LA OPINON DE POMPEYO
EL FIN DEL PODER
La cúpula gobernante y Maduro, su barniz civil, está sumamente equivocada si cree que puede burlarse del resto del mundo precisamente cuando existe una situación de la actual geopolítica donde no hay ninguna potencia hegemónica, y para decirlo con las palabras del venezolano Moisés Naim, estamos ante una situación que él la califica de “el fin del poder” y que se puede resumir en que los gobernantes de este periodo tienen menos poder que los caudillos de los siglos XIX y la primera mitad del XX.
Ello lleva a Naim a considerar un panorama radicalmente distinto al del siglo XX, el poder de los gobernantes de hoy –así como de los gerentes de las grandes transnacionales–, tienen limitado su poder gracias a la tendencia mundial del predominio de las soluciones jurídicas en los asuntos políticos y sociales, que limita a los gobernantes en el ejercicio del poder, lo que se expresa en las cláusulas democráticas de los convenios –y en lo que respecta a la OEA en la “Carta Democrática Interamericana”–, aprobada en sesión extraordinaria en Lima el año 2001 y firmada por Chávez. Los condicionamientos de la “Carta Democrática”, de acuerdo con nuestra Constitución, pasan a regir en una suerte de supranacionalidad sobre las arbitrariedades, masacres, genocidios que los tiranos del mundo quieren desconocer.
Hay otro aspecto que es la imprescritibilidad de dichos crímenes, que no fenecen y que pueden derivar en sanciones a escala mundial. En fin el aprendiz de dictador no podrá salirse con la suya e incluso algunos Estados del Caribe le dan la espalda a su régimen y a su modelo económico.
Maduro ve el mundo al revés, lo que es blanco lo ve negro, y lo que es negro lo ve blanco. Es así que en parte por su mentalidad totalitaria, y de la cúpula que lo gobierna, estima en plena era del conocimiento, del internet, de las redes sociales y otros avances tecnológicos en las comunicaciones, del mundo interconectado, que puede actuar impunemente como si vivieran en una isla al estilo de Robinson Crusoe.
Seremos los venezolanos los que superaremos este dramático momento que vive nuestra patria, pero la presión internacional no debe ser subestimada y la aplicación de las clásulas de la Carta Democrática Interamericana, o las sanciones que se consideren pertinentes, tendrían importantes repercusiones que podrían contribuir al cese de la autocracia y a la integración de una Venezuela democrática y en libertad.
Las sanciones al gobierno de Maduro
No es una casualidad que hoy el caso venezolano ocupe lugar destacado a escala mundial. No hay organismo internacional que no considere prioritario al respeto a la democracia y a los derechos humanos que no muestre su preocupación, de una u otra manera, por lo que acontece con un país y un pueblo sometido a hambruna, cuya dirigencia se coloca al margen de la Constitución y de las leyes. Tal situación no puede resultar indiferente al mundo democrático de nuestros días.
Cada día se suman más países vecinos de El Caribe que vacilan a favor de la necesidad de la aplicación al régimen de Maduro de la Cláusula Democrática Interamericana, que consideren la aplicación de sanciones a países que quieren vivir como en la ley de la selva como si la humanidad, en sus avances hacia la civilización, diera la espalda al heroísmo de un pueblo que resiste desde hace 18 años la tiranía chavomadurista.
Las propias Fuerzas Armadas, con una tradición a favor de los caudillos y del culto a la personalidad, adoptan posiciones que favorecen un régimen institucionalizado de acuerdo con las normas refrendadas por el propio país pero que ahora tratan de desconocer bajo la premisa de que hago esto “porque me da la gana”. Salvo los cuatro países amparados por privilegios que le otorga el gobierno venezolano a cambio de apoyos incondicionales, el repudio es abrumadoramente mayoritario contra la dictadura que desgobierna a Venezuela, y el resto del mundo, como ha actuado en otras oportunidades, esta vez no cerrará los ojos para no observar los disparates y atrocidades que un régimen despótico practica contra un país y un pueblo.
La aplicación de la Carta Democrática solo un ignorante puede calificarla de “injerencia en nuestros asuntos internos”, y sobre todo cuando la dictadura a lo largo de 18 años crea un “orden internacional” paralelo, entre ellos organismos como Mercosur y otros mecanismos internacionales creados por Chávez con el desmedido propósito de anular al orden existente y crear un “orden” a su imagen y semejanza.
No hay nada eterno, hay que levantar la esperanza, la convicción y la fe en que esto no debe prolongarse por mucho tiempo más. En el caso de Venezuela todas las tropelías cometidas contra el pueblo y sus derechos civiles, políticos, sociales y económicos no van a quedar sin castigo, la justicia es lenta pero tengamos fe en que no podrán seguir actuando impunemente y la aplicación de la Carta Democrática, o las llamadas de atención a que de lugar, serán un paso importante en la lucha que libra nuestro pueblo por restituir la democracia, la libertad, el respeto a los derechos humanos, celebrar elecciones libres. Venezuela recuperará su libertad. ¡Sí se puede!
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