Subsidios en Venezuela ¿un problema o parte de la solución para 2015?
ASDRUBAL OLIVEROS/ GABRIEL VILLAMIZAR
Hace algunos días el ministro de
Economía, Rodolfo Marco Torres, aseguró que el Ejecutivo Nacional maneja para
2015 “diferentes escenarios con respecto a la caída del precio del petróleo a
fin de garantizar que todos los compromisos sociales” del Estado no se vean
afectados.
Dados, por un lado, el deterioro de
las finanzas públicas en los últimos años (expresado en la profundización del
déficit fiscal) y las mayores restricciones en el flujo de divisas derivadas de
las fluctuaciones del precio del crudo y, por el otro, la necesidad de contar
con mayores recursos para afrontar el gasto de la campaña electoral y un
servicio de la deuda más pesado, queda en entredicho la capacidad del Estado
para mantener la estructura de subsidios, y vale la pena preguntarse: ¿serán
los subsidios parte del ajuste?.
Buscando
alternativas. Además de la devaluación, medida que
en los últimos años ha servido para que el Gobierno “cuadre caja” en tiempos de
dificultades (restricción de ingresos), consideramos que en 2015 el ajuste de
las asignaciones de divisas hacia el sector privado será parte de la receta de
política económica que empleará el Ejecutivo Nacional. Dichas medidas no
terminan resolviendo el problema de fondo (desequilibrios cambiarios y
fiscales) y tendrán efectos importantes sobre la inflación y la escasez.
Otra solución, que ha sido planteada
por asesores económicos del Gobierno, contempla la desaceleración del gasto
público. Sin embargo, aunque pueda existir una ruptura en la relación del gasto
público y la popularidad del Gobierno, vemos muy difícil que este reduzca el
ritmo de sus desembolsos en un año electoral.
Hay más de donde
ajustar. Otra manera de resolver parte de los desequilibrios
y ahorrar fondos que serán necesarios para afrontar un duro 2015 pudiera ser
reducir el monto del gasto destinado a los subsidios, que durante los últimos
años han crecido hasta alcanzar un tamaño considerable y simultáneamente crear
mecanismos que mitiguen el impacto de dicho ajuste sobre los grupos de menor
ingreso.
Estimamos que para 2013 los subsidios
estatales alcanzaron el 24,1% del PIB (unos US$75.398 millones), de los
cuales 12,0% correspondieron a subsidios al consumo de energía (gasolina,
derivados, gas y energía eléctrica), 7,3% a la venta de divisas a un tipo de
cambio sobrevaluado (muy barato para los importadores) y 4,8% al gasto social
(en salud, educación y vivienda) ejecutado por Petróleos de Venezuela (Pdvsa).
Para 2014 esperamos que el peso de
los subsidios se acerque a 20,4% del PIB, liderados por la subvención a la
gasolina que representará 6,3%, el subsidio a las importaciones que equivaldrá
5,9% y el gasto relacionado a misiones sociales que llegará a 3,7%.
El subsidio a la
energía: lo barato sale caro. En la mayoría de los países del
mundo, con excepción de algunos productores de petróleo, el costo de la energía
(servicio eléctrico, combustibles para transporte y cocción) representa una
porción considerable del ingreso de los hogares. En Venezuela, el Gobierno ha
mantenido congelado el precio de la gasolina, de los derivados del petróleo,
del gas y del servicio de energía eléctrica, como parte de una política de
Estado que busca garantizar el acceso de los hogares de menores ingresos a
energía barata y reducir el costo de transporte de bienes y el precio de los
servicios de transporte.
A expensas del congelamiento de
tarifas el Estado ha asumido un alto costo de oportunidad en lo que respecta a
la venta de gas, gasolina y otros derivados del petróleo; y además ha tenido
que hacer importantes transferencias para cubrir las pérdidas operativas de la
Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec), empresa pública de generación,
transporte y distribución de energía eléctrica.
Calculamos que entre 2011 y 2013
Pdvsa dejó de percibir anualmente US$12.179 millones por el subsidio a la
gasolina, US$10.133 millones por la venta subsidiada de derivados (algunos
consumidos por el sector eléctrico nacional) y US$7.504 millones por la
venta a precios subsidiados de gas natural en el mercado interno; mientras que
Corpoelec tuvo que recibir ayuda anual del Estado por US$5.572 millones y
obtuvo de Pdvsa US$1.366 millones en transferencias para programas de
inversión en el sector eléctrico.
