lunes, 4 de julio de 2011

LA REVOLUCION É FINITA

Carlos Blanco

Hugo Chávez para todo efecto práctico no ejerce la presidencia de Venezuela porque no puede. Firmar unos papeles y hablar con sus colaboradores no es gobernar, menos aún para quien la acción de gobierno consiste en hablar de manera interminable. Esta realidad impone plantearse escenarios acordes con la emergencia. Un gobierno de transición o el adelanto de las elecciones ante la realidad de que el Presidente no está y no tiene relevo real son temas que están en la agenda.

GOBIERNO A CONTROL REMOTO. El acto de gobernar es complejo y -como queda dicho- bajo Chávez ha sido a través de su discurso imparable e inextinguible; su ausencia, sin que haya instituciones sólidas que lo suplan, crea una inexistencia fáctica que impide el ejercicio práctico del gobierno. Un grupo de ministros reunidos en un pasillo tenebroso de Miraflores, con el puño levantado en pretendida señal de fortaleza, muestra exactamente el desamparo en el cual la ausencia de su jefe los ha dejado. Sus declaraciones, sus énfasis, sus seguridades, tienen inevitables agujeros de miedo. Ellos fueron engañados o los pocos que lo sabían engañaron al país.

Unos videos tristones para demostrar que no está tan mal es lo más contraproducente que se le podría haber ocurrido a una cáfila de ineptos en materia comunicacional. Los videos han derrumbado la imagen del otrora potente líder. El superpoderoso al ser convertido en un hombre mortal ha destruido el símbolo que durante unos 15 años había edificado. No quiere decir que vaya a morir pronto y si se cuida más bien puede durar mucho, pero ha pasado de ser el símbolo del poder al símbolo del no-poder.

En este marco, el acto de gobernar hoy imposible para él, pareciera haber sido asumido por un equipo cubano-venezolano. Recuérdese que los jefes de Cuba junto a un par de colaboradores venezolanos fueron los únicos informados de la condición presidencial. Más de uno que pretendía gozar de la confianza del jefe quedó fuera del círculo íntimo que supo de la gravedad y de la crisis política consiguiente.

Sin embargo, pretender manejar el país desde un nosocomio cubano o desde un cuarto del Hospital Militar en Caracas es imposible. El mando a control remoto es muy difícil, sobre todo con la inflación en la lista de aspirantes a la sucesión.

TRANSICIÓN. Si se busca un aterrizaje suave en la crisis política desatada, se debería avanzar hacia un gobierno de transición. No significa hacer una coalición partidista sino llegar a entendimientos mínimos entre el chavismo y los sectores democráticos. Esto significaría un programa que descomprimiera el ambiente político, dentro de lo cual la libertad de los presos políticos, el regreso de los exiliados, la suspensión de las inhabilitaciones, y una nueva relación con empresarios, trabajadores y partidos, comunicasen un espíritu de diálogo.

Si Elías Jaua como vicepresidente encargado de la Presidencia pudiera hacer este viraje con el apoyo de su partido, el país podría encaminarse hacia una solución institucional en los tiempos y ritmos previstos por la Constitución. Un posible cambio en la composición del Consejo Nacional Electoral para transmitir una discreta sensación de parcialidad atenuada, la sustitución de impresentables oficiales militares como el general Rangel Silva, y la recomposición del gabinete ejecutivo, serían elementos que ayudarían a superar el largo año y medio que restaría del actual período constitucional.

Aunque esto parezca imposible, no hay que olvidar que Chávez suele cambiar de tono cuando su situación personal, directa e inmediata, está comprometida. Ante la realidad de una lucha en sus filas por la sucesión, que ni que quiera podrá evitar, entonces podría admitir que sus lugartenientes establezcan una especie de armisticio con las fuerzas democráticas para que el desastre existente no envíe al demonio hasta la más pequeña posibilidad de convivencia.

¿Puede Chávez cambiar? No es de descartar que ante su tragedia un personaje pueda desandar sus pasos, producto del diálogo consigo mismo. La reflexión sobre el tiempo que hizo en su presentación cubana es muy esclarecedora para entender lo que lo asedia; el tiempo como duración está allí, implacable; el tiempo del tiempo a veces se acorta considerablemente, y el hocico del abismo que ya ha visitado, según confesó, asoma detrás de la carcoma maligna. Para un hombre que no tuvo conciencia de los límites de su poder, la idea de la finitud debe ser terrible; aun cuando pueda vivir mucho más, ya le ha visto la cara al fin; sabe que existe, que le puede invitar a comparecer, y es entonces cuando los hijos y los padres, los amores olvidados, los amigos traicionados, los rumbos que fueron posibles y se perdieron, reaparecen. En circunstancias como éstas los seres humanos pueden dar virajes que ninguna fuerza externa podría provocar, ¿podría Chávez ayudar a la reconciliación del país que ha destruido con su odio? ¿Puede hacer como Fidel que entregó su mando sin demasiado aspaviento cuando pensó que en la antesala se arrellanaba la parca?

ELECCIONES. Desde el punto de vista político es difícil que Elías Jaua pueda sustituir a Chávez en la presidencia. No tanto porque la oposición le niegue comprensión sino porque los distintos subjefes del PSUV lo hagan. Es posible que Diosdado Cabello, con cierto apoyo militar, requiera el cargo o tal vez el hermano del Presidente que ha anticipado su aspiración con una memorable torpeza que demuestra que ha entendido poco; y lo poco entendido lo ha entendido mal. Si las cosas se complican es posible que no quede más remedio que una convocatoria anticipada de las presidenciales para resolver lo que podría configurar un vacío de poder, dadas las limitaciones del Presidente y la incapacidad de un relevo con poder político real.

Las fuerzas democráticas, entendidas en su más amplia acepción, los partidos de la Mesa y los que no están allí, las organizaciones sociales, las personalidades representativas, los intelectuales públicos, los periodistas, la Iglesia, las universidades, los estudiantes, los militares, están obligados a prepararse para un cambio que no estaba previsto en la forma en la cual ha comenzado a producirse. Lo fundamental es que no hay sólo unas elecciones en perspectiva sino una transición de la cual la jornada electoral forma parte; una transición que comienza antes de las elecciones y sigue después de su realización. Se trata de un proceso en el cual, de forma inesperada, se eclipsa la referencia más importante que ha tenido el país en casi tres lustros de su historia reciente. La amplitud, el diálogo y la disposición a resolver los dilemas colosales que la transición demanda, hablarán de la calidad del liderazgo que sepa cabalgar en el lomo de una crisis que se ha desatado como bestia indómita. Abstenerse aficionados.

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