PETROBRAS MANCHA A BRASIL
EL PAIS-EDITORIAL
Brasil se enfrenta probablemente al peor escándalo financiero y político desde la llegada al poder del Partido de los Trabajadores (PT) en 2003 con Lula da Silva como presidente. La red de corrupción política y empresarial —con ramificaciones de financiación ilegal del partido en el Gobierno— tejida en torno al gigante petrolero estatal Petrobras amenaza con dejar pequeño el famoso mensalao,que hace ocho años puso al descubierto un sistema de compra de votos en el Parlamento y —otra vez— financiación ilegal del PT.
Petrobras no es una empresa estatal común. “Petrobras es Brasil y Brasil es Petrobras”, le gustaba repetir a Lula. Su sucesora, Dilma Rousseff, tiene que lidiar ahora en dos difíciles frentes del caso. En primer lugar, siendo ministra de Minas y Energía del Gobierno de Lula, Rousseff ordenó que Petrobras tuviera proveedores nacionales. Una medida perfectamente coherente con el ideario del PT y con el objetivo de crear empleos y activar la industria nacional. Pero tuvo el efecto —inesperado, mientras no se demuestre lo contrario— de ser utilizada para engrasar una trama de favores, sobornos y comisiones ilegales en la que hay implicadas al menos nueve de las principales empresas de Brasil y, hasta el momento, 85 altos ejecutivos.
El segundo frente tiene que ver con que Rousseff es ahora la presidenta, reelegida en los comicios celebrados el pasado octubre. Las investigaciones apuntan a que las empresas investigadas donaron hasta el 62% del presupuesto de las campañas de los candidatos locales que pedían el voto para la presidenta.
Hay que señalar que la trama no solo salpica al Gobierno. Las empresas regaron generosamente con sus aportaciones a todas las fuerzas en contienda. Y no solo eso. Los principales partidos aparecen, según diversos testimonios ante el juez, como receptores de jugosas comisiones. Es como si el petróleo de Petrobras se hubiera derramado y manchara a Brasil.
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