A pesar del alto costo de esta
política de subsidios (de casi US$35.574 millones al año), la misma no ha
contribuido a reducir los costos de transporte a nivel del consumidor, y estos
se han incrementado en 480,2% entre 2007 y 2013. Además, si consideramos el
bajo peso que el servicio de energía eléctrica tiene dentro del presupuesto de
los hogares tras años de tarifas prácticamente congeladas (menos del 2,7% de la
canasta de consumo), una reducción en el subsidio no pone en riesgo el acceso a
dicho servicio que puedan tener los hogares con menores recursos.
Un ancla para los
ingresos. Otro de los subsidios que ya no cumple con su
propósito es el cambiario. Ha resultado ser contraproducente la política de
tipo de cambio fijo, cuyo principal objetivo era contener la escalada de
precios (servir como ancla de precios) al mantener a raya el precio de los
bienes e insumos de origen importado.
Estimamos que, en promedio, el Estado
ha dejado de percibir al año 4,8 puntos del PIB entre 2003 y 2013, para poder
mantener la política de asignación de divisas a un tipo de cambio oficial
sobrevaluado, al tiempo que se ha soportado una inflación anual de 26,4% (21,9
puntos porcentuales por encima del promedio de América Latina para el mismo
período) y se ha permitido una salida de capitales de US$13.794 millones
al año (en parte financiada al cambio oficial).
La política cambiaria actual es una
de las principales fuentes de desequilibrios que afectan actualmente a la
economía, su persistencia –ante el fracaso de sus objetivos y su alto costo–
deja en evidencia que aún sigue siendo un instrumento para el manejo político
del sector privado, por lo que su desmontaje estará asociado a un viraje
político más que a la necesidad de recursos.
Las misiones: ¿son
tan necesarias? Por último, pero no menos importante,
el Gobierno ha delegado en Pdvsa gran parte del gasto social destinado a
satisfacer las necesidades básicas de la población en las áreas de salud,
vivienda y educación, las cuales han representado un costo anual aproximado de
US$13.979 millones durante los últimos tres años y han pasado de
representar 1,9% del PIB en 2003 a 4,8% del PIB en 2013.
Aunque consideramos que las misiones
han tenido un efecto importante para lograr reducir la pobreza de 42,0% en 1999
a 27,3% en 2013 (14,7 pp en 14 años), una buena parte de ellas podrían
funcionar con un presupuesto mucho menor y bajo un esquema de financiamiento en
bolívares (aprovechando la liquidez del mercado interno).
Entre los programas que podrían
funcionar con una menor cantidad de recursos destacan los asociados a los
servicios de salud (Misión Barrio Adentro) y educación (Misión Ribas, Robinson
y Sucre). Aunque para su puesta en marcha estas misiones necesitaron una
importante inversión inicial en infraestructura (módulos asistenciales de
salud, aldeas universitarias, entre otros), dada su actual madurez solo
deberían contemplar entre sus presupuestos costos operativos y de
mantenimiento.
Por su parte, los
programas que requieren una inversión mayor en infraestructura, como es el caso
de la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV), y que actualmente son financiados
en dólares, pudieran ser financiados con emisiones en bolívares que aprovechen
la liquidez actual del sistema bancario venezolano, lo que contribuiría –sin
afectar la operatividad del programa– a ahorrar fondos en divisas necesarios
para financiar importaciones y parte del servicio de la deuda o, en última
instancia, incrementar el stock de reservas (actualmente en
niveles por debajo del mínimo definido como óptimo por parte del Banco Central
de Venezuela [BCV]).
Nadie tiene por que
salir perdiendo. Somos de la opinión que el gran peso
de los subsidios –la mayoría está mal focalizados– puede reducirse, sin afectar
considerablemente la calidad de vida de los venezolanos, para así ayudar a
reducir el déficit fiscal y de divisas que actualmente presenta la economía
venezolana.
Aunque la reducción de los subsidios
implicaría una desaceleración del gasto público y pudiera afectar la
popularidad –ya mermada– del Gobierno de cara a las elecciones parlamentarias
de 2015, el impacto no sería tan grande debido a la ruptura que se ha
evidenciado en los últimos meses en la relación entre gasto público y
popularidad. Consideramos, además, que el Gobierno debería aprovechar el mal
momento de las finanzas públicas como argumento para promover una política de
reducción de gastos que han probado ser ineficaces y que tienen un gran peso
sobre el presupuesto de la nación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario