¿Otro David y otro Goliat?
FAUSTO MASÓ
¿Maduro es el nuevo David frente al Goliat del imperialismo? Ja, ja, ja. Cómo le gustaría presentarse así frente al mundo, solo que su arma no es una simple honda sino el petróleo. Tremendo chiste que un país petrolero quiera presentarse como un pobre infeliz, igual que en otros tiempos una isla productora de azúcar, ron y maracas. Sin embargo, como todas las verdaderas revoluciones se enfrentan a un imperio, Maduro sueña con entretener a los latinoamericanos y repetir la historia del enfrentamiento de Cuba y Estados Unidos, cosa imposible porque en realidad los enemigos mortales del petróleo venezolano son los sauditas, no los norteamericanos. Los yanquis son nuestros mejores clientes. Además, la producción petrolera de Washington, igual que la de Venezuela, requiere mejores precios, cosa imposible por culpa de los sauditas. Estados Unidos no invadirá Venezuela, apenas revelará algunas inversiones corruptas de bolichicos en ese país.
Demasiado tarde los norteamericanos reconocieron que si hubieran ignorado a Castro habría sido mejor para ellos; le hicieron un favor volviéndolo un falso David enfrentado a un Goliat. Ese supuesto David contaba con las armas atómicas de Rusia. Últimamente este David quiere hacerse amigo de Goliat. Desesperadamente.
La Casa Blanca nunca contestó los ataques de Chávez, no le sirvió de caja de resonancia mundial. Ahora el Congreso de Estados Unidos, por razones electorales, presenta el famoso proyecto de ley, que revelará los nombres de asombrosos inversionistas venezolanos en Estados Unidos, solo que ya ningún chavista tiene sus millones de dólares en un banco de la Florida. Negarles la visa sí es una medida cruel contra los bolichicos que les encanta visitar Disneyworld y salir de compra en Miami.
Por su parte, Arreaza no denunciará que Ecuador es el país que atrae a nuestros profesores y profesionales ofreciéndoles un sueldo muchísimo mayor del que ganan en Caracas, y sin tener que dar clases en inglés. También en este caso el gobierno considera mejor acusar a Estados Unidos que confesar que son los hermanos del Alba quienes se llevan el talento venezolano.
Así se entretienen, pero no arreglan el problema. En este momento solo la dificultad de conseguir un pasaje aéreo limita a los que quieren abandonar el país. Es bien complicado viajar a La Paz, o a Quito; al final muchos se van hasta por tierra.
En 1999, después de la crisis asiática, la inversión global en petróleo y gas bajó 20%, con el tiempo se recuperó. Ahora proyectos para buscar petróleo del Ártico también se archivarán. Si los precios bajan permanentemente por debajo de 60 dólares el barril, la inversión en nuevos campos caerá a la mitad y el crecimiento de la producción se detendrá, según Bloomsberg.
Los sauditas nos están abriendo los ojos, demostrando la locura que ha sido la política petrolera, la manía de fijarnos en los precios y no en el volumen de producción. Maduro tendrá que conseguir que el país produzca más tomate, carne, arroz, cemento, cabillas. ¿Lo logrará? No. Ahora las famosas leyes habilitantes encarecen la producción. Nos aguardan tiempos difíciles. A corto plazo, vendiendo esto y lo otro Venezuela pagará sus deudas, porque el gobierno no teme la ira de los que no consiguen desodorantes, pero le asusta las posibles represalias de la banca internacional; además, los bolichicos tienen su dinero invertido en bonos de la deuda venezolana.
El Apocalipsis nos espera en la segunda mitad de 2016, no antes, pero si llega el fin del mundo habrá que echarles la culpa a los sauditas, no a los norteamericanos.
El periódico El País de España publica que un puente sobre el Orinoco en Venezuela costó el triple que otros puentes similares construidos en Francia, e Inglaterra. Así no alcanza nunca el dinero. El verdadero enemigo de Venezuela no es Estados Unidos ni los sauditas, es la corrupción.
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