Pensar en una Venezuela sin Hugo Chávez era un imposible hasta el jueves pasado. Después de haber apoyado el paro petrolero y un golpe de Estado durante los primeros años de la revolución bolivariana, la oposición se había resignado a buscar la improbable salida del comandante por la vía electoral, a pesar de sus dudas sobre la transparencia de las elecciones en un Estado cada vez más controlado por el oficialismo. En la comunidad internacional también se pensaba que habría Chávez para rato y si acaso cabía la hipótesis de que la campaña presidencial del año entrante sería la más difícil de todas las batallas políticas que ha ganado el mandatario en sus 12 años en el poder.
Pero lo que no lograron los rivales de Chávez, internos y externos, lo produjo un cáncer inesperado, todavía de alcances desconocidos pero cuya revelación cambió el panorama político del país vecino. "Por primera vez millones de venezolanos empezaron a imaginarse un país sin Chávez", según el conocido analista Moisés Naím.
Los efectos definitivos del cáncer que afecta al presidente venezolano dependerán, finalmente, de los alcances de la enfermedad. Carlos Duarte, oncólogo del Instituto Nacional de Cancerología, asegura que "por lo que ha pasado, por las características con las que salió en televisión, se ve que la enfermedad lo ha golpeado muy duro". En su dramática alocución del jueves, desde La Habana y después de un misterioso silencio, Chávez no dio detalles sobre dónde están las "células cancerígenas", ni sobre la duración ni el tipo de "tratamientos complementarios" que está recibiendo después de "la extirpación total del tumor". Tampoco dio pista alguna sobre cuánto tiempo permanecerá en Cuba ni cuándo podría ser su regreso a Venezuela.
Pero todos los detalles de la inusual intervención televisada conducen a la conclusión de que la enfermedad es grave. En contra de su práctica habitual de intervenciones largas y emotivas, Chávez leyó una declaración en la que cada palabra estaba cuidadosamente escogida. Se veía demacrado, con varios kilos menos de peso y apareció detrás de un alto atril que le cubría casi todo el cuerpo. Comparó el momento actual con los dos puntos más bajos de su carrera en el poder: su fracaso en el intento de golpe contra Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992, y su temporal salida del poder el 11 de abril de 2002, esa vez a causa de un golpe contra él. Mencionó los dos episodios para decir que una vez más saldrá adelante y superará la crisis. Pero al hacerlo dejó claro que la enfermedad y el tratamiento lo han conmovido en forma profunda y que probablemente nunca volverá a ser el mismo de antes.
Las reacciones a la inesperada crisis de salud de Chávez se caracterizaron por la prudencia. Varios líderes extranjeros -incluido el presidente colombiano, Juan Manuel Santos- formularon votos por la pronta mejoría, y el gobernador de Miranda, Henrique Capriles -quien aspira a la Presidencia y se pelea el primer lugar de las encuestas-, dijo que "yo quiero enfrentar a Chávez bueno y sano". La cautelosa declaración se explica por la falta de claridad que hay sobre el verdadero estado de salud del presidente, pero también porque las consecuencias en el corto plazo son favorables a Chávez. El jueves en la noche hubo manifestaciones de solidaridad en las calles de Caracas y de otras ciudades, y hasta se podría pensar que el inesperado percance le sirva para bajarle el tono al ambiente de pugnacidad que reinaba en Venezuela y la profunda polarización que se había abierto entre chavistas y opositores. No faltaron opiniones en el sentido de que Chávez estaba exagerando la gravedad de su situación como antesala de un posterior retorno heroico y victorioso a Venezuela.
Lo más probable, sin embargo, es que en el mediano plazo las secuelas del cáncer afecten a Chávez desde el punto de vista político. "Chávez va a empezar a perder apoyo porque Venezuela no puede darse el lujo de esperar para superar sus problemas", según el presidente del Diálogo Interamericano, Michael Shifter. Dentro de un año y medio -en diciembre de 2012- habrá nuevas elecciones y se decía -antes del tumor- que la competencia se llevaría a cabo en el peor momento de Chávez y en el mejor de la oposición. La imagen del mandatario se ha debilitado -rondaba el 50 por ciento antes del descubrimiento del tumor- y los problemas del país se han multiplicado. La economía cayó durante dos años seguidos, en 2008 y 2009; la inflación es la más alta del continente, y la inseguridad en las ciudades está desbordada. Desde el 12 de junio estalló también un motín entre internos en la cárcel de El Rodeo, cerca de Caracas, que se extendió a otros centros penitenciarios y que la Guardia Nacional no ha podido controlar.
En cambio, la oposición se estaba preparando para la campaña electoral de 2012 con mayor visión estratégica y con la firme intención de no repetir los errores del pasado. La Mesa de Unidad está funcionando entre todos los partidos antichavistas y de ella han salido dos acuerdos que pueden tener un impacto significativo: escoger un candidato único mediante elecciones primarias, que se llevarán a cabo el 12 de febrero, y que en estas se utilice un tarjetón único en vez de papeletas elaboradas por cada partido. Al menos hasta ahora, estos dos mecanismos han servido para consolidar un compromiso de apoyo de toda la oposición para el que resulte ganador.
Hasta hace tres semanas, la agenda de gobierno de Chávez estaba totalmente diseñada para voltear el panorama y asegurar su victoria en las urnas, para lo cual ha demostrado talento y disposición a echar mano de lo que haga falta. En 2006, cuando se hizo un referendo revocatorio, Chávez había comenzado en desventaja y al final obtuvo un triunfo amplio gracias al manejo populista del gasto público, a su discurso demagógico y a la pésima campaña que hizo la oposición.
