THAELMAN URGELLES
Nosotros dijimos Federación
porque ellos dijeron Centralismo,
Antonio Leocadio Guzmán
He defendido a la MUD en todos estos años, sobre todo en los peores momentos de su existencia, cuando ha sido agredida salvajemente desde privilegiados espacios de la propia oposición. También la he criticado, con lealtad pero severamente, cuando estimé que sus acciones fueron equivocadas o se demoraban en ser decididas. Esta vez me toca repetir lo último, con motivo de la indefinición que mantiene la alianza respecto de la ruta a seguir para dar fin de modo democrático, constitucional, pacífico y electoral al gobierno que mantiene a Venezuela postrada, en caos y el mayor sufrimiento.
Porque no me vengan a decir que la decisión de mantener tres, cuatro y hasta cinco opciones simultáneas para el cambio es una política coherente y con posibilidades de éxito. Con esa “decisión”, la MUD sólo está revelando su incapacidad para dilucidar una política, en medio del amasijo de contradicciones internas que anidan en su seno. No voy a señalar los motivos de tales contradicciones para no dar municiones a los voceros del gobierno. Sólo resumiré diciendo que la contadera de pollos nonatos de parte de algunos partidos y dirigentes que allí conviven impide que en la MUD se acuerde una ruta sensata, unitaria, eficiente y sustentable a futuro para librarnos de esta desgracia que parece no tener término.
Examinaré las opciones que, de manera insólita, se pretenden poner en práctica al mismo tiempo; o, en una versión peor anunciada ayer por Chúo Torrealba: desplegarlas una tras otra comenzando con la más mala, siguiendo con las menos malas hasta concluir, por descarte y quién sabe luego de perder cuánto tiempo, con la única que ofrece todas las ventajas para que el cambio sea posible, transparente, participativo y perdurable.
Dice la MUD que comenzará por la “masiva petición de renuncia de Maduro”, una exigencia cuya antigüedad data desde el comienzo mismo de ese gobierno, con hondas raíces en el gobierno precedente de Chávez. Una solicitud que ha sido negada una y otra vez por el destinatario, con especial claridad en este momento y con rematado énfasis en el habla cubana –“a mí no me sacan de aquí, caballero”- para que no quede dudas de dónde viene la orden de resistir hasta lo imposible. Ante la objeción de que esa solicitud coloca la solución del problema en manos del adversario, sus promotores responden con sobradez: “¿… y quién ha dicho que tiene que ser una renuncia voluntaria…?” O sea que se trataría de una renuncia forzada, “a lo Zelaya”, empijamado a medianoche; o “a lo De la Rúa”, fruto de la “rebelión popular”, o sea luego de una pila de muertos en nuestras calles que obligaría a los militares a invitar al presidente a abandonar el palacio y el país.
Las dos versiones representan una neta desviación de la ruta estratégica establecida por la MUD desde su fundación: democrática, pacífica, constitucional y electoral. Cuatro atributos que no responden a un capricho “comeflor” o a un irredimible espíritu “de beatas”, como les gusta calificarnos a los Juancharrasqueados de teclado, sino a una prevención responsable sobre la Venezuela que habrá de surgir y deberemos mantener luego de superar la desgracia actual.
La opción de la renuncia, voluntaria o inducida, se parece demasiado al mejor escenario que tiene el chavismo para su salida de escena: algo que se parezca en algo a un golpe de Estado, al manido “zarpazo oligarca e imperialista”, una coartada que impedirá que quede claramente establecido el rechazo mayoritario al modelo “revolucionario, bolivariano, socialista” o cualquier zarandaja de esas; y con ello, un final que mantendría vivo “el legado del comandante eterno”: la revolución se terminó porque una conjura oligarca-imperialista la sacó del poder y no porque el pueblo la haya rechazado; un remake del peronismo, pues, que durante 70 años ha mantenido a la Argentina derivando entre la modernidad y la montonera; o de la guerrilla colombiana, que durante 67 ha mantenido a ese país bañado en sangre y otras violencias.
El grado de similitud de este escenario con el golpe de Estado puro y duro no importaría mucho, de ello se encargaría la masiva (y multimillonaria en dólares) campaña de desinformación que ya tienen preparada, con altavoces bien dispuestos y pagados en todas partes del mundo, como ya sabemos. Y por supuesto la “resistencia popular interna”, en la forma de lucha armada ejercida por los colectivos bien apertrechados y pagados, con vínculos estrechos con la “pacificada” guerrilla colombiana y con los factores “bolivarianos y revolucionarios” que será imposible depurar de la fuerza armada nacional.
Supongo que tras fracasar la masiva petición de renuncia -¿o al mismo tiempo?- le tocará su turno a la “enmienda para reducir el período presidencial y la reelección indefinida”. Una alternativa que se ajusta plenamente a la tétrada de condiciones estratégicas de la MUD pero que tiene, en mi criterio, tres objeciones. La primera objeción, de orden estratégico, es que ella supone el reemplazo de Maduro por iniciativa de 109 diputados cuya condición de élite no queda borrada por haber sido recién electos mediante clamorosa mayoría; aunque la confirmación de la iniciativa sería por votación popular, es inevitable que mantenga el sello de maniobra parlamentaria, obra por ello de “cogollos políticos confabulados contra la revolución”, como ya está siendo proclamado.
La segunda objeción, también estratégica, es que la enmienda representa una solución indirecta al problema del mal gobierno, como curar una enfermedad con un remedio creado para atacar otra enfermedad. Es justo y lógico pretender que el período presidencial de seis años debe se recortado por extenso, y que la reelección indefinida es una aberración, además de tener un origen írrito, pero emprender dichas reformas con el objeto de dar fin a un gobierno actual es de una debilidad jurídica flagrante, cuyo sostenimiento por gente seria y curtida me sorprende sobremanera.
La tercera objeción, de orden táctico, es más sencilla: esa enmienda morirá al nacer, fulminada por la Sala Constitucional con el argumento nada deleznable de que la ley no es retroactiva y que, si bien puede mantenerse su texto vigente para un presidente futuro, ella no es aplicable a un presidente que ya fue electo para seis años de mandato. El CNE atenderá la decisión del TSJ y no convocará el respectivo referendo aprobatorio. Y a otra cosa, mariposa… habremos perdido no imagino cuántas semanas o meses en esa calle ciega.
Antes de proseguir con las opciones serias, comentaré muy de pasada otras dos propuestas que andan por ahí: una que tuvo escasa duración, casi una inspiración de noche de insomnio, que consiste en decretar en la AN la “vacante del presidente por abandono del cargo”; creo que el propio proponente se dio cuenta del desvarío y la desechó pronto. La que sí ha tenido bastante vuelo y difusión, sobre todo en las redes sociales que reemplazaron al papel en aquello de “aguantar todo”, es la nacionalidad de Maduro. Ella sería, en efecto, una causal de destitución constitucional del presidente, sólo que posee dos debilidades: una, que luego de interminables y milimétricos recorridos por todos los registros y notarías habidos y por haber, en Colombia y Venezuela, lo único que ha quedado claro es la queja, expresada hace días por uno de los más prolijos exégetas de partidas de nacimiento, de que “han sido arrancadas las páginas del libro de actas que probaban la nacionalidad colombiana de Maduro”; y dos, que en caso de ser demostrada la “tesis de la nacionalidad” -y en el supuesto casi negado de que el TSJ la admita, porque es a esa instancia a la que le corresponde juzgar los méritos de destitución del presidente- este quedaría destituido por un mero asunto menor de derecho civil y no por el monumental fracaso de un modelo socio-político, ideológico y económico que arruinó la vida a 30 millones de personas y sus descendientes. Mediocre expediente para los libros de historia y un peso muerto para la tarea de reconstruir a este país sobre bases sólidas, honradas y transparentes.
