martes, 14 de junio de 2016

EL DILEMA DE LA OEA

Pompeyo Marquez

El secretario general de la OEA, Luis Almagro, con mucha lucidez, plantea en un informe de 130 páginas la argumentación para solicitar la aplicación de la Carta Democrática a la dictadura venezolana. La firmeza de Almagro no tiene límite, y su empeño está corroborado por la realidad dramática que vivimos los venezolanos, que ningún otro pueblo del continente está sufriendo.
Desde hace un determinado tiempo se había notado la indiferencia de los países hemisféricos, pero ahora tenemos una solidaridad mundial que va desde la ONU, el G7, la Comunidad Europea a cuya cabeza están los españoles con su presidente Rajoy y su parlamento, hasta la mayoría de las naciones que integran la OEA.
Naciones Unidas ha colocado en su agenda el caso venezolano, porque ya Venezuela estaba sometida a la visibilidad de la OEA. Estamos a la espera de que se realice el Consejo Permanente entre el 10 y 20 de julio, y allí el caso venezolano, planteado en el informe de Almagro, tendría que ser discutido por los gobiernos del hesmiferio.
El caso venezolano es cristalino a cualquier exámen democrático que sea sometido: no hay libertad de expresión, no hay separación de poderes y se quiere aplastar al único poder legítimo que existe en la actualidad como es la Asamblea Nacional que preside Ramos Allup, Enrique Márquez y Simón Calzadilla.
En la crisis sistémica que vive nuestro país destaca la crisis económica que es profunda por el empeño de la mafia gobernante de “aplastar al capitalismo”, y lo que ha logrado es destruir el aparato productivo y meter a la nación en un hueco profundo del cual no saldrá si no es por la vía democratica, y rescatando el espíritu de la Constitución que habla de una economía mixta, que es lo que ha permitido a países como Chile, Brasil, Perú, Colombia y Costa Rica que progresen.
Venezuela, subordinada a la dictadura cubana, se encuentra conflictivizada por la crisis política; entre otras manifestaciones de esa crisis destaca un hecho elemental: no se puede gobernar un país con más de la mitad en contra, tendencia que alcanzó el 6-D las 2/3 partes de la AN. Y a eso agregamos la estupidez de no reconocer al otro que es mayoría y sin lo cual no puede unificarse el pueblo venezolano para salir de la crisis política, económica, social que agobia a la mayoría de los sectores de bajos ingresos, estimula la corrupción y desencadena el hambre en importantes segmentos de clase baja y media de la población.

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