¿Repetirá ahora la misma hazaña? ¿Afectará el cáncer sus posibilidades como candidato? En cualquier competencia electoral, una enfermedad grave de uno de los aspirantes es un factor determinante porque pone en tela de juicio su capacidad para conducir el gobierno. Pero todo dependerá de si Chávez logra recuperarse, o no, en los 18 meses que faltan para las elecciones.
Lo cierto es que el panorama cambió de un momento a otro y que ninguna de las partes, ni el gobierno ni la oposición, contemplaba un escenario como el que se ha abierto. Al fin y al cabo, Hugo Chávez ha copado la escena política, controla el gobierno y casi todos los órganos del Estado, y ha sido el referente, incluso, de una oposición que no se ha destacado por sus propuestas sino por sus reacciones a las actuaciones del presidente omnipresente.
Un chavismo sin Chávez es una imagen impensable, tanto para el ejercicio del gobierno como para la batalla electoral. La revolución bolivariana se caracteriza por su caudillismo y, al igual que todas las experiencias de esta naturaleza, solo tiene una figura que tiende a ser irreemplazable. El proyecto venezolano no tiene una dirección colectiva y el estilo del líder, durante sus años en el poder, ha sido precisamente el de bajarles el perfil a las figuras que en algunos momentos han adquirido visibilidad. Luis Miquilena, José Vicente Rangel, Diosdado Cabello encabezan una larga lista de figuras que desfilaron por momentos en los cargos más altos y que fueron muy cercanos a Chávez, pero que después se distanciaron y desaparecieron del panorama.
Nadie sabe a ciencia cierta dónde está el piloto en estos momentos para conducir a Venezuela. Desde el punto de vista formal, el vicepresidente, Elías Jaua, es el encargado de sustituir al jefe del Estado durante sus ausencias temporales. Pero es una figura de liderazgo débil y poco conocimiento, cuyas funciones delegatarias ni siquiera están claras: hasta el momento, Jaua no ha asumido el encargo ante la Asamblea Nacional. No se sabe con certeza si el mandatario puede gobernar desde Cuba, sobre lo cual ha habido una intensa controversia y, según Teodoro Petkoff, las ausencias temporales solo están permitidas por un periodo máximo de seis meses. ¿Qué pasaría si en ese lapso no ha terminado el tratamiento de Chávez?
Se da por descontado que Chávez será candidato presidencial, aun si está grave de salud. Ninguno de los alfiles del actual círculo más cercano al mandatario ejerce la atracción del líder. Entre ellos figuran el canciller, Nicolás Maduro, quien también presidió la Asamblea Nacional, y el vicepresidente Jaua que, según las informaciones, son los que han estado en contacto con Chávez en Caracas y los que estuvieron mejor informados sobre la verdadera dimensión de la enfermedad. Por proximidad personal en la lista de posible relevo estarían Adán Chávez, hermano del presidente y actual gobernador de Barinas, que tiene imagen de radical y sectario. Y José Vicente Rangel, ex vicepresidente y exministro del chavismo, que ha vuelto a rondar por el Palacio de Miraflores después de algunos meses de alejamiento. Pero ninguno tiene la talla del jefe y no se puede descartar que si Chávez no está al mando se desate una dura lucha intestina por la sucesión, que podría debilitar a la colectividad.
Por los lados de la oposición hay varias cartas en el juego. Algunas vienen de la vieja guardia y tienen su origen en los partidos tradicionales, por lo cual son las más débiles desde el punto de vista estratégico: Eduardo Fernández, Oswaldo Álvarez Paz, Diego Arria, Antonio Ledezma, Henry Ramos Allup, Manuel Rosales, Henrique Salas Feo, César Pérez Vivas. Todos estos nombres se han mencionado, aunque habrían sido opciones más propias de la política anterior a la revolución bolivariana. En los últimos años han surgido María Corina Machado y Leopoldo López, que tratarán de estar en la línea de partida -López está inhabilitado por una sanción administrativa-, pero las encuestas para las elecciones primarias están encabezadas por Henrique Capriles -el actual gobernador de Miranda, que derrotó en ese crucial estado al emblemático chavista Diosdado Cabello- y en un distante segundo lugar, Pablo Pérez, gobernador del Zulia.
La baraja de candidatos de la oposición es amplia y diversa. Pero tendrán que demostrar que esta vez sí pueden unificarse en un solo nombre y que la competencia por la candidatura no profundizará las diferencias ni abrirá heridas imposibles de sanar. Durante los 12 años de revolución bolivariana la oposición ha sido caótica y poco estratégica, y los acuerdos para formar la Mesa de Unidad han sido lentos y frágiles. El único común denominador en un espectro tan diverso ha sido el interés por derrotar a Chávez, y la falta de este último -o la idea de que es vulnerable a causa de su enfermedad- podría crear incentivos para la proliferación de candidaturas. Según Nicmer Evans, politólogo de la Universidad Central de Venezuela, "la oposición no tiene norte sin Chávez porque no tiene a quién contradecir".
Lo único claro de la enfermedad de Chávez y de su exilio temporal en La Habana, mientras se recupera de las dos operaciones que le hicieron, es que la política venezolana cambió y que tarde o temprano Chávez no estará en el escenario. Lo más probable es que, grave o no, seguirá en el poder e irá a las elecciones, pero es casi seguro que no podrá permanecer en la Presidencia durante un nuevo sexenio que comience en enero de 2013. En esas condiciones, el electorado tendrá el año entrante una disyuntiva entre elegir un gobierno que terminará en un chavismo sin Chávez, o adelantar un viraje hacia un proyecto menos radical, que casi nadie consideraba posible en el corto plazo.
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