miércoles, 10 de julio de 2013

De esos polvos son estos lodos:
La oferta económica de Hugo Chávez


    Humberto García Larralde 


La difícil situación económica por la que hoy atraviesan los venezolanos obliga a recapitular lo ofrecido por el finado presidente Chávez en materia económica, como base de su proyecto político. De esos polvos vienen estos lodos. Sin desmerecer el impacto de su discurso ideológico, lo que el caudillo supo vender a sus compatriotas fue la idea sencilla de que merecían participar en el usufructo de la riqueza social por encima de cualquier consideración basada en méritos, talentos o esfuerzos productivos. La imagen de una Venezuela pletórica en petróleo, minería, potencialidades turísticas y tierras fértiles, pregonada durante décadas por los gobiernos democráticos, así como por Pérez Jiménez, abonaba convincentemente a favor de esta reivindicación. Era tremendamente injusto que en un país tan rico la mitad de su población viviese en condiciones de pobreza. El solo hecho de ser venezolano, más si encarnaba la mezcla racial que tipifica al pueblo en el imaginario de la “revolución”, debería dar derecho a disfrutar de los frutos que nos había legado la generosa naturaleza. Esta tesis se cerraba con broche de oro argumentando que con ello se cumpliría con la vida digna que quiso Bolívar para los venezolanos, traicionada por una oligarquía que se había apropiado de estas riquezas excluyendo al pueblo. Lo verdaderamente patriótico, en tanto daba vida a los designios justicieros de El Libertador, era unirse al proyecto político de Chávez. Quienes se oponían debían considerarse “apátridas”.

El proyecto de Chávez
Esta prédica encontró terreno fértil en la crisis que experimentó la estrategia de “sembrar el petróleo” luego de los años ’70. La insurgencia de Chávez en el escenario político se nutrió del resentimiento y la desesperanza que se generó por la frustración de las expectativas, luego de la llamada “década perdida” de los ’80 y de la experiencia mal digerida de la liberalización económica de los ’90, que tal estrategia había despertado. El caudillo abjuró de las reglas de juego imperantes –de las instituciones- que constreñían el usufructo de una riqueza de la que ahora solo quedaba la ilusión y ofreció cortar este nudo Gordiano (quizás con los consejos de Giordani) barriendo a las cúpulas podridas del contubernio adeco-copeyano del poder, culpabilizadas por negarle al pueblo su legítima aspiración. Torciendo la historia, invocó a un Bolívar “enemigo de la oligarquía”, ahora “puntofijista”, para avalar su proyecto. Las reglas formales de la democracia –el adjetivo de “burguesa” se le añadiría mucho tiempo después- no debían contraponerse al puesto bajo el sol que el Libertador quiso fuese la República para todos los venezolanos, bajo su paternal conducción.

Sobre tal prédica se cimentó el pacto social que alimentó el triunfo electoral de Chávez en 1998, cebándose en los resentimientos, frustraciones, odios e ilusiones de gran parte del electorado. Inspirado en la tesis del neofascista argentino, Norberto Ceresole –la unión directa Ejército-Caudillo-Pueblo, sin organizaciones representativas intermedias-, se dedicó sistemáticamente a demoler las instituciones que interferían con sus insaciables apetencias de poder. El vacío de normas fue desplazado por decisiones unilaterales y discrecionales de parte del Presidente, abusando de su ejercicio de mando. Se fueron minando los mecanismos de mercado para la asignación de recursos que, si bien se encontraban mediados por las prácticas de lo que Juan Carlos Rey llamó “sistema de conciliación de élites” forjado bajo la democracia, constituían un dispositivo pactado plurilateralmente entre fuerzas políticas, económicas y sociales. En sustitución se implantó un arreglo orquestado desde el poder para el aprovechamiento discrecional de la riqueza social, en desapego a criterios de racionalidad económica y liberado de toda normativa que lo restringiera, a lo que he llamado régimen de expoliación. El provecho del fruto económico sería determinado, cada vez más, por relaciones de fuerza cristalizadas en una jerarquía de mando “unicentrada” en torno al líder carismático y no por reglas de juego institucionalizadas, fundamentadas en los derechos de propiedad y la observación de los derechos individuales. La participación de la sociedad ya no estaría sujeta a normas consensuadas, sino a transacciones arbitrarias de tinte político que trocarían obsecuencia y lealtad a quienes detentan el poder, por el derecho a usufructuar aunque fuese una pequeña porción de esa riqueza.

