martes, 16 de julio de 2013

Brasil: La economía tras la protesta

     MIGUEL ÁNGEL SANTOS 
EL UNIVERSAL
16 de julio de 2013 
Mucho se ha escrito acerca de las protestas en Brasil y el notable progreso de su economía. Moisés Naím, en un artículo reciente, lo ha metido en el mismo saco con Turquía y Chile, indicando que las protestas ocurren "tras un período de éxito económico": "Más de cuarenta millones de brasileños se han unido a la clase media, el número de indigentes cayó drásticamente y el país ha conseguido reducir sus abismales diferencias en la distribución del ingreso". La asociación entre estos logros y el éxito económico no es directa ni mucho menos evidente. Ya de eso podemos hablar nosotros. A fin de cuentas, el boom de 55% en el consumo real por habitante de Venezuela de estos últimos catorce años también ha reducido la pobreza y la desigualdad. La pregunta es a qué precio, cuáles son los fundamentos de esa reducción y cuánto se puede sostener. Un análisis detallado de la economía de Brasil nos invita a reconsiderar la naturaleza de su éxito.

Un reporte de Marcos Casarín, economista de Oxford Economics para Brasil, presenta una perspectiva diferente a la visión convencional. Hago aquí un aparte: Hace un par de años Marcos y yo analizamos las razones del crecimiento acelerado de ese país. En resumen, los países crecen porque incorporan a la producción más trabajadores, porque invierten más capital o porque son más productivos (son capaces de producir más con el mismo capital y los mismos trabajadores). En Brasil, todo el crecimiento de los últimos veinte años se debe a que se han agregado más factores de producción (capital y trabajo). Por ejemplo: En los últimos diez años los trabajadores brasileños han más que duplicado su salario en promedio (113%), pero su productividad se ha mantenido constante. Y eso es difícil de sostener.

En el reporte al que hago mención, Marcos traza la peligrosa trayectoria que ha seguido la economía de Brasil en los últimos diez años. El boom de inversión permitió crear una cantidad de puestos de trabajo sin precedentes, llevando el desempleo a su mínimo histórico (5,8%). La incorporación al mercado laboral y el crecimiento en el salario le abrió las puertas del crédito a muchos hogares brasileños. La política monetaria laxa de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) redujo significativamente la tasa de interés, estimulando un boom de crédito colosal. Ese boom de crédito alimentó un boom de 130% en el gasto de consumo de los hogares (y en la popularidad del PT). Hoy en día el servicio de deuda de un hogar promedio se traga el 23% del ingreso familiar. Esta cifra supera a la registrada en Estados Unidos antes de la crisis de 2007. De hecho, ya los niveles de impago de préstamos actuales en Brasil superan a los de registrados tras la crisis financiera.

La política monetaria de Lula y Dilma también ha tenido una consecuencia familiar: La inflación ha superado consistentemente el objetivo (4,5%), lo que junto a la entrada de capitales ha producido una apreciación fenomenal del real. No por casualidad el de Brasil es el segundo Big Mac más caro de América Latina (el primero es el nuestro a 6,30 bolívares por dólar). La apreciación del real ha estimulado las importaciones y deteriorado la cuenta corriente de Brasil, en déficit desde 2008. En pocas palabras: Ha caído aceleradamente el ritmo de creación de nuevos empleos, se ha acelerado el costo de la vida (en reales y más aún en dólares), y se ha acentuado el deterioro del balance externo. La economía reclama un ajuste. Para evitar mayor apreciación del real, Brasil tendría que escoger entre implementar mayores controles a la entrada de capitales o esterilizar los reales que circulan en contrapartida a esa inversión extranjera. Esto provocaría un aumento en las tasas de interés, en un momento en que los niveles de deuda de los hogares se encuentran en su punto máximo. Será interesante ver si el PT decide introducir este ajuste ahora y asumir el costo político, o demorarlo y extender los desequilibrios, lo que obligaría a un aterrizaje forzoso en el futuro cercano. Con un agravante por el que también habremos de responder nosotros: Esas familias que apenas han superado el límite de la pobreza (sostenible o no) van a defender esa conquista con su vida.

En resumen, Brasil ha recibido una cantidad muy significativa de inversión y ha incorporado a millones de nuevos trabajadores al mercado laboral. Pero el crecimiento del consumo vía endeudamiento y las políticas del PT para apuntalar los salarios, en ausencias de mejoras de productividad, han llevado el gasto de consumo mucho más allá de lo sostenible. Si la economía no está aún en el corazón de la protesta, bien podría estarlo a la vuelta de la esquina.

@miguelsantos12

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