“EL CAOS SOY YO”
Emilio Nouel V
Cuando vemos el despelote que el
gobierno de Maduro ha creado con el control de cambios, necesariamente
uno tiene que reiterar lo ya dicho: estamos frente a una administración
carente de orientación alguna, descriteriada, con vocación y voluntad de caos
social.
Porque el problema de fondo en este caso concreto, no es sólo que no haya divisas suficientes, lo cual es muy grave si se piensa que hemos recibido varios cientos de miles de millones dólares estos años, sino que tampoco exista en las autoridades una cabal comprensión del tema y de las distorsiones que generarán, mucho menos de las salidas más viables a este problemón.
Porque el problema de fondo en este caso concreto, no es sólo que no haya divisas suficientes, lo cual es muy grave si se piensa que hemos recibido varios cientos de miles de millones dólares estos años, sino que tampoco exista en las autoridades una cabal comprensión del tema y de las distorsiones que generarán, mucho menos de las salidas más viables a este problemón.
Tal es el desorden en esta materia,
que funcionarios del BCV llegan a la insólita y risible declaración de que no
informarán sobre el precio del dólar que se subaste mediante el SICAD, porque
de lo contrario estarían violando la Ley de Ilícitos cambiarios. ¿? ¡Hasta
dónde se ha llegado haciendo el ridículo!
Si ampliamos nuestra visión al resto
de la realidad nacional, a la marcha de la economía y de los servicios
públicos, la opinión es la misma. Pareciera que nos conducimos acelerada e
ineluctablemente hacia un precipicio, a pesar de algunos asomos de pragmatismo
que surgen aquí y allá entre contados personeros del gobierno, que intuirían la
necesidad de abrirse a la sociedad, a las distintas fuerzas políticas, sociales
y económicas, con vistas a impedir la debacle.
En este contexto pre-caótico, preñado
de incertidumbre, no son pocos los que se ilusionan con los anuncios de
supuestas correcciones a las nefastas políticas de los últimos años. “Agarrando
aunque sea fallo”, es la consigna de éstos. Y hasta cierto punto pudieran
tener razón. Los apremios y los instintos de supervivencia imponen, la más de
las veces, una posición esperanzadora, optimista. Y es comprensible, porque la
alternativa ¿cuál sería?
No soy de los que creen en
conversiones repentinas en el gobierno, pero estoy obligado, como sé que muchos
lo sienten también, a intentar, desde nuestras modestas posiciones, a presionar
para que se cambie el mal rumbo que lleva el país, tratando, mientras tengamos
fuerzas, de hacer entrar en razón a los que han estado extraviados por la
ideología, la incompetencia y la ignorancia. Y no se trata de claudicar en las
convicciones, sino de impedir que todos nos desbarranquemos.
En esta hora desventurada, a
las fuerzas democráticas venezolanas les toca una tarea en extremo difícil,
compleja y no muy grata. Deberán luchar no sólo en franca desventaja contra un
gobierno calamitoso, perverso, corruptor y corrompido, sino también contra la
impaciencia, la incomprensión y un a menudo absurdo y miope cuestionamiento,
desde sus propias filas.
Espeluzna encontrarse a supuestos
opositores, que desenfadadamente te preguntan que hasta cuándo vamos a dar
largas a las muertes que seguramente tendrán que ocurrir, que por qué no
salimos de una vez a la calle a enfrentar al gobierno de manera definitiva.
¿Qué clase de locura es ésta?
Lo lamentable es que así piensan para
sus adentros, algunos aventureros irresponsables de la política, así como
connotados opinadores.
Una oposición responsable tiene que
explorar caminos diferentes a la violencia, sin claudicar en una estrategia
eficaz de acumulación de fuerzas de carácter democrático, constitucional,
electoral y pacífico. Está obligada a insistir en un diálogo democrático,
independientemente de que en el adversario haya sectores enloquecidos que lo
rechacen. Está igualmente compelida a hacerse oír y manifestar cuando sea
necesario.
Si el gobierno no modifica el rumbo,
las tempestades que ha sembrado hace más de una década nos llevarán
indefectiblemente adonde nadie en su sano juicio desea.
Maduro y su gobierno no tienen la más
mínima idea de cómo salir de este hondo atolladero, lo está demostrando a
diario. Si no dialoga abierta y sinceramente con los que saben, caeremos en el
caos.
Domeñar la inflación, recuperar los
sectores económicos productivos públicos y privados, construir las viviendas
que se necesitan, normalizar el abastecimiento de alimentos, cambiar leyes,
elegir nuevo CNE y Contralor General, remozar la infraestructura pública, dar
educación y salud en cantidad y calidad suficientes, y garantizar la seguridad
de los venezolanos, entre otros asuntos, no podrán lograrse con la exclusión de
amplios sectores del país que representan la mitad o quizás más de los
electores del país. Si Maduro sucumbe ante los radicales de sus filas, si no
suprime las causas de la crispación social, el desastre del país estará
garantizado.
No faltarán quienes nos acusen de
blandengues, colaboracionistas o chavistas disfrazados, por sostener esta
opinión. Pero esto es lo que nos sale si queremos salir de la mejor y menos
costosa manera de unos gobernantes nefastos que nunca debieron llegar al poder.
Parafraseando a Luis XIV (“L’etat
c’est moi”), con su ejecutoria errática, Maduro podría decir: “El caos
soy yo”.
Emilio Nouel
V.
@ENouelV
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