La profesión de un “socialismo del siglo XXI” justiciero sin duda contribuyó a legitimar entre los creyentes esta cruzada de demolición institucional, en nombre de una “revolución” que abatiría las iniquidades que impedían su acceso al disfrute de la plétora material que les correspondía. Es decir, invocando los deseos del Padre –el celestial y el nacional- se le ofreció a los venezolanos el propio paraíso terrenal:consumid sin el sudor de tu frente”. Es éste el escenario por excelencia del populismo y del clientelismo dispendioso, instrumentos para la conversión de ciudadanos autónomos en masa desorganizada sometida a la voluntad de un autócrata. Mientras creciera año a año los ingresos petroleros, tal arreglo era manejable: un juego suma-positivo de reparto discrecional entre élites y adeptos hecho posible porque la torta “engordaba” de manera sostenida.

El socialismo petrolero
El dispositivo que montó Chávez para manejar a discreción el régimen de expoliación fue bautizado por él mismo como “socialismo petrolero[1]. Consistió en una batería de elementos articulados para maximizar la disponibilidad de ingresos en manos del fisco y saltarse los controles sobre su usufructo y aplicación. Ha hecho posible la constitución de una formidable base financiera para la prosecución de los objetivos de política del Presidente a través de un gasto público discrecional[2]. Con ello procuró el respaldo social y militar requerido para perpetuarse en el mando y lograr mayores niveles de control político. Los mecanismos de reparto confeccionados en la forma de “misiones” fueron centrales a estos fines. La política económica del gobierno desconectó el usufructo de la riqueza social de condicionamientos basados en méritos, esfuerzos productivos, la premiación del logro o la ética del trabajo. En ausencia de mecanismos de control, de transparencia en el manejo de los recursos públicos y de rendición de cuentas, se generó una estructura de complicidades para el usufructo irregular de la renta, alimentada de lealtades y compromisos con el Gobierno. Desde el lado de la oferta de recursos financieros, dependiente de los funcionarios que deciden el gasto; como de la demanda –incluyendo la cadena de intermediarios, comisionistas y custodios de la erogación-, conforman una suerte de mercado político en el que los favores otorgados constituyen los activos y los compromisos adquiridos o favores a retribuir (por las vías que fuesen) constituyen los pasivos.

El proyecto “socialista del siglo XXI” no se distingue por sus propuestas o alcances productivos, sino por las formas de participación en el ingreso que pone en ejecución, fundamentadas de manera directa en las relaciones de poder que se han ido consolidando a lo largo de estos años a la par que se destruían las instituciones del Estado de Derecho. Se ha ido decantando de manera cada vez más evidente una conducta patrimonialista de parte de los conductores de esta “revolución”, entendida ésta como el usufructo de bienes que son de patrimonio público –o pasan a serlo, vía expropiación- como si fueran propios. Paradójicamente, bajo la prédica “socialista” y de la primacía de lo colectivo sobre lo individual, son privatizados los bienes públicos mediante su provecho sectario, excluyente y discrecional por parte de quienes detentan hoy el poder.

Los ingresos del Estado chavista:
La renta petrolera constituyó el elemento determinante de la viabilidad económica del modelo “socialista”, como bien lo reconoció el presidente Chávez. Durante los 14 años de su largo gobierno ingresaron al sector público casi $700 millardos por concepto de exportación petrolera, más $78 millardos por endeudamiento externo neto (sector público). Si a ello se le suman las exportaciones del Estado distintas del petróleo (incluyendo servicios), se añadirían unos $31,2 millardos para todo el período reseñado, para un total de $810 millardos. Todas son cifras oficiales del BCV. Es decir, para cada habitante, los ingresos públicos de origen externo habrían aumentado desde unos $450 en 1998 a $4.626 para 2012, un salto de 956%, ¡más de 10 veces!

Si se consideran los ingresos públicos de origen doméstico, destaca el endeudamiento interno, que pasó de Bs. 2.535 millones en el último año del gobierno de R. Caldera (II), a Bs. 255.260 en 2012, según registros de MinFinanzas. Traducido a dólares según el tipo de cambio oficial vigente para cada año, aumentó de unos $4,9 millardos en 1998 a 59,4 millardos en 2012; un endeudamiento neto equivalente a $54,5 millardos. Adicionalmente, el Gobierno Central pechó a las actividades no petroleras y al consumo, principalmente del sector privado, por unos $295 millardos durante estos 14 años (BCV).

