LUIS MANUEL ESCULPI
Esta vez no madrugaron con el sonoro ruido de la diana, el estrepitoso escándalo de los cohetes también estuvo ausente. Fue a eso de las 9:30am recorriendo la caraqueñísima parroquia de San Agustín percibí que la tranquilidad de la mañana dominical, se vio interrumpida por un vehículo provisto de altoparlantes que hacía llamados desesperados exhortando a concurrir para las votaciones. La ausencia de electores en los centros de la zona era notoria y anunciaba lo que ocurriría durante todo el día. Se aguó así la celebración de un cumpleaños. Simultáneamente en su programa el personaje que antes se definía como expresión del “periodismo de denuncia”, rol ahora olvidado, reincidía al hacer propaganda al gobierno a través de su encuestadora favorita, sin el menor rubor señaló que más del 60% de los venezolanos evalúan positivamente la gestión de Maduro. El contraste entre lo expresado en el programa televisivo y lo que se apreciaba en la calle era más que evidente.
No hubo la acostumbrada celebración ni los fuegos artificiales de otros tiempos, el encanto que alguna vez los acompañó parece haberse desvanecido, están conscientes de ello, la simulación resulta ahora más difícil, sus palabras carecen de credibilidad. El desencanto, la apatía y la desilusión recorre sus filas. Sus afiliados reflejan el malestar que recorre todas las áreas de la sociedad. Lo sucedido el domingo es una clara señal del estado de ánimo de quienes han sido hasta ahora sus adherentes. Las fuerzas democráticas tienen el desafío de encontrarse con ese descontento y actuar en la dirección de erigirse como real alternativa y ser percibida como tal.
Ese mismo día, pero en horas vespertinas, sucedió un extraño incidente, que provocó la suspensión de los actos previstos para clausurar y el merecido homenaje al escritor Eduardo Liendo en la Feria del Libro de Chacao, y afortunadamente no paso de allí. Un grupo de jóvenes enmascarados se dispusieron a cerrar la avenida frente a la Plaza donde se realizaba la Feria, la Guardia Nacional tenía el “pitazo” (esa “acción” fue convocada por la red) estaba desplegada desde tempranas horas, también con máscaras antigases y equipos antimotines. Ese incidente le permitió al gobierno desviar la atención de la inmensa abstención en sus comicios. Por lo que no es una insensatez suponer que en algunas acciones de ese tipo participan agentes provocadores, pues ellas no favorecen los propósitos opositores, muy por el contrario terminan por beneficiar al gobierno. No nos posibilitan aproximarnos al descontento, cada vez mayor que se observa en las bases del oficialismo, reavivan antiguas aprehensiones y prejuicios, hacia el comportamiento que identifican con el mundo opositor. Existen posturas extremas que conciben la política como manifestación de desahogo, sin proponérselo le hacen un magro servicio a la causa que dicen defender. Resulta que el trajinar la ruta de la lucha social y política plantea diversas y complejas exigencias, no comprenderlo y reducirla a la repetición de clichés y consignas, siempre resulta estéril e improductivo.
Acotación: al culminar está columna recordé una extraordinaria novela que leí hace tiempo de Jorge Semprún titulada Aquel Domingo. La recomiendo.
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