Simon Bocanegra
TALCUAL
Lo que hicieron en la Asamblea Nacional varios diputados del PSUV es algo que no tiene antecedentes en la vida pública venezolana. En sentido estricto, es incalificable.
¿Bochornoso? Demasiado suave. ¿Vulgar? Muy poco para lo habido. ¿Grosero? No da la medida. Por eso, repito, no hay manera de calificar lo sucedido.
Ver y oír a varios diputados del PSUV insultando a la gente de PJ en los términos más bajos, incluyendo expresiones homofóbicas indignas de los tiempos que vivimos, pero, por añadidura, con las groserías del lenguaje coloquial venezolano, ni siquiera producía rabia sino más bien una suerte de pena ajena.
Pena por nuestro país. Pena por donde lo han llevado.Pero, tuvo algo de bueno el episodio. Diosdado, que no llamó nunca la atención a sus copartidarios ni pidió respeto para el propio recinto donde se desarrollaba el debate, permaneció impertérrito durante toda aquella andanada de insultos y agresiones, convalidándola de hecho.
El PSUV, o por lo menos una parte importante de él, exhibió su verdadera catadura. Esa es la gentuza que nos gobierna.
Y se tiene que señalar al propio partido y no a un diputado aislado, porque estos diputados hablaron en nombre de la patota a la cual pertenecen.
Probablemente hay entre los diputados de ese partido algunos que debieron sentirse incómodos con el espectáculo, pero callaron. El miedo es un disuasor muy poderoso.
Pero, la mayoría probablemente aplaudía en su fuero íntimo el comportamiento de sus colegas.
Nada de raro tiene que se sintieran expresados por esos sujetos. Porque llevaron a un extremo lo que, sin embargo, constituye todo un estilo de conducta política que no nos ha sido extraña durante estos catorce años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario