domingo, 27 de marzo de 2016

¿Son doscientos evangelios?

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              CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ

En 2000 descubrieron el llamado Evangelio de Bernabé o Biblia de Turquía. En él, entre otras muchas fertilidades, se afirma que a quien crucificaron no fue a Jesús sino a Judas que lo suplantó y engañaron así a María y a la Magdalena -y a la Humanidad entera-, que no se dieron cuenta del contrabando. Además Jesús era un profeta y no el Redentor. En 2006 se conoció, después de largas peripecias, el Evangelio de Judas concebido para reivindicar al epítome de la traición, con un argumento filosóficamente no desdeñable: Cristo vino a la tierra a morir por los pecados del Hombre, ese era su destino desde la eternidad y Judas fue simplemente el instrumento de la voluntad Divina a conciencia de ambos. En 1945 habían conseguido 52 textos en excavaciones hechas en Egipto, entre ellos el Evangelio de Pedro, el Apocalipsis de Santiago y el Evangelio de Tomás.

Sobre éste, hace unos años se rodó la película Estigma con Gabriel Byrnie. También los arqueólogos consiguieron fragmentos del Evangelio de Magdalena, que la reivindica como discípula preferida y posible líder de la secta. Los investigadores piensan que en el siglo II circularían unos doscientos evangelios (más que su traducción literal, buena nueva, evangelio es sinónimo de biografía de Cristo) La Iglesia acepta solo cuatro: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los otros se denominan apócrifos, muchos elaborados por grupos hoy llamados gnósticos. La proliferación de esos textos confirma que el Cristianismo nace en polémica teológica intensa, que lejos de cesar se ha mantenido viva dos mil años, desde el mencionado Evangelio de Tomás hasta las proclamas de Camilo Torres.

Blandina era una dura

A lo largo de veinte siglos hubo sectores comprometidos en construir y mantener una iglesia, una institución estable y poderosa, mientras otros se han dedicado a cuestionar esa institucionalización, sus privilegios, poder y riquezas, a nombre de una relación directa entre el individuo y Dios, o entre el pueblo y Dios, lejos de los recamados hábitos de los obispos. Tomás pone en boca de Cristo: "búscame en una piedra o en un pedazo de madera y allí estaré" (entonces... ¿para qué Iglesia?) Un convulso proceso político estableció los cuatro evangelios canónicos y los en total 27 libros del Nuevo Testamento. El filósofo Horígenes fue el primero que intentó configurar una biblia, pero llevado por su antisemitismo excluyó todos los de origen judío y aceptó únicamente documentos griegos. Esta ofensiva secesionista y herética produjo la respuesta de los de activistas.

Los grupos que organizaban las iglesias dispersas de Alejandría, Siria, Corinto, Roma, Atenas y Nicea asumieron los cuatro evangelios como arma para hacerle frente. Luego cerca del año 180, en medio de una furiosa represión romana, Ireneo, Obispo de Lyon, confirmó los cuatro evangelios, así como la exclusión de los demás documentos. En medio de persecuciones, torturas, asesinatos, martirio, era necesario que los cristianos tuvieran un credo muy sencillo y firme y no los confundieran las complejidades de un debate filosófico planteado por los grupos gnósticos que cuestionaba la jerarquía, el liderazgo de esa lucha, incluso la Iglesia misma, por no decir las bases de la fe. Y esas creencias firmes y claras que trasmitían Mateo, Marcos, Lucas y Juan, dieron a cientos de mártires fuerza para morir heroicamente, como la inmortal Blandina (que de blanda no tenía nada) calcinada en una silla de hierro calentada al rojo vivo mientras gritaba sus principios.

Eterna Teología de Liberación

Más tarde, cuando las cosas cambiaron y el emperador Constantino se hizo cristiano convocó el Concilio de Nicea en 326. Allí decidieron oficialmente qué textos componían la Biblia y ordenaron producir 50 ejemplares para las cabezas de las iglesias locales, ahora centralizados en Roma. A lo largo de 2000 años, la Iglesia ha enfrentado en una repetición borgiana, los mismos planteamientos que la ponen en la picota -cuyos exponentes más exitosos fueron Lutero y Calvino-, en el intento de desmantelar su estructura de poder político y económico y que tuvo su penúltima expresión en la Teología de la Liberación, de íntima correspondencia con el castrismo de los sesenta y setenta. El Cristianismo era uno entre cientos de grupos judíos que predicaban en Roma, pero es el único que sobrevivió y logró un éxito político asombroso: que sus antiguos perseguidores lo convirtieran en religión oficial del Imperio, lo que hizo Teodosio en 380.

Ese verdadero milagro fue posible gracias a la progresiva moderación de sus planteamientos. Si los primeros cristianos se presentaban con aire irredento, fundamentalista y amenazaban a los romanos con el venidero Apocalipsis, el Día de la Ira en el que el pueblo tomaría venganza, en relativamente poco tiempo perfilaron un discurso agradable a sus oídos, para convencer. Si el politeísmo pagano era profuso en diosas, el santoral cristiano se pobló de vírgenes y santas. Si en el primer evangelio se decía "bienaventurados los pobres... (y) los que tienen hambre y sed", en el último se desliza suavemente "bienaventurados los pobres de espíritu (?) y los que tienen hambre y sed de justicia". En cincuenta años abandonaron atrás el radicalismo y llevan veinte siglos derrotando a los radicales. Les ha ido bien.

@CarlosRaulHer

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