lunes, 19 de agosto de 2013

UNA REFLEXIÓN INCONCLUSA: ¿ES LA CONSTITUYENTE VÍA EXPEDITA PARA SALIR DE LA CRISIS?

EL BLOG DE EMILIO NOUEL
Emilio Nouel V.

13-8-2013



                                                               I

La propuesta de hacer una constituyente como instrumento para superar los actuales problemas político-institucionales del país, podría ser abordada desde varios ángulos.
En primer lugar, hay que decir que las asambleas constituyentes se producen en situaciones políticas muy particulares. O bien después de una gran conmoción social (revolución triunfante, insurrección popular, golpe de Estado) o bien porque las élites, bajo la presión de ciertas circunstancias políticas críticas pero no necesariamente violentas, deciden, en aplicación de normas constitucionales previamente establecidas, poner en práctica este mecanismo con vista a la refundación y/o remozamiento de parte o de toda la estructura político-institucional de un país. En ambos casos, son vías que dan salida a una alta presión política y social, que demanda ir a la fuente primaria del poder. 
Ejemplos tenemos en el mundo, de ambos casos. En Venezuela, también.
En segundo lugar, y ya refiriéndonos a las razones de fondo, se convoca a una asamblea constituyente para que sea el soberano, el pueblo, quien escoja a los que van a decidir sobre varios asuntos graves, relativos a la forma de gobierno, la elección de los representantes de los poderes públicos, los derechos fundamentales, las atribuciones de los poderes, entre otros muchos más.
Está claro que el constituyentista adquiere una grave responsabilidad y poder.
Con la realización de una Constituyente, se produce, simultáneamente, un proceso de legitimación o relegitimación de los nuevos y/o viejos poderes constituidos.
De forma sumaria, así son el origen, motivos y lo que trae consigo una asamblea constituyente. 
                                                                      II

Un grupo de distinguidos venezolanos ha formulado recientemente un llamado para una constituyente.  
Un documento que ha llegado a mis manos (presumo que es auténtico), señala que con la propuesta se pretendería “restablecer el orden Jurídico y la democracia, porque es la única vía posible para detener la consolidación de un sistema que pretende conculcar definitivamente las libertades ciudadanas, destruir  el orden económico libre, solidario y productivo, y marcar con el signo de una dictadura totalitaria el destino nacional”.
En él, se hace un diagnóstico de la situación política y económica del país; se afirma que la democracia ha entrado “en etapa agónica”, y que los venezolanos estamos enfrentando “no a un gobierno, sino a un sistema”, y remata diciendo que “mientras exista esta forma de gobierno no habrá solución a la grave situación del país”.
Finalmente, manifiesta que tales graves circunstancias obligan a apelar al poder constituyente originario (art. 347 de CN), “a fin de transformar el Estado, crear un nuevo orden jurídico y si fuese necesario, aprobar una nueva constitución”.
En cuanto al procedimiento y fundamento, refieren los artículos 349 y 350 de la Constitución.
Para los proponentes, si bien el plan de rescate no resultará fácil, “la fuerza de la calle y la conciencia del reto que tenemos, deberán imponer las reglas que permitan unas votaciones libres y transparentes.”
Por otro lado, hemos leído declaraciones en apoyo de esta idea. Así, María Corina Machado, ha sostenido:“Yo estoy pidiendo y convocando una constituyente, no basta ser mayoría y ganar elecciones, aquí se necesita acompañar esta lucha en el plano electoral con la movilización de los electores en la calle”.
Julio Cesar Moreno, por su parte, pregunta: “¿Por qué no activamos ese mecanismo para provocar el próximo año, a través de una decisión que tome esta Asamblea Nacional Constituyente, una nueva elección presidencial? Y lograr además designar por ejemplo un nuevo TSJ, una nueva Contraloría, una nueva Fiscalía, una nueva Defensoría, es decir, los mecanismos institucionales que estamos denunciando como ilegítimos. La oposición debería estar orientada en la gran idea de convocar al país a una nueva Asamblea Constituyente (…) sería una iniciativa absolutamente democrática y popular que sale de las entrañas del país.”
Hay que señalar que, en general, los proponentes no son contrarios a participar en las elecciones del 8D, y pareciera que su objetivo central no es cambiar la Constitución.

