La oposición brasileña: “El Gobierno Rousseff se acabó”
La oposición al Gobierno brasileño quiere contarle al mundo su versión de la crisis política que atraviesa el país. La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y el expresidente Lula da Silva, convocaron los últimos días sendos encuentros con corresponsales extranjeros para alertar del “golpe [de Estado]” que es, según ellos, el proceso de destitución de Rousseff. Este martes, seis partidos opositores que reúnen más de una tercera parte de los diputados convocaron una rueda de prensa en Brasilia en la que criticaron la “narrativa golpista” del Gobierno y se felicitaron por la posibilidad de que Rousseff deje el poder en el plazo de un mes. “El Gobierno Dilma se acabó”, aseguró el líder del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Aécio Neves, su rival en las elecciones presidenciales de 2014.
Durante la rueda de prensa, a la que los periodistas brasileños no pudieron entrar, Neves mantuvo en todo momento un ejemplar de la Constitución brasileña al alcance de la mano. Lo enarboló al afirmar que la destitución sigue “estrictamente” las leyes.
El proceso contra Rousseff, que arrancó en diciembre, se basa en unas supuestas maniobras fiscales irregulares del Ejecutivo. El Gobierno sostiene que estas no suponen un “crimen de responsabilidad” de la presidenta, y que por lo tanto no justifican su juicio político. Por eso, el Partido de los Trabajadores (PT) y los movimientos de izquierda han llamado repetidamente “golpe contra la democracia” a una eventual destitución. “Brasil está viviendo su plenitud democrática y camina para destituir a la presidenta porque incumplió la Constitución”, insistió Aécio Neves el martes. “Sería el primer golpe [de Estado] corroborado por el Supremo Tribunal Federal, y con apoyo de la mayoría parlamentaria”, ironizó el político.
Al proceso para destituir a Rousseff, que avanza en la Cámara de Diputados, se une otra mala noticia para este Gobierno en agonía. Este martes, el Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB), hasta ahora principal aliado del PT,anunció su salida del Ejecutivo. Sus 68 diputados, cruciales para inclinar la balanza del Congreso, apuntan ya a favor de apoyar la destitución parlamentaria de Rousseff. Y el PMDB presiona para que sus siete ministros abandonen sus carteras. El lunes lo hizo el responsable de Turismo. Según Temer, es una señal de que el Gobierno está “moribundo”.
“Inestabilidad”
“El Gobierno haría mejor en defenderse que en crear inestabilidad, utilizando al Itamaraty (Ministerio de Exteriores) y creando en el mundo una versión diferente de la real”, subrayó Neves el martes. Se refería a las ruedas de prensa de Rousseff y Lula para dar su versión de la crisis a los corresponsales, y a la actuación de Exteriores, que envió hace dos semanas un telegrama a sus delegaciones en el extranjero denunciando “el proceso reaccionario que está en marcha contra el Estado Democrático de Derecho”. La carta fue desautorizada el mismo día por el secretario general del ministerio, Sérgio Danese, y atribuida a un cargo cercano al Gobierno.
El 68% de los brasileños apoya la destitución de la presidenta, según la última encuesta Datafolha, del diario Folha de S. Paulo. Dilma Rousseff tiene muchos elementos en contra: un Parlamento hostil, índices de popularidad por los suelos, protestas contra el PT, una economía en horas bajas y, por si fuera poco, el vendaval del caso Petrobras. La investigación de corrupción en la petrolera estatal salpica a su predecesor Lula da Silva, que ella misma ha nombrado ministro, pero también a políticos de los demás partidos.
Curiosamente, si Rousseff cae en este proceso de destitución, la presidencia le correspondería al actual vicepresidente, Michel Temer, del PMDB, una de las formaciones más sospechosas de haberse beneficiado de sobornos, según los investigadores. El excandidato presidencial Aécio Neves no quiso decir si formaría parte del hipotético Gobierno de Temer, pero aseguró que colaborará para crear un programa “mínimo” para que gobierne, con reformas estructurales. Reconoció que la mejor solución para Brasil serían nuevas elecciones, pero insistió en que el país está ante una “emergencia”: sacar a Rousseff del poder.
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