagan, Juan Pablo II, Gorbachev y Solidaridad, 98% de su población activa fingía trabajar y cobrar para el Estado y el país tenía por lo menos 15 años de retraso tecnológico con respecto a EEUU y 50 años de rezago en materia social.
Cadáver a la basura
La producción del mundo comunista había caído en 60% y la Iniciativa de Defensa Estratégica gringa convertía a la Unión Soviética en un tigre de papel. Uno a uno los países de la órbita comunista, sin violencia, sin caos, revolución ni muerte (salvo Rumania) realizan sus procesos electorales, sus acuerdos de gobernabilidad y salen del comunismo por la vía suave. Ante la muerte del dragón rojo, Fidel Castro convoca en 1991 a un grupo de extremistas y demás ñángaras continentales que se habían quedado colgados de la brocha y les propone que inventen algo para hacer renacer la revolución. Es el Foro de Sao Paulo. Coinciden en que el leninismo, los valores revolucionarios asociados al derrumbe, debían ceder el paso a nuevas banderas en el lenguaje estrictamente democrático y electoral: el multiculturalismo, la “igualdad de género”, la participación.
La lucha contra los monopolios, el neoliberalismo y las cúpulas de poder, y el regreso al poder originario, constituyente, para regenerar ese mundo enfermo de capitalismo. El enemigo es la hidra cuyas cabezas son el FMI el Banco Mundial y las transnacionales. En 1998 triunfa Hugo Chávez con una revolución de corte nacionalista radical divorciada del leninismo, los paredones, los juicios populares, las expropiaciones masivas y la expulsión del capital extranjero. Al mismo tiempo Cuba se desleniniza demasiado lentamente, porque ha quedado claro para el mundo: el marxismo leninismo es la forma más segura de matar de hambre al mundo. Oír de políticos autodefinidos marxista leninistas suena como el descubrimiento de nuevos restos de neandertales y puede matar a alguien con un ataque de piojos ideológicos.
@CarlosRaulHer

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