Me saltaré un peldaño en el orden de las opciones que ofrece acometer la MUD para comentar la Asamblea Constituyente, la que sería utilizada, según su vocero principal, en caso de que el gobierno bloquee las demás alternativas. Todos estamos concientes de que Venezuela necesitará pronto una Asamblea Constituyente, para reconstituir sobre fundamentos consensuales el pacto social de la República y establecer un tramado institucional que sea aceptable para todos y no la imposición de una mayoría sobre una minoría circunstanciales. Pero todos deberíamos saber que tales propósitos constituyentes sólo son posibles en momentos de serenidad socio-política, cuando los disparos –verbales o de los otros- hayan cesado y se establezca un ánimo constructivo y de reflexión en el que prive una visión de grandeza y largo plazo. Se trataría, ojalá que por ocasión definitiva, de consensuar una carta magna que satisfaga razonablemente a todos. No nos vengan, pues, a pedir que convoquemos una Constituyente para destituir a Maduro. He recibido quimioterapia y desde ese tratamiento no me dio más gripe, como parece ocurrir en muchos de esos casos. No quiere decir que cada vez que tenga una amenaza gripal me vaya a aplicar quimioterapia.
Finalmente tenemos la opción que parece haber sido sepultada por la mayoría de los partidos de la MUD al rincón de las ideas impracticables. Algunos voceros ya ni la mencionan por su nombre, ayer alguno la llamó “propuesta de una ley de referendos”. Como suele suceder en ese tipo de arreglos de ocasión, la idea más sólida, válida y sostenible en el tiempo es echada a un lado porque no conviene a las mayorías circunstanciales que suelen armarse en las alianzas u organizaciones. Me refiero por supuesto a la convocatoria de un referendo revocatorio de Nicolás Maduro.
El referendo revocatorio es la única entre todas las opciones que contiene todas las fortalezas exigibles para un mecanismo idóneo de reemplazo del gobierno actual: es indiscutiblemente constitucional, sus reglas básicas están nítidamente expuestas en la Constitución, existe experiencia previa en su aplicación, su convocatoria no puede ser bloqueada por leguleyismos de la Sala Constitucional, su resultado es vinculante de inmediato… y, lo más importante, establecería con plena claridad que el mismo pueblo venezolano que eligió, aclamó y mantuvo por años el poder de Chávez, rechazó abrumadoramente su legado luego de sufrir en carne propia las atroces consecuencias del fracasado y corrupto modelo que él y sus sucesores implantaron.
Existen, por supuesto, inquietudes sobre esta vía. Algunas legítimas y otras pre-fabricadas por los detractores. ¿Que su aplicación es difícil? Sí… ¿Cuál objetivo importante y valioso de la vida no lo es? ¿Que los procedimientos para recoger las firmas han sido complicados en el nuevo reglamento de referendos? Sí… Pero pueden ser mejorados desde la Asamblea Nacional, aunque no lo considero imprescindible dado que la enorme voluntad de cambio del país superará todas las barreras que le interpongan. ¿Que su ejecución supone varios pasos y eso la hace larga, de cara al deadline de enero-17 para la mitad del período? Sí… Pero es claramente más corta y despejada que las demás, ¡sobre todo que la Asamblea Constituyente, válgame Dios! ¿Que se necesitan más de 7.5 millones de votos afirmativos para superar la votación de Maduro en 2013? Sí… Y todos sabemos que será superada con creces esa cota, cuidado y por primera vez alcanzamos los 10 millones que proclamaba Chávez, pero esta vez en su contra. ¿Que la gente temerá firmar debido a la experiencia de la lista de Tascón? No lo creo, nuestra gente ha demostrado con creces no temerle a ese tipo de amenazas, que hoy carecen de fuerza por la proximidad que todos ven del fin del gobierno.
Léase bien, ninguna de las demás “opciones” que la MUD está colocando por delante del referendo revocatorio cumple siquiera la mitad de estas condiciones. Sobre todo la última, que es la que me parece esencial en esta hora: a los efectos de reconstruir a Venezuela con el mayor espacio de paz, consenso interno y prestigio internacional del esfuerzo a ser acometido, son imprescindibles la nitidez democrática y multitudinaria del procedimiento y la clara demostración de que la aventura chavista fracasó y así fue declarado abrumadoramente por los venezolanos, en votación uno a uno. Cualquier otro desenlace someterá nuestro futuro, y el de nuestros hijos y nietos, a las tribulaciones generadas por un chavismo insepulto, victimizado con argumentos “democráticos” y legitimado por las inconsistencias de su modo de salir del poder.
Lo diré de una vez, la mayor objeción que tiene la propuesta del referendo revocatorio es que fue lanzada y está siendo promovida activamente por Henrique Capriles, entre nuestros políticos el que ha demostrado mayor claridad estratégica, transparencia y desprendimiento. Y sobran en la MUD quienes demuestran estar dispuestos a todo para cerrar el camino de su liderazgo. No creo que la suma de esos partidos sea mayoría en las ciudades y pueblos del país, pero en la mesa de reuniones de la MUD son al parecer suficientes para bloquear la única alternativa que tenemos para dar solución integral y positiva a este laberinto histórico. Perderemos semanas y quizás meses valiosos para llevar a cabo el procedimiento revocatorio, porque nadie por sí solo en la oposición tiene la capacidad para ejecutar una operación tan exigente. Quizás hasta nos alcance el deadline de la mitad del período y ya no valga la pena convocar ningún revocatorio. No importará, en ese momento existirá un culpable… ¿Quién…? Pues Capriles, por no haber recogido las firmas él solo, por no habernos argumentado con suficiente claridad su conveniencia… O quizá por no habernos convocado aquella mañana del 15 de abril de 2013 a que nos mataran estúpidamente ante el CNE, para defender unos resultados electorales cuya claridad aun estaba en estudio.
Queridos lectores, estamos presenciando aquella fábula de los cangrejitos metidos en un vaso, intentando salir al mismo tiempo; y cada vez que uno de los cangrejitos se aproximaba al borde, los demás lo halaban con sus tenazas y lo echaban abajo. ¿Tendrán nuestros dirigentes y partidos la inspiración para entenderlo y rectificar, o volveremos a la ruta de los fracasos anunciados?
@TUrgelles
Porque no me vengan a decir que la decisión de mantener tres, cuatro y hasta cinco opciones simultáneas para el cambio es una política coherente y con posibilidades de éxito. Con esa “decisión”, la MUD sólo está revelando su incapacidad para dilucidar una política, en medio del amasijo de contradicciones internas que anidan en su seno. No voy a señalar los motivos de tales contradicciones para no dar municiones a los voceros del gobierno. Sólo resumiré diciendo que la contadera de pollos nonatos de parte de algunos partidos y dirigentes que allí conviven impide que en la MUD se acuerde una ruta sensata, unitaria, eficiente y sustentable a futuro para librarnos de esta desgracia que parece no tener término.
Examinaré las opciones que, de manera insólita, se pretenden poner en práctica al mismo tiempo; o, en una versión peor anunciada ayer por Chúo Torrealba: desplegarlas una tras otra comenzando con la más mala, siguiendo con las menos malas hasta concluir, por descarte y quién sabe luego de perder cuánto tiempo, con la única que ofrece todas las ventajas para que el cambio sea posible, transparente, participativo y perdurable.
Dice la MUD que comenzará por la “masiva petición de renuncia de Maduro”, una exigencia cuya antigüedad data desde el comienzo mismo de ese gobierno, con hondas raíces en el gobierno precedente de Chávez. Una solicitud que ha sido negada una y otra vez por el destinatario, con especial claridad en este momento y con rematado énfasis en el habla cubana –“a mí no me sacan de aquí, caballero”- para que no quede dudas de dónde viene la orden de resistir hasta lo imposible. Ante la objeción de que esa solicitud coloca la solución del problema en manos del adversario, sus promotores responden con sobradez: “¿… y quién ha dicho que tiene que ser una renuncia voluntaria…?” O sea que se trataría de una renuncia forzada, “a lo Zelaya”, empijamado a medianoche; o “a lo De la Rúa”, fruto de la “rebelión popular”, o sea luego de una pila de muertos en nuestras calles que obligaría a los militares a invitar al presidente a abandonar el palacio y el país.
