BRASIL: VÍNCULO ESTRATÉGICO
BEATRIZ DE MAJO
Cuatro fueron los países en los que se enfocó la gira latinoamericana del premier chino en los días pasados. Li Keqiang, armado con un cartapacio de ofertas, con decenas de miles de millones de dólares bajo el brazo, estuvo en Brasil, Colombia, Perú y Chile con la idea de promover un salto cualitativo en las relaciones transcontinentales. Ya no se habla solo de mejorar el flujo comercial, toda vez que ese aspecto de las relaciones se mantiene con viento en la popa, sino de avanzar en otros terrenos. Es la Cepal la que sostiene que entre 2000 y 2014 el intercambio de bienes entre América Latina y el Caribe y China se multiplicó por 22.
Pero si bien es cierto que casi dos terceras partes del comercio chino con nuestra la región lo acaparan estos cuatro países, Brasil es, de lejos, la nación más favorecida con la bilateralidad. Quizás hay que atribuirle a ello que el líder chino se haya encargado de singularizar en este viaje, de una manera muy especial, el vínculo con Brasil, uno de los dos países en el continente –Chile es el otro–, cuyo socio principalísimo, por encima de Estados Unidos, es China.
Dentro de ese espíritu de transformación, los temas que Li trató con Brasil fueron más allá de los tradicionales que tienen que ver con las industrias extractivas. Pareciera que realmente un viraje de fondo se estaría implantando en las relaciones entre los dos gigantes, por voluntad recíproca. El nuevo modelo con que China desea inaugurar esta etapa de relaciones más intensas aspira a estructurar negocios conjuntos en las áreas logística, energética e informática, pero apunta, en especial, a promover más relaciones entre las empresas de ambos países y de estas con ambos gobiernos.
Si el tema del desarrollo de la infraestructura estuvo muy presente en las tratativas con el gobierno de Dilma Roussef, una de las piezas centrales fue el de la construcción de una red férrea capaz de conectar a la costa atlántica brasileña con el Pacífico. El propósito del millonarísimo macroproyecto no es solo incrementar el flujo de materias primas y productos básicos desde Brasil hacia China –lo que en si ya es beneficioso– sino servir además de contrapeso a la desproporcionada importancia que el nuevo canal de Panamá ha estado adquiriendo para el comercio mundial, lo que le garantiza una importante gravitación a Estados Unidos en el flujo de bienes entre los dos océanos.
Una alianza de esta envergadura en la víspera de los juegos olímpicos que se presentan tan complejos para el Brasil generará importantes solidaridades entre estos dos titanes. Ello viene a sumarse a otros esfuerzos en los que China está apoyando al Brasil en el campo de lo multilateral de manera que los países con economías emergentes –y ambos lo son– puedan contar con una mayor atención a sus asuntos dentro de la comunidad internacional.
Estados Unidos no podrá ignorar con facilidad el efecto de una cooperación sostenida entre dos países de tan importante envergadura en dos continentes.
Así lo han entendido los chinos. La hora es buena para la interacción, los proyectos fluyen, los sectores privados se suman a las iniciativas oficiales. En suma, un cambio cualitativo sí parece estar en marcha, tal como lo repitió Li hasta el cansancio a lo largo de su periplo.
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