sábado, 13 de julio de 2013

¿HÉROES O TRAIDORES?

José María Carrascal
José María Carrascal
ABC
EDWARD Snowden se ha convertido en un dolor de cabeza no sólo para el Gobierno norteamericano, sino también para el ruso, el colombiano, el venezolano, el cubano e incluso los europeos, que no saben qué hacer con los informes que les ha pasado, secretos oficialmente, pero por todos conocidos: que la Agencia de Seguridad Nacional norteamericana les espiaba. Y lo sabían por una razón muy sencilla: porque ellos también lo hacen. Los llamados servicios de inteligencia son en realidad agencias de espionaje a amigos y enemigos (los nuestros han captado incluso al Rey). La información es un arma que proporciona ventajas sobre el interlocutor, sea quien sea. Si los servicios de inteligencia no sirven para eso, no tendría sentido gastarse el montón de dinero que cuestan y dedicarlo a escuelas, hospitales o a simple diversión de los ciudadanos. La diferencia está en que unos países pueden espiar más y mejor debido a su riqueza, potencia y tecnología, mientras el resto deben contentarse con lo que buenamente pueden. Este pacto de caballeros entre villanos ha venido funcionando no ya desde la Guerra Fría, sino desde siempre, hasta que miembros de esos servicios, curiosamente norteamericanos todos ellos, se han puesto a largar lo supuestamente secreto. La filtración más comprometedora, por afectar a aliados, ha sido la de Snowden, aunque no hay que olvidar la del soldado Manning, que filtró 700.000 documentos sobre la guerra de Irak, que Julian Assange se encargó de airear a través de Wikileaks. Ellos se consideran patriotas y demócratas. El Gobierno norteamericano, traidores y delincuentes. ¿Qué son realmente?
El espionaje no es legal, pero está admitido… mientras no se descubra, en cuyo caso el espía ha de pagar por ello. Del mismo modo, la denuncia del espionaje es legal… mientras pueda uno escapar de las consecuencias. Es la situación en que se encuentran Manning, procesado con la perspectiva de recibir una cadena perpetua; Assange, en la Embajada de Colombia en Londres por más de un año, y Snowden, en la sección internacional del aeropuerto de Moscú, pidiendo asilo en Rusia. Putin, con la experiencia que da el haber sido agente secreto, ha puesto la nota de realismo en este rocambolesco caso, que incluye tanto cinismo como hipocresía: «Si quiere quedarse en Rusia tendrá que interrumpir sus actividades de perjudicar a nuestros socios norteamericanos». O sea, que deje de fastidiar y de hacerse el héroe. Fíjense en que habla de «socios». Aparte de que vivir en Rusia no es precisamente vivir en Hawai, donde Assange vivía.
Y es que en esto del espionaje no hay héroes ni villanos. Que los tres filtradores hayan buscado refugio en países donde no se respeta la libertad de prensa ni la intimidad personal no es precisamente una carta de recomendación para ellos. Aunque, eso sí, han conseguido el cuarto de hora de fama que Woody Allen pedía para todos. El problema es el precio.

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