Gobierno
atolondrado
Trino Marquez
La caída perpendicular
de los precios del crudo en los mercados internacionales, ha tenido el efecto
de un golpe mortífero en la barbilla del confundido e ignorante gobierno rojo.
No
hay nadie en el gabinete que le haga entender a Nicolás Maduro que el retroceso
del barril no se debe solo, ni fundamentalmente, a razones coyunturales que
pueden superarse con una reunión de urgencia de la OPEP para acordar medidas
que defiendan los precios. Los factores que impulsan el retroceso se encuentran
en el fondo. El raquítico gobierno de Maduro en el plano
internacional es poco o nada lo que puede hacer para modificar este cuadro tan
adverso. La OPEP a duras penas controla un tercio del mercado petrolero
mundial. Los países que integran el cartel están profundamente divididos. Entre
Arabia Saudita e Irán existe una
rivalidad religiosa y política que no cesa. El trasfondo de esta lucha sin
cuartel es la confrontación milenaria entre sunitas y chiitas por el dominio
del Medio Oriente y las zonas aledañas. En este momento uno de los escenarios
de esa contienda es Siria. Irán apoya económica y políticamente al régimen de Bashar
al-Asad; Arabia, lo adversa. Hay que debilitar el músculo financiero de los
ayatolas para que la ayuda disminuya. También hay que impedir que el Estado
Islámico (EI), el grupo terrorista más peligroso y agresivo del planeta, se
fortalezca con la venta de combustible extraído de los pozos de los cuales se
ha apropiado en Irak y Siria.
Buena
parte del poderío de Vladimir Putin y su
afán de reconstruir la Unión Soviética, hasta donde ese objetivo sea
alcanzable, se basa en la enorme capacidad petrolera de Rusia. Los precios por
encima de $100 el barril fortalecen al nuevo zar. Hay que golpearlo por donde
le duele: el bolsillo. El crudo debe bajar para que al mismo ritmo disminuyan
las pretensiones del déspota oriental. Los Estados Unidos, por razones
estratégicas y geopolíticas, prefieren subsidiar la explotación del petróleo
extraído de esquistos bituminosos y
ensayar con el fracking, aunque sea
muy costoso producir crudo, antes que alimentar con elevados precios el ego
insaciable del exagente de la KGB.
Al
nuevo cuadro geopolítico mundial se agrega el hecho de que economías emergentes
como las de China, India y Brasil no están creciendo a los ritmos esperados, y Europa
se mantiene dentro de márgenes modestos.
La demanda de hidrocarburos no aumentará de forma espectacular, sino que
se mantendrá en niveles moderados.
Los
precios del crudo no escalarán hasta las nubes, salvo que suceda algún episodio
impredecible, aunque improbable, pues al parecer los Estados Unidos decidieron
aliarse con los factores de poder mundial para detener el auge de fuerzas y
líderes que conspiran contra la democracia y la paz mundial, sentados sobre
millones de barriles de petróleo.
En
esta atmósfera tan cargada Maduro no sabe cuál atajo tomar. Su gobierno en
petro y dólaradicto. Como acabó con todas las fuentes generadoras de divisas
distintas al crudo, reza para que un milagro ocurra. Pero, los países serios se
han venido preparando para impedir sobresaltos o giros inesperados que les den
un inmenso e inmerecido poder a líderes carismáticos inescrupulosos o a grupos extremistas que amasan gigantescas fortunas
afincadas en el negocio petrolero. Los casos de Putin, el EI y, mucho menos
relevante, de Hugo Chávez y su revolución bolivariana, les han enseñado a estar
alertas y establecer acuerdos duraderos para evitar desagradables sorpresas.
Maduro,
en vista del nuevo panorama, debería dar un giro de 180 grados sobre su propio
eje. Tendría que sacudirse a Diosdado Cabello y a la ultraizquierda, y convocar
a los empresarios, a los sindicatos, a la oposición, a los gobernadores y
alcaldes, a las academias y universidades, es decir, al país, para que lo ayuden
a salir del aprieto en que se metió y metió a la nación. Refugiado en el sectarismo y la prepotencia
roja seguirá hundiendo a Venezuela en el abismo.
Le
queda el camino de la represión, las amenazas y la alianza con el sector
militar más corrompido y autoritario. Esta ruta, se ha demostrado, además de tortuosa
termina por desembocar en un precipicio. Pérez Jiménez la transitó en 1958.
@trinomarquezc
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