viernes, 16 de agosto de 2013

Homofobia roja

     JEAN MANINAT   

EL UNIVERSAL
16 de agosto de 2013
En una esplendorosa película, Una jornada particular, Ettore Scola, relata la historia de amor platónico entre una ama de casa de un barrio proletario en Roma, y su vecino intelectual y homosexual, mientras la barriada entera sale a celebrar la estulticia fascista con la cual Mussolini trató de acabar con una de las culturas más ricas de la historia. Desde entonces, tender unas sábanas en una azotea, seguirá siendo una de las secuencias más eróticas del cine universal, independientemente de si quien ventila los secretos de su alcoba al aire libre y quien la vigila enamoradizo, pero renuente, sucumben o no al deseo que los inquieta. Al final de la cinta queda despejado el odio fascista contra la libertad y el don religioso de la libre elección. Los esbirros fascistas vendrán por él para borrar su derecho a la diferencia.

Otro tanto pasó en la cúspide del fidelismo, cuando la homofobia inundó el catecismo marxista-leninista en boga entonces en la isla y se establecieron campos de concentración para quienes eran considerados enfermos por la alta jerarquía del régimen. Hasta entonces habían cohabitado con más o menos tranquilidad en la isla, como lo hacían tantos en otros lugares del globo terráqueo. La persecución contra los homosexuales fue feroz, como lo fue contra todo el que disintiera del máximo jefe, quien dictaba insomne desde lo que había que leer y escribir hasta cómo se debía cruzar genéticamente el ganado.

En el ámbito intelectual, la rendija semidorada que le cedieron a José Lezama Lima, nunca opacó la oscuridad en vida que le dieron a Virgilio Piñera y menos aún la noche acorralada a la que aventaron a Reinaldo Arenas.

Cuando el daño estaba hecho, Mariela Castro, la hija de Raúl Castro, sexóloga de profesión, y directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) comenzó una cruzada para recuperar el cementerio de personalidades vivas y muertas que la homofobia verde olivo había aniquilado, y a partir de allí, recuperar una ciudadanía pasable para los que otrora eran unos parias en una sociedad que pretendía ser un símbolo de la liberación de la humanidad entera.

Nuestros remedadores en el alto oficialismo han decidido que la mejor manera de esconder su profunda incapacidad -no digamos de gobernar sino de al menos hacer el aguaje de que gobiernan- y obtener una legitimidad que no tienen, es implementando una campaña sucia y teñida de homofobia que, según sus cuentas, destruiría  a la oposición democrática y los salvaría de enfrentar las venideras contiendas electorales donde todo indica que se llevarían una buena pela. ¡Qué mejor argumento, en su mentalidad fascista, que mostrar que hay alguien entre las filas de la oposición democrática a quien le da la gana de transmutarse en lo que le da la gana! Uno se imagina el teléfono rojo repicando furioso desde La Habana anunciando la reprimenda que les espera por meter la pata, una vez más, de manera tan pasmosa que pareciera hecho adrede. ¡Eso no funciona caballero!

El espectáculo que propiciaron los jefes del fascismo rojo en la Asamblea de los horrores ya está recorriendo el mundo y sacando a flote el verdadero talante del llamado socialismo del siglo XXI: el despotismo, la exclusión de quienes piensan distinto, y una oscura  ineptitud para conectar con la modernidad democrática que florece en otras partes.

Es una apuesta sosa, sin más punch que el asombro que causa incluso entre quienes los apoyan a nivel internacional. El mundo progresista, tan dado a favorecer cualquier discurso que se diga revolucionario, debe estar observando espantado a los trogloditas rojos expulsando homofobia y odio por todos los sentidos. Curioso lo bien que les viene la denominación de redneck.

El terror surte su efecto, cómo negarlo, pero siempre al final termina devorando a quienes lo ejercen. La afilada hoja del doctor Guillotine terminó cercenando la testa del más adusto y grave de los revolucionarios franceses: Robespierre, quien tanto admiraba su efecto en otras cabezas.

El país se les deshilacha entre las manos, lo saben y lo que es peor para ellos, su gente lo siente a diario en sus hogares. O se avocan a gobernar y poner fin a las inclemencias a las que someten a diario a los venezolanos o lo que les queda de la ya dilapidada herencia se desvanecerá. Que se bajen de sus aviones y pregunten por estas calles.

Mientras tanto: Eros seguirá triunfando sobre Tánatos en la lucha por la libertad.

@jeanmaninat

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