Elias PIno Iturrieta
La actuación de la oposición en 2014 merece los mayores reproches, si se mide con las varas de la impaciencia y del fanatismo. Los que piden soluciones para mañana lanzan centellas contra la MUD y contra sus voceros, mientras los adoradores de las salidas radicales lamentan lo que consideran como una vacilación cómplice que no lleva a ninguna parte porque mantiene las cosas en el mismo lugar. En ambos casos estamos ante críticas que no se compadecen con una realidad difícil de mudar según el capricho de los reclamantes. La realidad tiene sus bemoles.En buena medida tales conductas obedecen a la desinformación, o a la cera que tapa las orejas. En general la MUD trata de enfrentar las circunstancias de acuerdo a como vayan ocurriendo, pero los críticos aseguran que no hace nada. No hay pormenor relacionado con los asuntos del bien común que les pase inadvertido, aún los que parecen pequeños. Sin embargo, miles de guerreros apurados o de vehementes catecúmenos juran que no es así. El cortocircuito no se puede atribuir únicamente a quienes niegan el pan y la sal a la oposición agrupada en una mesa, sino a un estéril trabajo de comunicación. Se atienden los asuntos, pero pocos se enteran. Están los que no se quieren enterar, que son legión, pero es evidente que se ha fallado en el oficio de cacarear los huevos. Está el escollo de los medios controlados por el régimen, cada vez más cicateros con la política del adversario, y el espacio cada vez más reducido que puede ofrecer la prensa independiente, pero también la debilidad de los mensajes expuestos, la inconsistencia incapaz de mantener una clientela fiel o de hacerla crecer. También el hecho de que, tal vez, mucha gente no quiera escuchar a los que habitualmente se dirigen a ella. El mensaje parece adecuado si se somete a retoques que lo hagan más vigoroso, más digno de atención, pero no parece que suceda lo mismo con quienes lo desembuchan.
Tampoco la MUD ha podido controlar los proyectos personales de algunos dirigentes desesperados por estar a la cabeza de todos los movimientos, de todas las protestas y de todos los reclamos, en un empeño de confundir las necesidades colectivas con los intereses de un individuo o de un partido. Sin negar el derecho que tienen ciertos líderes de arrimar la brasa para su sardina y de utilizar a sus banderías para el cometido, es evidente el malestar que han causado en el seno del organismo colectivo hasta el punto de ponerlo en situaciones de gran aprieto cercanas a la desintegración. El problema se ha tratado de remendar con el auxilio de los paños calientes y de los reclamos soterrados, sin lograr el retorno de las aguas a un solo cauce. Se comprende que tales protagonismos se vuelvan un escollo para las decisiones compartidas, pero tal vez quienes los mueven y los sufren en una sala de reuniones que quiere ser hermética no han calculado la desilusión que producen entre los que observan desde prudente distancia, entre miles de destinatarios cada vez más agobiados y perplejos.
Si se agrega la conducta del gobierno, negada en todo trance a cualquier diálogo y a la posibilidad de una rectificación de su lamentable administración, se ven con ojos de mayor crítica las vicisitudes de la oposición. Se considera que no hace nada para que el régimen se compadezca de Venezuela, sin pensar que, por mucho que haga, el oficialismo se mantendrá en sus trece. Se considera que conviene una arremetida cuando la debilidad del madurismo es indiscutible, sin entenderse en el método para el ataque solicitado, proponiendo insólitas aventuras o pidiendo el azar de una sola apuesta en la veleidosa ruleta.
En medio de estos desafíos estuvo la MUD en 2014, y ha sobrevivido. Nadie sabe si saldrá con bien en el año que comienza, en especial cuando debe administrar el reto de las elecciones parlamentarias después de lidiar con las estrellas fulgurantes y con los encontrados intereses que pululan en su interior, después de hacer un inventario de errores y omisiones que sea menos benévolo que el presentado aquí. En todo caso, y de acuerdo con lo que se ha tratado de describir, parece que la mayoría de sus tumbos no se han dirigido a metas equivocadas.
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