En total el Estado dispuso de una masa gigantesca de recursos montante en más de $1,1 billones, sin contar las utilidades que hubiesen podido generar las empresas públicas. En términos per cápita, los ingresos públicos se habrían más que triplicado bajo la larga presidencia de Chávez. El avance del proyecto “socialista” se reflejó en un incremento significativo del peso del Estado en la actividad económica. Numerosas expropiaciones, el incremento de la burocracia al calor de la fiebre de regulaciones y controles instrumentados, y las cuantiosas dádivas repartidas, hicieron que el gasto fiscal, equivalente a un 21,5% del PIB en 1998, pasara a ser de un 40% en los últimos dos años, incluyendo el gasto parafiscal de PdVSA. Por su parte, el empleo en el sector público casi se duplicó durante este lapso, pasando de 1,39 millones a 2,62 millones.

Asociado al gasto público dispendioso, que monetizaba un ingreso de origen externo que no resultaba de esfuerzo productivo alguno –la renta internacional del petróleo-, la liquidez monetaria se multiplicó 67 veces, con un innegable impacto inflacionario, resistente a la baja. Por su parte, la merma de las reservas internacionales, al traspasar las llamadas “reservas excedentes” al Fonden, y al obviar la entrega del total de ingresos petroleros (en dólares) al BCV, se tradujo en una reducción drástica del respaldo internacional del bolívar, alimentando aun más las expectativas inflacionarias y de devaluación. De acuerdo a la relación entre liquidez y reservas, el tipo de cambio debería haber sido de Bs. 15/USA $ a finales de 2012, muy por encima de la tasa oficial.

Los estragos del “socialismo del siglo XX1”
Las cifras de consumo privado e inversión bruta por habitante en dólares (corregidos por la paridad de poder adquisitivo –PPA- del bolívar) registran incrementos de un 67,5% y un 14,1%, respectivamente, durante los 14 años de Chávez. Si bien es loable que el consumo privado promedio se haya incrementado significativamente, la inversión bruta apenas lo hizo, aun siendo 2012 año de gran impulso a la Misión Vivienda. Alarma, además, que ambas cifras no guardasen proporción con el incremento de los recursos externos percibidos por el Estado, los mayores –por mucho- de toda su historia. ¿Por qué?

Desde luego, el salto en las cifras de ingresos públicos se diluye si se toma en cuenta la economía como un todo. Pero ello no explica el orden de magnitud de la desproporción antes aludida. ¿Qué pasó?

$165 millardos salieron del país por las cuentas Financiera de la balanza de pagos durante el lapso reseñado, $46 millardos correspondientes al sector público. Adicionalmente, por la cuenta de Errores y Omisiones se fugaron otros 34 millardos. En conjunto, esta salida superó en más de 10 veces la de los 40 años de democracia (1959-1998); 89% ocurrió luego de implantado el control de cambio. Ello indica que CADIVI no tenía como finalidad contener la salida de divisas -ni proteger las reservas internacionales, que permanecen en un nivel precario-, sino racionarlas para uso preferencial de quienes hoy ocupan el poder.

Adicionalmente, PdVSA registró a fines de 2012 unos $40 millardos en cuentas por cobrar, es decir, exportaciones facturadas pero sin proventos en dinero, dado el generoso financiamiento otorgado a los países importadores de nuestro petróleo (los asociados a PetroCaribe, que incluye a Cuba, y otros). Cabe señalar que la deuda que registraba la empresa era, precisamente, de $40 millardos para esa fecha, es decir, PdVSA se tuvo que endeudar para mantener estas dádivas a los “amigos”, con el agravante de que la tasa de interés de esta deuda es alta, mientras que a los “panas” se les cobra sólo un 1%.

Más allá, el país tuvo que pagar el servicio de la deuda externa que, junto al pago neto de dividendos sobre inversiones foráneas, sumó $40,1 durante el período. Es decir, de los $810 millardos que fueron los ingresos de origen externo que captó el Estado durante los 14 años de la era Chávez, unos $280 millardos volvieron a salir o simplemente no entraron. Ello refleja la magnitud de lo que dejó de consumirse o invertirse en el país.

Luego habrá que considerar la descomunal importación de bienes y servicios, que aumentaron para 2012 casi 4 veces con relación al último año de gobierno de Caldera II. Ello ha sido resultado de la destrucción de la capacidad productiva doméstica, por lo que una tercera parte de la demanda interna proviene ahora de las importaciones. Hace 14 años, esta proporción era de apenas un 17,3%. Si bien estos son bienes y servicios para el consumo y la inversión internos, una proporción no desestimable de lo importado está representado por compras de material bélico, unos $12 millardos solo a Rusia[3].