Las dos versiones representan una neta desviación de la ruta estratégica establecida por la MUD desde su fundación: democrática, pacífica, constitucional y electoral. Cuatro atributos que no responden a un capricho “comeflor” o a un irredimible espíritu “de beatas”, como les gusta calificarnos a los Juancharrasqueados de teclado, sino a una prevención responsable sobre la Venezuela que habrá de surgir y deberemos mantener luego de superar la desgracia actual.
La opción de la renuncia, voluntaria o inducida, se parece demasiado al mejor escenario que tiene el chavismo para su salida de escena: algo que se parezca en algo a un golpe de Estado, al manido “zarpazo oligarca e imperialista”, una coartada que impedirá que quede claramente establecido el rechazo mayoritario al modelo “revolucionario, bolivariano, socialista” o cualquier zarandaja de esas; y con ello, un final que mantendría vivo “el legado del comandante eterno”: la revolución se terminó porque una conjura oligarca-imperialista la sacó del poder y no porque el pueblo la haya rechazado; un remake del peronismo, pues, que durante 70 años ha mantenido a la Argentina derivando entre la modernidad y la montonera; o de la guerrilla colombiana, que durante 67 ha mantenido a ese país bañado en sangre y otras violencias.
El grado de similitud de este escenario con el golpe de Estado puro y duro no importaría mucho, de ello se encargaría la masiva (y multimillonaria en dólares) campaña de desinformación que ya tienen preparada, con altavoces bien dispuestos y pagados en todas partes del mundo, como ya sabemos. Y por supuesto la “resistencia popular interna”, en la forma de lucha armada ejercida por los colectivos bien apertrechados y pagados, con vínculos estrechos con la “pacificada” guerrilla colombiana y con los factores “bolivarianos y revolucionarios” que será imposible depurar de la fuerza armada nacional.
Supongo que tras fracasar la masiva petición de renuncia -¿o al mismo tiempo?- le tocará su turno a la “enmienda para reducir el período presidencial y la reelección indefinida”. Una alternativa que se ajusta plenamente a la tétrada de condiciones estratégicas de la MUD pero que tiene, en mi criterio, tres objeciones. La primera objeción, de orden estratégico, es que ella supone el reemplazo de Maduro por iniciativa de 109 diputados cuya condición de élite no queda borrada por haber sido recién electos mediante clamorosa mayoría; aunque la confirmación de la iniciativa sería por votación popular, es inevitable que mantenga el sello de maniobra parlamentaria, obra por ello de “cogollos políticos confabulados contra la revolución”, como ya está siendo proclamado.
La segunda objeción, también estratégica, es que la enmienda representa una solución indirecta al problema del mal gobierno, como curar una enfermedad con un remedio creado para atacar otra enfermedad. Es justo y lógico pretender que el período presidencial de seis años debe se recortado por extenso, y que la reelección indefinida es una aberración, además de tener un origen írrito, pero emprender dichas reformas con el objeto de dar fin a un gobierno actual es de una debilidad jurídica flagrante, cuyo sostenimiento por gente seria y curtida me sorprende sobremanera.
La tercera objeción, de orden táctico, es más sencilla: esa enmienda morirá al nacer, fulminada por la Sala Constitucional con el argumento nada deleznable de que la ley no es retroactiva y que, si bien puede mantenerse su texto vigente para un presidente futuro, ella no es aplicable a un presidente que ya fue electo para seis años de mandato. El CNE atenderá la decisión del TSJ y no convocará el respectivo referendo aprobatorio. Y a otra cosa, mariposa… habremos perdido no imagino cuántas semanas o meses en esa calle ciega.
