JULIO PREVE FOLLE
EL PAÍS-MONTEVIDEO
1.7.2013
Las mismas han contado con el acuerdo enfático del presidente actual, Federico Franco, manifestando así un enfoque de continuidad en materia de política exterior, vital para un país pequeño y necesitado de profesionalidad y determinación en el relacionamiento externo. Esta necesidad de sólidos vínculos económicos y políticos no deriva, al menos no solamente, de su condición de país mediterráneo. En efecto, esta necesidad de buenos vínculos es tan relevante para Paraguay como para nosotros o Brasil, países todos necesitados de intercambio de bienes, de servicios, de inversión extranjera. Contrasta esta necesidad con un documento de nuestro gobierno actual que destaca la importancia de no firmar un tratado de libre comercio con Estados Unidos, y sí hacerlo en cambio con Surinam, Ecuador y algún otro país "compañero".
Chicana.
Lo que ocurrió el año pasado con Paraguay fue una mancha enorme en nuestra política exterior, que a muchos uruguayos no solo nos molestó sino que nos avergonzó. El gobierno, con la expulsión de Paraguay y la incorporación de Venezuela, hizo cosas que nunca se habían visto. La primera fue imponernos una decisión de petit comité, de espaldas a la opinión de al menos la mitad de los uruguayos, lo contrario a lo que había ocurrido siempre con las decisiones de este tipo. Así, por ejemplo, en el ingreso del país al Mercosur, el presidente de la época procuró un consenso muy amplio que luego fue decisivo durante el proceso de negociación. Por el contrario, aquella decisión que confirma un importante viraje de nuestra política exterior al ideologizarla por completo, no solo fue tomada en un repentino e indigno conciliábulo, sino que recogió un muy pobre consenso nacional. En efecto, contra ella se manifestaron los partidos tradicionales, de a ratos el vicepresidente, la Cámara de Industrias, las gremiales agropecuarias, entre otras opiniones. La expulsión de Paraguay fue vergonzosa en tanto bajo ningún concepto se podía afirmar que el juicio político al presidente Lugo se había realizado fuera de derecho. Pero los hechos posteriores se encargaron de probar que el pretexto utilizado no era cierto. En primer lugar y porque en horas, los restantes socios aprovecharon para violar el derecho Mercosur y admitir a Venezuela en la unión aduanera sin la aprobación necesaria de un Estado Parte, tal como lo señala textual y lacónicamente el artículo 37 del Protocolo de Ouro Preto: "Las decisiones de los órganos del Mercosur serán tomadas por consenso y con la presencia de todos los Estados Partes". Pero, además, la chicana se ha quedado sin fundamento por todo lo que vino después tal como se preveía, esto es la ratificación de toda la institucionalidad paraguaya, las elecciones ejemplares, la sucesión presidencial en marcha, y una concordancia fuerte en las posiciones externas entre Franco y Cartes. Ahora, ambos coinciden en una afirmación cuya dignidad me genera envidia: Paraguay no vuelve el Mercosur de cualquier forma, y no acepta hacerlo en la presidencia pro tempore legalmente trucha de Venezuela, lograda a partir de una membresía votada sin el consenso exigido.
Cartes.
Lo ha dicho con toda claridad y sin medir costos económicos: con Venezuela no vuelve. La Triple Alianza había dispuesto, como si Paraguay fuera una nación infantil sometida a reprimendas de los mayores, que el 15 de agosto cuando cambiara el gobierno, podía volver al Mercosur. Sus presidentes en cambio -Franco y Cartes-, considerando ilegítima la incorporación de Venezuela -no la votó Paraguay- han manifestado que no, tal como lo dispuso en su momento el senado paraguayo. Más aún, el mandatario electo planteó que se suspenda la asunción de Venezuela a la presidencia pro tempore del mercado regional y se designe a Paraguay en esa función, para corregir el error cometido. La Triple Alianza deberá ahora tomar una determinación que en los hechos supone que, o expulsa a Paraguay del Mercosur, o hace lo propio con Venezuela, cuyo gobierno no solo es de dudoso vínculo con muchas libertades como la de prensa por ejemplo, sino que tuvo en la presidencia a quien en 1992 intentó un golpe de estado contra Carlos Andrés Pérez. La frase de Cartes debe ser un legítimo orgullo para los paraguayos: "…pero nuestra voluntad política tiene un límite, que es el Estado de Derecho, y si la presidencia la ocupa Venezuela, no sería posible la reincorporación de Paraguay por una cuestión de dignidad" dijo, después de señalar que no tiene problemas con Venezuela como nación. Tiene toda la razón Cartes, no puede volver el 15 de agosto con la Presidencia de Venezuela, como si nada hubiera pasado. Se le ofreció a Paraguay incluso una ignominia, para hacer como si no hubiese pasado nada: "Nos han planteado salidas económicas, como por ejemplo la posibilidad de que Pdvsa (la petrolera estatal venezolana) condone la deuda que mantiene con ella Petropar (la importadora pública paraguaya), pero este es un problema que no puede tener una solución económica, porque requiere de una salida política, y eso pasa por que se le otorgue al Paraguay la presidencia pro tempore ahora, porque es a quien le corresponde, de acuerdo con la alternancia". Esto dijo Cartes en otra intervención digna de elogio.
Asociado.
Con sensatez, el presidente electo no deja de señalar lo obvio que es la importancia del Mercosur en su relacionamiento externo. En este sentido, recuerda que un millón de paraguayos viven en Argentina, y que Brasil es vital en la colocación de su producción. Ello no obstante, Paraguay ya es observador en la Alianza del Pacífico integrada por México, Colombia, Perú y Chile, pero postulando la necesidad de que sea el bloque el que negocie con esa Alianza o con la Unión Europea. En definitiva, el país hermano pone la mira donde debe estar, es decir en la sociedad con los serios, los económicamente confiables, intentando un estatuto posible con sus socios y vecinos. La ocasión se le presenta para permanecer como una especie de estado asociado, quizás sin la presión del arancel externo común que cumplía poco. Esto seguramente no le impida continuar su senda de espectacular crecimiento a partir de una importante bienvenida a empresarios de todos lados, entre los que hay que contar a agricultores argentinos y brasileños, y ganaderos uruguayos que ya poseen allí tierras en una extensión que casi alcanza a Tacuarembó y Rivera juntos. Si Paraguay crece este año como se prevé un 13%, volverá a lograr dos dígitos en este guarismo, al igual que en 5 de los últimos 8 años. En definitiva, el estatuto que le asignaron a Paraguay, o el que logre con una renovada proximidad pero también a cierta distancia, por ejemplo como estado asociado, marca de alguna manera el rumbo de política exterior que Uruguay debe retomar, para lograr relaciones con los países más serios, lejos de los que hoy constituyen una pesadilla de populismo, falta de libertad, menoscabo del derecho, y pobreza.
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