Luis Pedro España
Todas las encuestas coinciden en una cosa, Venezuela huye del chavismo. Eso no niega que existe 20% de compatriotas que siguen aferrados al oficialismo, más otro 10% de moderados que apoyarían electoralmente al gobierno en caso ocurrir alguna consulta electoral. Pero más allá de eso, el denominado Polo Patriótico hoy es una minoría.
Donde los acuerdos entre los encuestadores no parece ser tan claro es adónde ha ido a parar el deslave en las filas gubernamentales. Una parte importante de ellos se define como oposición. Quizás no es tan grande como sería si la unidad y la coherencia que la gente busca en momentos de crisis fuera más clara del lado de la alternativa democrática, pero es innegable que de 55% que hoy se define de oposición, casi la mitad fue hasta no hace mucho simpatizante del gobierno.
Las causas de la huida son obvias pero hay que recordarlas. La muerte del presidente Chávez, la orfandad de liderazgo que dejó, la cual patéticamente se hace notoria cuando escuchamos a sus herederos, junto con la pésima y agravada situación económica del país, son los responsables de este desmoronamiento acelerado, no solo de la popularidad, sino de la credibilidad y la confianza que tienen los venezolanos al gobierno.
Es cierto que en este movimiento de lealtades una parte de la población ha pasado a engrosar las filas de los no alineados o indefinidos. En este grupo tenemos desde los opositores que dicen no serlo porque querían infantilmente que una mañana todo hubiera cambiado, hasta los chavistas defraudados que siguen viendo a los opositores como sinónimo del abuso y la exclusión. Seguramente una parte de estos no alineados pasarán a engrosar las filas de los escépticos, volverán a ser los antipartidos de antes y puede que funden una nueva casta de abstencionistas. Otros probablemente necesitarán más evidencias para terminar de romper con las excusas y mentiras justificadoras del gobierno y, por último, el pedazo más grande se ira definiendo por uno u otro bando político según el tipo de consulta y la oferta electoral que surja en cada campaña.
Pero, en resumen, no importa de qué tipo de elección se trate, con los números de hoy el gobierno perdería. Su única esperanza es, en primer lugar, mantener impávido su piso de apoyo duro y, en segundo lugar, que la desesperanza, la desunión y la insensatez se apodere de sus adversarios, para entonces así seguir dilapidando lo que va quedando de revolución bolivariana y profundizando con ello la agonía social de los venezolanos. Con ese guion, no nos extrañe una dilación de las elecciones para la Asamblea Nacional, buscando hacer tiempo hasta que maduren las cizañas divisionistas.
Frente al aumento de los no alineados, muchos de los equivocados de siempre ya están levantando la bandera de la posibilidad de una tercera opción electoral. Advenedizos y oportunistas se miraran al espejo con ese traje pensando que les sienta bien. Escépticos y tontos de la política inmediatista hablarán de una tercera vía, sin saber que ello no contribuirá sino al discurso secesionista que tanto necesita el gobierno para seguir con sus tercas políticas que están destruyendo el país. Contra esas tentaciones y ambiciones habrá que luchar, para mantener una alianza electoral que vaya construyendo la nueva mayoría que el país necesita para salir de esta inmensa crisis.
Así las cosas, el próximo año seguirá la huida del chavismo. Una parte se convertirá en oposición, y la posibilidad de que estos formen parte de una gran fuerza de cambio, que pueda contra cualquier artimaña proveniente del poder, dependerá de que prive el interés general sobre la mezquindad inmediatista en las filas de la oposición, permitiendo así, como muestran las encuestas, que salgamos de esta pesadilla.
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