Antes de proseguir con las opciones serias, comentaré muy de pasada otras dos propuestas que andan por ahí: una que tuvo escasa duración, casi una inspiración de noche de insomnio, que consiste en decretar en la AN la “vacante del presidente por abandono del cargo”; creo que el propio proponente se dio cuenta del desvarío y la desechó pronto. La que sí ha tenido bastante vuelo y difusión, sobre todo en las redes sociales que reemplazaron al papel en aquello de “aguantar todo”, es la nacionalidad de Maduro. Ella sería, en efecto, una causal de destitución constitucional del presidente, sólo que posee dos debilidades: una, que luego de interminables y milimétricos recorridos por todos los registros y notarías habidos y por haber, en Colombia y Venezuela, lo único que ha quedado claro es la queja, expresada hace días por uno de los más prolijos exégetas de partidas de nacimiento, de que “han sido arrancadas las páginas del libro de actas que probaban la nacionalidad colombiana de Maduro”; y dos, que en caso de ser demostrada la “tesis de la nacionalidad” -y en el supuesto casi negado de que el TSJ la admita, porque es a esa instancia a la que le corresponde juzgar los méritos de destitución del presidente- este quedaría destituido por un mero asunto menor de derecho civil y no por el monumental fracaso de un modelo socio-político, ideológico y económico que arruinó la vida a 30 millones de personas y sus descendientes. Mediocre expediente para los libros de historia y un peso muerto para la tarea de reconstruir a este país sobre bases sólidas, honradas y transparentes.
Me saltaré un peldaño en el orden de las opciones que ofrece acometer la MUD para comentar la Asamblea Constituyente, la que sería utilizada, según su vocero principal, en caso de que el gobierno bloquee las demás alternativas. Todos estamos concientes de que Venezuela necesitará pronto una Asamblea Constituyente, para reconstituir sobre fundamentos consensuales el pacto social de la República y establecer un tramado institucional que sea aceptable para todos y no la imposición de una mayoría sobre una minoría circunstanciales. Pero todos deberíamos saber que tales propósitos constituyentes sólo son posibles en momentos de serenidad socio-política, cuando los disparos –verbales o de los otros- hayan cesado y se establezca un ánimo constructivo y de reflexión en el que prive una visión de grandeza y largo plazo. Se trataría, ojalá que por ocasión definitiva, de consensuar una carta magna que satisfaga razonablemente a todos. No nos vengan, pues, a pedir que convoquemos una Constituyente para destituir a Maduro. He recibido quimioterapia y desde ese tratamiento no me dio más gripe, como parece ocurrir en muchos de esos casos. No quiere decir que cada vez que tenga una amenaza gripal me vaya a aplicar quimioterapia.
Finalmente tenemos la opción que parece haber sido sepultada por la mayoría de los partidos de la MUD al rincón de las ideas impracticables. Algunos voceros ya ni la mencionan por su nombre, ayer alguno la llamó “propuesta de una ley de referendos”. Como suele suceder en ese tipo de arreglos de ocasión, la idea más sólida, válida y sostenible en el tiempo es echada a un lado porque no conviene a las mayorías circunstanciales que suelen armarse en las alianzas u organizaciones. Me refiero por supuesto a la convocatoria de un referendo revocatorio de Nicolás Maduro.
El referendo revocatorio es la única entre todas las opciones que contiene todas las fortalezas exigibles para un mecanismo idóneo de reemplazo del gobierno actual: es indiscutiblemente constitucional, sus reglas básicas están nítidamente expuestas en la Constitución, existe experiencia previa en su aplicación, su convocatoria no puede ser bloqueada por leguleyismos de la Sala Constitucional, su resultado es vinculante de inmediato… y, lo más importante, establecería con plena claridad que el mismo pueblo venezolano que eligió, aclamó y mantuvo por años el poder de Chávez, rechazó abrumadoramente su legado luego de sufrir en carne propia las atroces consecuencias del fracasado y corrupto modelo que él y sus sucesores implantaron.
Existen, por supuesto, inquietudes sobre esta vía. Algunas legítimas y otras pre-fabricadas por los detractores. ¿Que su aplicación es difícil? Sí… ¿Cuál objetivo importante y valioso de la vida no lo es? ¿Que los procedimientos para recoger las firmas han sido complicados en el nuevo reglamento de referendos? Sí… Pero pueden ser mejorados desde la Asamblea Nacional, aunque no lo considero imprescindible dado que la enorme voluntad de cambio del país superará todas las barreras que le interpongan. ¿Que su ejecución supone varios pasos y eso la hace larga, de cara al deadline de enero-17 para la mitad del período? Sí… Pero es claramente más corta y despejada que las demás, ¡sobre todo que la Asamblea Constituyente, válgame Dios! ¿Que se necesitan más de 7.5 millones de votos afirmativos para superar la votación de Maduro en 2013? Sí… Y todos sabemos que será superada con creces esa cota, cuidado y por primera vez alcanzamos los 10 millones que proclamaba Chávez, pero esta vez en su contra. ¿Que la gente temerá firmar debido a la experiencia de la lista de Tascón? No lo creo, nuestra gente ha demostrado con creces no temerle a ese tipo de amenazas, que hoy carecen de fuerza por la proximidad que todos ven del fin del gobierno.
Léase bien, ninguna de las demás “opciones” que la MUD está colocando por delante del referendo revocatorio cumple siquiera la mitad de estas condiciones. Sobre todo la última, que es la que me parece esencial en esta hora: a los efectos de reconstruir a Venezuela con el mayor espacio de paz, consenso interno y prestigio internacional del esfuerzo a ser acometido, son imprescindibles la nitidez democrática y multitudinaria del procedimiento y la clara demostración de que la aventura chavista fracasó y así fue declarado abrumadoramente por los venezolanos, en votación uno a uno. Cualquier otro desenlace someterá nuestro futuro, y el de nuestros hijos y nietos, a las tribulaciones generadas por un chavismo insepulto, victimizado con argumentos “democráticos” y legitimado por las inconsistencias de su modo de salir del poder.
Lo diré de una vez, la mayor objeción que tiene la propuesta del referendo revocatorio es que fue lanzada y está siendo promovida activamente por Henrique Capriles, entre nuestros políticos el que ha demostrado mayor claridad estratégica, transparencia y desprendimiento. Y sobran en la MUD quienes demuestran estar dispuestos a todo para cerrar el camino de su liderazgo. No creo que la suma de esos partidos sea mayoría en las ciudades y pueblos del país, pero en la mesa de reuniones de la MUD son al parecer suficientes para bloquear la única alternativa que tenemos para dar solución integral y positiva a este laberinto histórico. Perderemos semanas y quizás meses valiosos para llevar a cabo el procedimiento revocatorio, porque nadie por sí solo en la oposición tiene la capacidad para ejecutar una operación tan exigente. Quizás hasta nos alcance el deadline de la mitad del período y ya no valga la pena convocar ningún revocatorio. No importará, en ese momento existirá un culpable… ¿Quién…? Pues Capriles, por no haber recogido las firmas él solo, por no habernos argumentado con suficiente claridad su conveniencia… O quizá por no habernos convocado aquella mañana del 15 de abril de 2013 a que nos mataran estúpidamente ante el CNE, para defender unos resultados electorales cuya claridad aun estaba en estudio.
Queridos lectores, estamos presenciando aquella fábula de los cangrejitos metidos en un vaso, intentando salir al mismo tiempo; y cada vez que uno de los cangrejitos se aproximaba al borde, los demás lo halaban con sus tenazas y lo echaban abajo. ¿Tendrán nuestros dirigentes y partidos la inspiración para entenderlo y rectificar, o volveremos a la ruta de los fracasos anunciados?
@TUrgelles
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