sábado, 16 de julio de 2011

EL SIMULACRO, LAS MINICADENAS

Fausto Masó

Mientras más insiste el Presidente en demostrar que nada ha cambiado, aumenta la sensación de que el Gobierno sin la energía enfermiza de Chávez es un pobre simulacro. Durante 13 años hemos soportado un estado de histeria, subsidiado por los precios del petróleo. Nadie ha gobernado, pero interminables cadenas, amenazas, chistes, nos convencieron de que algo pasaba en Venezuela. En realidad, la verborrea disimulaba la falta de una épica, una ética revolucionaria, un espíritu de sacrificio. Hemos vivido una telenovela grosera donde el lugar de los guerrilleros heroicos los ocuparon los oportunistas enriquecidos.

Esta parodia de miniconsejos de ministros, minicadenas, dan pena ajena. El silencio por unas semanas del gran animador nacional permitió abrir los ojos y quedar abrumados por el espectáculo de un país en ruina. Los venezolanos se sienten terriblemente hastiados.

El Presidente promete no tomarse ya 40 tazas de café al día, ni llamar a sus ministros a las 3:00 de la mañana, dormir y comer ordenadamente; reconoce que a su cuerpo le ha pasado factura tanto descuido y se encuentra como el país, en ruina; afirma que cambiará de estilo de vida, para mandar por los siglos de los siglos.

El Presidente no miente, pero tan pronto recupere su salud olvidará los buenos propósitos, nos atormentará otra vez con cadenas de 7 horas; hasta reconoce ahora que su hiperliderazgo castraba a sus ministros, dice que nadie es imprescindible, pero ¿lo cree?; afirma que perdió 14 kilos de peso, lo que no se refleja en las fotografías; ya no anda con 3 celulares, y quiere aprender a delegar. Si delega, si descentraliza, se acaba su socialismo burocrático, centralista, charlatán.

Hemos vivido 13 años un sistema apuntalado en una cámara de televisión y recursos abundantes del petróleo.

Este ha sido un ¿socialismo? bullanguero, manejado por un presidente que no gobierna, y que cuando calla saltan a la vista las mataduras del sistema, la enorme vergüenza de un país en constante degradación, donde nos hemos doblegado ante el mensaje que recibimos abrumadoramente por radio y televisión, sin que se construyan más allá de la imágenes televisivas, viviendas, obra alguna, sin contar con un gran partido socialista, sino un gigantesco como vaya viniendo vamos viendo, en medio de una destrucción incesante de empresas, fincas, de gente, en una marcha veloz rumbo al vacío, agobiados por el ruido ensordecedor del Presidente.

Hugo Chávez dejó de ser ya una curiosidad para América Latina, Estados Unidos, Europa, China; de aquí no saldrán guerrilleros ni armas atómicas.

Esta Venezuela no es la Cuba de los años sesenta ni el Irán de hoy, sino micrófono y petróleo.

Chávez moviliza tropas hacia la frontera con Colombia, Colombia bosteza. En la frontera de Pakistán y la India, hubiera comenzado una guerra.

Los venezolanos habitamos en una región pantanosa similar a la que hay entre Panamá y Colombia, donde impera el hastío, el decaimiento, la nada. Hemos participado en una caricatura de revolución, en un bochorno.

En estas minicadenas Chávez no se quita los anteojos y le pega como anillo al dedo la cita manida de Marx: Ciertos acontecimientos históricos se viven la primera vez como tragedia, la segunda como farsa.

Aunque mañana Chávez se proclamase curado, ya nada volverá a ser como antes.

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