                                                                            III


Es difícil estar en desacuerdo con el diagnóstico de la grave situación del país que hace el documento comentado muy sucintamente. Y está claro el mecanismo que nuestra Constitución establece para poner en marcha una propuesta como la formulada. Sobre estos puntos, no hay mayor discusión.
Lo que sí suscita interrogantes y divergencias es la pertinencia, la oportunidad política y la viabilidad de la propuesta, como fórmula idónea para salir de la crisis.
He opinado que es positivo que en el seno de la oposición democrática se dé un debate amplio al respecto.
Igualmente, he señalado que tal intercambio de opiniones no puede llegar al extremo de desviarnos de las prioridades coyunturales; las que señalan la lucha democrática y reivindicativa diaria y las electorales, teniendo siempre presente a qué tipo de gobierno nos enfrentamos y las condiciones adversas.
La estrategia de acumulación progresiva de fuerza política y electoral de la Unidad Democrática ha dado sus resultados positivos. Sin embargo, aún no llegamos a ser una fuerza indiscutible, indudable, incuestionable, contundente, para determinar el curso de los acontecimientos por venir. Los resultados electorales estrechos recientes y las encuestas así lo indican.
A mi juicio, la Constitución, contra la cual voté, debe ser modificada en unos cuantos puntos fundamentales (marcado estatismo, fuero militar, por ejemplo), aunque tiene aspectos positivos. ¿Es necesaria una Constituyente para ese propósito? Quizás sí, pero, dadas las circunstancias presentes ¿tenemos los demócratas asegurada la fuerza suficiente para ello? ¿Y si perdiéramos electoralmente en el intento? ¿Los riesgos de que sea peor el remedio que la enfermedad son tan pequeños que valdría la pena intentarlo?  
¿Es imperiosa y forzosa una Constituyente para modificar la composición actual de los distintos poderes públicos, es decir, de las personas que están al frente de ellos, como señala J. C. Moreno? ¿Acaso no es alcanzable el mismo objetivo modificando la correlación de fuerzas en la Asamblea, lo que se obtendría creciendo electoralmente?
Vayamos al procedimiento. Habría que ir a una recolección de firmas para dar impulso a la Constituyente. No escapa a nadie que esta tarea es complicada por lo que eso significa, en primer lugar, en términos de compromiso abierto de la gente sin temor a represalias del gobierno en sus actividades privadas. Es un asunto de no poca monta a evaluar.
Por otro lado, tenemos al CNE, de quien sabemos hasta la saciedad, su parcialidad con el gobierno. ¿Es esperable un proceso limpio de ese organismo? ¿La “fuerza de la calle” sería suficiente para imponer reglas limpias? No decimos nada nuevo cuando advertimos los distintos obstáculos que pondría el CNE a esta iniciativa, en caso de que al gobierno no le interese su realización. Lo cual requerirá de mucho esfuerzo, recursos y voluntad.  
Cuando pensamos en la propuesta in comento, siento, a veces, que algunos parten del convencimiento de que la oposición es mayoría arrolladora. Que una Constituyente no tendría riesgos grandes para este sector político. Que el gobierno está agónico, sin ningún margen de maniobra. Que la mesa estaría servida y que la "apuesta" es segura.
No encuentro argumentos sólidos que me convenzan que éste sea el momento político de impulsar esa idea y de que ésa sea la vía más adecuada para lograr el objetivo deseado.
Tengo muchas dudas sobre si es un plan viable.
No veo a la Constituyente como algunos la ven, una suerte de demiurgo, de fast track político, que va a sacarnos del atolladero histórico en el que estamos hundidos, sobre todo si pensamos en las razones que se esgrimen y en los riesgos que se corren.
Lo que sí veo claro es que las fuerzas democráticas deben seguir consolidándose en su crecimiento político y electoral. Después de esa consolidación, quizás sea pertinente pensar en salidas como la propuesta de marras u otras. Por allí parece que irían los tiros.  

EMILIO NOUEL V.
@ENouelV

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