Ángel Oropeza
La caotización progresiva del país se acelerará en los próximos meses. Lo que se presagia para 2015 es un escenario donde la escasez será de nuevo la protagonista, en un ambiente de alta inflación, decrecimiento económico, capacidad adquisitiva en caída libre, y un agravamiento de las ya lastimosas condiciones de vida de los venezolanos.
Frente a este escenario, algunas personas se han adelantado a afirmar que esta situación constituye una especie de “estocada final” para el gobierno, que conducirá irremediablemente a su terminación el próximo año.
Según estas lecturas lineales y deterministas, el gobierno se acerca a su fin. ¿Por qué? Porque frente a la disminución ostensible de la renta, sólo le quedarían 2 opciones: o implementar un programa de ajuste macroeconómico de tal magnitud, que provocará la estampida de sus ya menguantes bases de apoyo, o –en caso contrario- afrontar una situación de ingobernabilidad y conmoción social generada por la severa escasez de recursos. Lo que olvidan quienes así opinan es que el gobierno, al igual que los rusos, también juega.
Si algo ha caracterizado al gobierno es su habilidad para eludir no sólo su responsabilidad sino las consecuencias políticas de las crisis que él mismo ha generado. Y no va a ser distinto en esta oportunidad. Frente a un escenario de estrechez de recursos, seguramente el gobierno hará lo que sí sabe hacer, y es privilegiar su cálculo político. ¿Y cómo lo hará? Pues olvidándose de administrar para todo el país, y dirigir su estrategia en función de lo que considera su clientela electoral.
Para ello, es esperable que las medidas que veamos el próximo año profundicen la división de lo que ya se conoce como una economía dual: para quienes el gobierno identifica como no suyos, mayores controles en la importación de artículos y más dificultades en el acceso a bienes y servicios. El mensaje es claro: si usted quiere comprar lo que antes adquiría, o permitirse “veleidades burguesas” como viajar, comprar un carro, un equipo electrónico, un repuesto o un simple champú, pues hágalo a dólar libre. Total, usted no vota por el gobierno, así que el gobierno no tiene que preocuparse por usted.
El criterio de asignación de divisas se guiará hacia targets políticamente más rentables, buscando conservar o rescatar su apoyo. En consecuencia, lo que probablemente veamos es la profundización de acciones de abastecimiento social del Estado en los sectores populares urbanos y semiurbanos, ampliación de los mecanismos de acceso a bienes subsidiados, nuevos operativos de emergencia y “programas sociales”, multiplicación de ferias de consumo, y nuevas y engañosas “listas” -tipo rifas- para aspirar a una vivienda o adquirir algún bien. La idea es que el pueblo perciba que el gobierno sí se está ocupando de sus necesidades y problemas.
Esta estrategia de gobernar privilegiando sólo sus pretendidas bases de apoyo político, se verá complementado por una necesaria acentuación de la división y la polarización. Ahora más que nunca, se necesita que la gente siga hablando de 2 tipos de venezolanos –los buenos y los malos–- según sea su filiación o identificación política.
Frente a este nuevo intento de perpetuar la pobreza con fines de dominación, hay que insistir en que la línea divisoria entre los venezolanos no es ideológica o política, sino entre la víctimas y los beneficiarios de la crisis, y tratar de elevar las expectativas de la población, insistiendo en que los derechos son sagrados y no pueden ser sustituidos por limosnas ni por caridades interesadas.
Pero, además de esto, es necesario evitar caer en el error de celebrar el agravamiento de la crisis económica como una especie de bendición política, porque ella perjudica al gobierno. Esta es una de las cosas que durante mucho tiempo mantuvo alejado a importantes sectores populares de ciertos personajes y figuras de la oposición. Ese mensaje de aplaudir que el pueblo sufra porque beneficia políticamente a algún sector, es lo mejor para ahuyentarlo.
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