jueves, 20 de noviembre de 2014

Gobierno atolondrado


Trino Marquez

La caída perpendicular de los precios del crudo en los mercados internacionales, ha tenido el efecto de un golpe mortífero en la barbilla del confundido e ignorante gobierno rojo.
No hay nadie en el gabinete que le haga entender a Nicolás Maduro que el retroceso del barril no se debe solo, ni fundamentalmente, a razones coyunturales que pueden superarse con una reunión de urgencia de la OPEP para acordar medidas que defiendan los precios. Los factores que impulsan el retroceso se encuentran en el fondo. El raquítico gobierno de Maduro en el plano internacional es poco o nada lo que puede hacer para modificar este cuadro tan adverso. La OPEP a duras penas controla un tercio del mercado petrolero mundial. Los países que integran el cartel están profundamente divididos. Entre Arabia Saudita e Irán  existe una rivalidad religiosa y política que no cesa. El trasfondo de esta lucha sin cuartel es la confrontación milenaria entre sunitas y chiitas por el dominio del Medio Oriente y las zonas aledañas. En este momento uno de los escenarios de esa contienda es Siria. Irán apoya económica y políticamente al régimen de Bashar al-Asad; Arabia, lo adversa. Hay que debilitar el músculo financiero de los ayatolas para que la ayuda disminuya. También hay que impedir que el Estado Islámico (EI), el grupo terrorista más peligroso y agresivo del planeta, se fortalezca con la venta de combustible extraído de los pozos de los cuales se ha apropiado en Irak y Siria.
Buena parte del poderío de Vladimir Putin  y su afán de reconstruir la Unión Soviética, hasta donde ese objetivo sea alcanzable, se basa en la enorme capacidad petrolera de Rusia. Los precios por encima de $100 el barril fortalecen al nuevo zar. Hay que golpearlo por donde le duele: el bolsillo. El crudo debe bajar para que al mismo ritmo disminuyan las pretensiones del déspota oriental. Los Estados Unidos, por razones estratégicas y geopolíticas, prefieren subsidiar la explotación del petróleo extraído de  esquistos bituminosos y ensayar con el fracking, aunque sea muy costoso producir crudo, antes que alimentar con elevados precios el ego insaciable del exagente de la KGB.
Al nuevo cuadro geopolítico mundial se agrega el hecho de que economías emergentes como las de China, India y Brasil no están creciendo a los ritmos esperados, y Europa se mantiene dentro de márgenes modestos.  La demanda de hidrocarburos no aumentará de forma espectacular, sino que se mantendrá en niveles moderados.
Los precios del crudo no escalarán hasta las nubes, salvo que suceda algún episodio impredecible, aunque improbable, pues al parecer los Estados Unidos decidieron aliarse con los factores de poder mundial para detener el auge de fuerzas y líderes que conspiran contra la democracia y la paz mundial, sentados sobre millones de barriles de petróleo.
En esta atmósfera tan cargada Maduro no sabe cuál atajo tomar. Su gobierno en petro y dólaradicto. Como acabó con todas las fuentes generadoras de divisas distintas al crudo, reza para que un milagro ocurra. Pero, los países serios se han venido preparando para impedir sobresaltos o giros inesperados que les den un inmenso e inmerecido poder a líderes carismáticos inescrupulosos o a grupos extremistas que amasan gigantescas fortunas afincadas en el negocio petrolero. Los casos de Putin, el EI y, mucho menos relevante, de Hugo Chávez y su revolución bolivariana, les han enseñado a estar alertas y establecer acuerdos duraderos para evitar desagradables sorpresas.
Maduro, en vista del nuevo panorama, debería dar un giro de 180 grados sobre su propio eje. Tendría que sacudirse a Diosdado Cabello y a la ultraizquierda, y convocar a los empresarios, a los sindicatos, a la oposición, a los gobernadores y alcaldes, a las academias y universidades, es decir, al país, para que lo ayuden a salir del aprieto en que se metió y metió a la nación.  Refugiado en el sectarismo y la prepotencia roja seguirá hundiendo a Venezuela en el abismo.
Le queda el camino de la represión, las amenazas y la alianza con el sector militar más corrompido y autoritario. Esta ruta, se ha demostrado, además de tortuosa termina por desembocar en un precipicio. Pérez Jiménez la transitó en 1958.


@trinomarquezc

No hay comentarios:

Publicar un comentario