sábado, 23 de julio de 2011

Pasión por el imperio

Quién entrega su país a una satrapía plagada de degradación, miseria y sufrimiento...

CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ | EL UNIVERSAL
sábado 23 de julio de 2011 12:00 AM

Una aberración política del siglo XXI ha querido convertir a Simón Bolívar, un mantuano, intranquilo por el avance de la "pardocracia", en un socialista pionero de la lucha antiimperialista, un Che Guevara precoz.

Según los marxistas el imperialismo es un fenómeno contemporáneo distinto de los imperios que existen desde hace cinco mil años. En Inglaterra del siglo XIX nace la hegemonía global del "capital financiero" que al comienzo se ejerce sobre las Américas en coexistencia con el colonialismo clásico: Inglaterra colonizaba India al tiempo que "neocolonizaba" América. Mientras la nueva versión "finge" respetar la independencia política formal de las naciones, controlándolas a través de sus economías y comercio exterior, el colonialismo las gobierna directamente sin tapujos. El concepto lo crea Hilferding, lo populariza y aplica Lenin, quien saca en su obra conclusiones contrarias al marxismo con las que cambió el mundo. Hasta él a ningún revolucionario se le ocurría el desaguisado de que la relación con las sociedades desarrolladas podían representar "atraso" (?) y es lugar común que para Marx lo mejor que ocurrió a India y México fueron la presencia británica y la rebanada gringa. Ya en el poder Lenin entendió que tenía que "enganchar el viejo carro ruso a la locomotora alemana" para que el socialismo no se convirtiera en la fábrica de acero y degradación que fue con Stalin.

En el Congreso de Verona (1822), la Santa Alianza (Rusia, Austria y Prusia) declara guerra a muerte a los recientes estados representativos y a la libertad de expresión que se imponía en Europa. Deciden invadir España para imponer una monarquía absoluta y borrar cualquier sombra de la democrática Constitución de Cádiz y el "trienio liberal". Amenazada gravemente su seguridad, Inglaterra apoya -y se apoya- en las nuevas naciones americanas, y ante el peligro de quedar cercada con la eventual recolonización de Hispanoamérica, propone a EEUU una declaración conjunta contra la amenaza. El presidente Monroe la hace pero a nombre solo de Norteamérica, desmarcándose de la madre patria. "América para los americanos", lejos de lo que han dicho la ignorancia y la manipulación, es una declaración temeraria de un país débil que, razonablemente, muchos pronosticaban se desintegraría; tan desproporcionada como que hoy Tailandia pusiera un ultimátum a China por la independencia de Taiwán. La prueba es que Inglaterra durante el siglo XIX invadió tres veces a Latinoamérica: Malvinas (1833), Nicaragua (1841), República Dominicana (1865), sin que EEUU pudiera hacer nada. Gracias al comercio con las Américas, "la pérfida Albión" logró alcanzar su máximo poderío económico y político "neocolonial". Gracias a la habilidad de EEUU, no hubo recolonizaciones ni demasiadas invasiones europeas.

La Doctrina Monroe en 1823 desmarca con habilidad, sin dejar de ser su aliado, a EEUU de la antigua metrópoli (ya para entonces la primera potencia imperialista) y planta cara a Europa Continental que planeaba devorar las nuevas repúblicas. Pero en el sur un líder latinoamericano a lo largo de toda su carrera le ofrece al imperialismo inglés hasta el alma del continente. Las consideraciones estratégicas pueden discutirse, pero lo cierto es que Simón Bolívar siempre quiso convertir la región en una especie de protectorado inglés. Nada de antiimperialismo ni niño muerto. En sus profusos discursos, proclamas y declaraciones, Bolívar plantea claramente con su énfasis característico, esta tesis central: Hispanoamérica debe entregarse incondicionalmente a Inglaterra. Al contrario, los norteamericanos tuvieron mucha más conciencia de su integridad nacional. En "Carta a Hyslop" (27-05-15) Bolívar ofrece, sin autorización de nadie a cambio de fusiles y municiones "... al gobierno británico las provincias de Panamá y Nicaragua, para que forme de estos países el centro del comercio del universo". En "Carta a Wellesley", dice que con la independencia "la Inglaterra, casi exclusivamente, verá refluir en su país las prosperidades del hemisferio que, casi exclusivamente, deberá contarla como bienhechora". El padre de Colombia ofrece su hija.

¿Tendrá que ver eso con el manejo ligero del principio de soberanía, que un régimen "bolivariano" en el siglo XXI arroja como unas medias rotas? Bolívar quería depender de una gran nación. Pero quién entrega su país a una satrapía plagada de degradación, miseria y sufrimiento como Cuba, regida por un caudillo que encarna el lado oscuro de la Humanidad.

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