En lo interno, el desaguadero de recursos públicos incluye el enorme subsidio otorgado al consumo doméstico de combustible, cuyo costo de oportunidad (valor alterno de exportación) fue de al menos $15 millardos en 2012. Encima, el deterioro de la capacidad de refinación doméstica ha obligado a importar gasolina y otros productos para suplir el mercado nacional[4]. Éstos se compran a precios internacionales, altos, para venderlos al precio doméstico subsidiado. A esto debe añadirse los $174 millardos en gastos sociales y asignaciones al Fonden por parte de PdVSA. Si bien ambos gastos favorecieron el consumo, es obvio que, en el caso de la gasolina, ha contribuido con un enorme despilfarro, amén de fomentar un lucrativo contrabando de extracción a países vecinos. En lo que respecta al reparto a través de las misiones, habría mejorado el consumo de los favorecidos, como revelan las cifras arriba mencionadas, pero sin “enseñarles a pescar”, dejándolos al albedrío del Estado para su sustento. Como si lo anterior no fuera preocupante, las empresas básicas de Guayana están prácticamente quebradas y requieren transferencias crecientes desde el Gobierno Central para mantenerse en operación. Por último, se han acumulado cuantiosas deudas no registradas por concepto de amortización de empresas expropiadas, tanto a nacionales como extranjeros, muchas de las cuales están en litigio internacional. De fallarse en contra del Estado en estos litigios, su posición financiera estará aun más comprometida.

Si a muchas de las transacciones macro examinadas se les mete la lupa, se destapa una olla de guisos de todo tipo cocinados al amparo de la impunidad y la complicidad. Cualquier venezolano podría hacer una larga lista de los negociados realizados con los dineros públicos, porque adquirieron notoriedad durante estos años. Para fines ilustrativos solo recordaré lo del Plan Bolívar 2000; el Central Azucarero Ezequiel Zamora; la putrefacción de decenas de miles de toneladas de alimentos que se importaron, no para distribuirlas, sino para cobrar las comisiones; los sobre-precios cobrados por Ruperti en el flete de crudo y productos; los contrabandos de extracción de la mafia de la cabilla; los millones regalados en acciones de compra venta de títulos de Bandes en EE.UU.; el “paleo” del fondo de jubilación de los empleados de PdVSA; los $20 millardos en importaciones para 2012 declaradas fraudulentas por la nueva presidente del BCV; extorsiones a empresas privadas facilitadas por la cantidad de permisos y autorizaciones obligadas por un Estado regulador e intervencionista; y pare usted de contar. A ello habría que añadir la “solidaria” subvención del régimen tiránico de los Castro que, según algunos cálculos, estaría entre $5 millardos y $10 millardos al año, cifra ésta incluida en la salida de capitales registrada arriba.

Por otro lado, no puede quedar fuera del análisis la probabilidad de que la producción petrolera real y, por tanto, los ingresos por exportación de crudo, hayan sido sustancialmente inferiores desde 2003 a lo reportado por PdVSA. La despedida de casi la mitad de la nómina de PdVSA, incluyendo a los empleados más experimentados, luego del paro cívico, y la desviación de fondos para el gasto parafiscal (misiones y Fonden) en detrimento de la inversión y los gastos de mantenimiento, sin duda dejó su huella. El OPEC Monthly Report registra una producción para Venezuela durante el período 2003-2012 inferior en 22,1% al que proclama el gobierno.

En realidad, con los compromisos de gasto parafiscal asumidos, el creciente endeudamiento -tanto para sostener la caja de la empresa como para alimentar el mercado paralelo de divisas-, el servicio de la deuda con China -sin compensación para PdVSA-, y la caída en la producción, el futuro de la industria petrolera nacional se encuentra cada vez más comprometido. Ahora PdVSA acude a nuevos endeudamientos con China, Chevron, Rosneft (rusa) y Schlumberger, entre otros, para que las empresas mixtas acordadas con éstos puedan mantener sus actividades. Si se otea lo que está ocurriendo en el mercado petrolero internacional, el horizonte presenta aun mayor nubosidad. El desarrollo tecnológico para la extracción de petróleo de esquistos augura la autosuficiencia petrolera de Estados Unidos antes de que finalice la década, y una eventual competencia como exportador en un futuro más lejano. China, Argentina y otros países ricos en este tipo de yacimientos, están prestos a seguir el ejemplo estadounidense. Por otro lado, los altos precios actuales del crudo justifican enormes inversiones en la búsqueda de alternativas tecnológicas, como las celdas de hidrógeno, que sustituirían la gasolina en los automóviles y demás vehículos. De manera que un escenario previsible, aunque no necesariamente sea una fatalidad, es el de debilitamiento de la demanda internacional por crudos y, por tanto, de sus precios.

