Entrevista al Serrucho de oro
JEAN MANINAT
EL UNIVERSAL
viernes 12 de julio de 2013
Mi compadre César Miguel me lo advirtió hace un buen tiempo: "nunca le digas sí a un periodista. Son como los pitbull, cuando se aferran ya no sueltan".
Pero como suele suceder, uno desoye lo que mejor le conviene y atiende lo que a ojos vista lo va a conducir por un disparadero de inconveniencias innecesarias. Así que cuando timbró mi BB y leí en la pantalla el nombre François Galouise, supe que mi amigo, director del semanario parisino El cochino desmelenado, me haría una oferta que no podría rehusar. "Hermano" me dijo en su español afrancesado como el que dicen fingía Carpentier, "tienes que hacerme un favor, necesito que entrevistes al líder opositor que sustituyó a Twitternator en el comando de la oposición verdadera. ¡Tú sabes, la que nunca se entrega la pura y dura!". Mientras maldecía mi dedo índice por haber aceptado la llamada y buscaba una excusa para librarme del encargo, escuché la frase temible que no quería escuchar: "hermano son cuarenta años de amistad, no te puedes negar. Tienes un par de días y mi eterno agradecimiento". Luego el silencio de un teléfono desconectado.
Así que una vez más me encontré frente una tarea para la cual no estoy ni profesional ni anímicamente preparado para acometer: entrevistar a alguien profundamente seguro de sí mismo como son todos los jefes de la oposición a la oposición. Con el permiso del maestro Suniaga.
Desprovisto de brújula alguna, sin amigos periodistas a quien dirigirme -desde mi última labor de entrevistador me acusan de práctica indebida de la profesión- recalé en la oficina de La Chita, un detective privado de origen peruano venezolano y afición literaria. "Menuda tarea le han dado" me dijo, "el Serrucho de oro no es una sola persona, son varias y se transmutan continuamente los unos en los otros. Pero si el momento es adecuado y la moira lo quiere, entrevistando a uno los entrevistará a todos".
Así, unos días después me dirigía caminado cuesta arriba hacia un vetusto restaurante francés de la tercera avenida de Los Palos Grandes, gloria culinaria de la República precedente, rodeado de chinos, iraníes y algunos representantes de la bohemia elegante que habita el barrio de moda que ahora llaman Soho Grande.
Cuando abrí la puerta del comedero de pretensiones galas, me zambullí en una penumbra recargada como un retablo ruso. En una mesa al fondo -siempre se sientan al fondo- estaba mi personaje, rodeado de tres comensales moviendo absortos el dedo índice como un limpia parabrisa sobre la pantalla táctil de sus Iphone.
-Adelante, adelante –me dijo con un tono de voz chirriante pero amable –tengo poco tiempo estoy esperando una llamada de París y otra de New York. Usted sabe de nuestra labor para denunciar la flaqueza de la oposición a nivel internacional.
-Sí claro, precisamente quería preguntarle su opinión sobre los resultados de las últimas elecciones presiden...
-Números, cifras, poco importan. Unos millones más o menos ahora son granillos de arena frente a la tarea histórica que nos anima en este momento. Denunciar y no participar.
-Pero perdón, se argumenta que se ganó la elección, se evidenciaron irregularidades y el CNE...
-Disculpe, aquí lo que hace falta es salir a la calle, me entiende, ¡La calleee! Millones de personas impugnando, indómitas, sin miedo. Algunos de nosotros estamos esperando que salga la nueva colección de calle de Vuitton y Armani para salir a la calle. Ya verán.
-Pero fíjese ahora vienen las elecciones municipales. Ya Capriles asumió la dirección de la campaña ¿No le parece que participar...?
-Hellooo, participar para qué si ya sabemos que no vamos a ganar. Denunciar es la tarea del momento.
-Pero lo mismo decían de las presidenciales y se ganó...
-Se ganó, se ganó, estoy harto. Yo me habría inmolado frente al CNE. Así es muy fácil, se logran más de siete millones de votos, se gana la gobernación de Miranda. ¡Pero no es gracias a Capriles, ojo! Es gracias a gente como yo que no tenemos pepitas en la lengua y no nos entregamos como los acomodaticios de la MUD.
-Bueno... pero... algún mensaje...
-Claro, no nos arrodillaremos, no bajaremos la cerviz, no claudicaremos, no nos callaremos, no tenemos miedo.
-Excúseme, quise decir mensaje político, de contenido digamos, cuál es su estrategia.
-Como dijo Ghandi... este... este... ¡Para atrás ni para coger impulso! Claro lo dijo en guayaratí su lengua natal. Disculpe, me llaman de Radio Lac, Ginebra.
Salí disparado a la tarde caraqueña. Los zapatos los tenía cubiertos de una espesa capa de aserrín mojado.
@jeanmaninat
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