Los secretos de la diplomacia
OSCAR HERNÁNDEZ BERNALETTE | EL UNIVERSAL
viernes 3 de diciembre de 2010
Las confidencias en WikiLeaks han creado un verdadero escándalo en la comunidad internacional. Lo más grave es que se filtre el contenido de los miles de cables intercambiados entre las embajadas y el Departamento de Estado. Pero para quienes dirigen la política exterior de Washington el problema fundamental no es solo que se conozca cómo actúan en determinadas situaciones coyunturales o que informan sus diplomáticos sobre los países en donde están acreditados, sino que se demuestra la vulnerabilidad de su sistema de seguridad en donde miles de comunicaciones clasificadas llegan a manos públicas antes de los plazos establecidos por su propia ley.
Sorprende a la opinión pública las revelaciones expuesta pero en términos diplomáticos no puede ser clasificada sino como de rutina. Es precisamente eso lo que hacen las embajadas entre otras funciones, informar, analizar el entorno político del país en donde están acreditadas, velar por los intereses de su países y advertir a sus gobiernos de acciones políticas o económicas, por ejemplo, que puedan ser importantes hacerlas del conocimiento de aquellos que toman decisiones en las respectivas cancillerías.
Esa es tarea de todas las embajadas y de acuerdo al grado de interés que tengan en las relaciones con determinados países. Precisamente señalaba en un libro intitulado "La Diplomacia en un mundo globalizado" y refiriéndome a la sección política de las embajadas que estas tienen como responsabilidad fundamental la de hacer los análisis de coyuntura de política interna y externa del país receptor que tengan de una otra manera influencias en nuestra esfera de acción. Esa sección, afirmábamos, se encarga de llevar a cabo todas aquellas tareas que permitan conocer metodológicamente la realidad del país, sus instituciones y sus actores.
Entonces no es distinto en ninguna Embajada del mundo que esté haciendo apropiadamente su trabajo. Eso es parte de la responsabilidad desde siempre que tienen los diplomáticos. Por ello para ningún gobierno debe ser una sorpresa que los simpáticos y prudentes diplomáticos con quienes tiene que lidiar ocasionalmente estén evaluando para sus gobiernos distintamente de lo que a muchos les gustaría. Cualquier Embajador acreditado en Caracas, por ejemplo, pasará muchas horas de su jornada de trabajo escribiéndole a su Cancillería de la realidad política de Venezuela, cómo la percibe y cuáles son los beneficios o perjuicios que la misma puede tener para los intereses integrales de su nación. Es grave para el Departamento de Estado que se haga público las comunicaciones de las embajadas de Estados Unidos y el perjuicio que ellas pueden tener para líderes y países aliados. Lo delicado es que se dejaron develar, cosa que no debe ocurrir en la diplomacia y que sin duda pondrá a más de un halcón en Estados Unidos a pedirle el cargo a la Secretaria de Estado de estos tiempos.
Para quienes piensan que la esencia de la actividad diplomática cambiará están equivocados. Los diplomáticos tendrán que seguir haciendo lo mismo para sus naciones y la comunidad internacional. Lo que debe cambiar son los métodos de seguridad los cuales por cierto los tienen todas las cancillerías del mundo.
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