El llegadero
Como plantea el dicho, “de tanto que va el cántaro al agua, se rompe”: se revelaron insuficientes aun los descomunales proventos petroleros de los últimos años para los esquemas de reparto, los regalos a países “amigos”, el despilfarro por incompetencia y los voraces apetitos por el dinero mal habido. Se les acabó la fiesta a los “revolucionarios”, lamentablemente a expensas de la inmensa mayoría de los venezolanos. Para asegurar la victoria electoral del 2012, se botó la casa por la ventana: ante la extendida malversación del erario público, así como de todo tipo de recursos del Estado, en actividades proselitistas del oficialismo, sin control alguno, el déficit del sector público habría cerrado en un 15% del PIB. Por su parte, la escasez de divisas resultante provocó un abismo entre el dólar oficial y la cotización del mercado negro, unas 5 veces superior. Se llegó al llegadero del gasto dispendioso. Frente al desabastecimiento de bienes y servicios, la inflación, la pérdida de reservas internacionales y el deterioro de salarios y del poder adquisitivo de la población, no hay capacidad de respuesta. Mientras, las universidades se paralizan en protesta por la desidia gubernamental ante el reclamo salarial de los profesores y empleados, y la insuficiente dotación de presupuesto; no hay cómo honrar muchos contratos colectivos con empleados y trabajadores públicos, ni bases para entablar negociaciones satisfactorias de los contratos vencidos; centenares de miles de maestros se preparan para un conflicto previsible, dados los bajísimos sueldos que reciben; igual, los trabajadores de la salud; los apagones siguen azotando al país, a pesar de los planes anunciados; los dólares de CADIVI no alcanzan; y la dotación de diversas misiones empieza a mermar.

La inhabilitación de los mecanismos de la competencia para proveer una abundancia de bienes y servicios a precios estables, y su sustitución por controles de precio y métodos policíacos de vigilancia y castigo a infractores, ha exacerbado la inflación, la más alta de América Latina y, posiblemente, del mundo. Peor aun, con las recientes devaluaciones y, en ausencia de dispositivos de corrección, propios del libre juego entre oferta y demanda, cada productor o comerciante se ha lanzado por la libre a aumentar los precios de los bienes y servicios que ofrece, so pena de perder la carrera ante los incrementos de los demás. El pass-through de la devaluación a los precios internos de ninguna manera explica las alzas recientes, muy superiores, ante las cuales las medidas policíacas del Indepabis y el Sundecop sólo agarran al más pendejo: en absoluto contienen la inflación.

Como el gobierno se ha visto contra la pared, ha buscado un entendimiento mínimo con el sector privado a fin de aliviar en algo la políticamente costosa inflación con escasez que abruma a los venezolanos. Asimismo, se evidencian tímidos acercamientos al “imperio”. Hasta aquí, una pizca de racionalidad prometedora para el país. Pero los resortes ideológicos de un régimen obligado a inventar enemigos para tapar sus irresponsabilidades e incompetencias -en la más pura tradición fascista-, y los intereses creados en torno al régimen de expoliación implantado, son demasiado traicioneros. Eso explica que, a la par de los atisbos de cordura mencionados, se sigue inventando “conspiraciones”, “magnicidios” y, dando pena ajena, se llega hasta recoger la senil denuncia de José Vicente Rangel sobre los 18 aviones de combate comprados por la oposición para agredir, desde Colombia, a la “revolución” (¡!). Más aun, se emprende una ofensiva contra Colombia, acusando a factores de ese país de todo tipo de desmanes contra Maduro –en connivencia con el imperio y la “extrema derecha” (¿?) venezolana-, cuando es precisamente desde Colombia que pueden resolverse, en el corto plazo, buena parte del abastecimiento de productos alimenticios que tanto preocupan al gobierno. Luego, el presidente-mientras-tanto no se le ocurre cosa mejor que seguir denunciando una “guerra económica” de la “derecha” para sacudirse de encima la responsabilidad de los gobiernos chavistas en el desastre engendrado.

Definitivamente, el sectarismo embrutece. ¿O será simple cinismo desvergonzado de los enchufados?



[1]“Este es un socialismo petrolero. No se puede concebir el modelo económico que queremos construir en Venezuela si no incluimos la gota petrolera. (…) Con el petróleo haremos la revolución socialista”, declaraciones recogidas por el diario, El Nacional, Pág. 4 Nación, 30 07 07. 
[2] Ver el anexo que acompaña el presente artículo.
[3] El Nacional, 14/05/2013, pág. Mundo/11
[4] Según el Departamento de Energía de Estados Unidos, Venezuela estaba importando 129.000 barriles de combustibles desde ese país para finales del primer cuatrimestre de 2013.

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