viernes, 3 de junio de 2016

MANIPULACIÓN

          Jean Maninat

Una mentira repetida mil veces, siempre termina siendo eso: una mentira. Lo debe haber pensado Joseph Goebbels, cuando a su alrededor caía hecha escombros la epopeya propagandística que ayudó a montar con el apoyo -entre tantos otros- de una genial fotógrafa y un hábil y arribista arquitecto. De poco valió la puesta en escena de un fastuoso Tercer Reich, ni los millones de ciudadanos que servían de comparsa saludando con el brazo extendido al Führer y levantando a sus criaturas rubias para que atisbaran a la distancia al nuevo dios germánico. Al final, las águilas imperiales y las esvásticas eran de cartón piedra y el hombre que los condujo hacia la peor pesadilla de su historia: un bufón engreído y sangriento. La verdad siempre sale a flote por más que se la trate de tergiversar, manipulándola.
La manipulación es una inclinación en el ser humano que funciona -en su momento más pri­mario- como semiconductor del circuito integrado que conforman el cerebro con las glándulas lagrimales que excitan los folletones, los nervios faciales que rigen las “caritas” que transmutan un rostro, la palabra adiestrada para hacer hervir la melaza que recubre algunos corazones, o el pálpito patrio envuelto en una bandera estridente, como todas las banderas.
La manipulación también puede ser arte sublime, como el de Chaplin comiéndose un zapato en La quimera del oro. O el vehículo de una argucia orquestada desde el poder político para tratar de engatusar a la opinión pública cuando le es adversa.
Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo, todo el tiempo, es una advertencia que se le atribuye a Abraham Lincoln y forma parte del arsenal de sentido común que se acumula con el tiempo. Al expresidente norteamericano se le escapó  que hay quienes son capaces de engañarse a sí mismos todo el tiempo.  A fuerza de querer tergiversar la verdad, quienes han hecho de la manipulación su praxis política, ter­minan por creer sus propias fabricaciones a pie juntillas, como el hipnotizador de feria que cae en trance junto a su víctima de tanto repetir duérmete.
El gobierno no ha querido reconocer la gravedad de la situación que vive Venezuela, gracias a su gestión y falta de voluntad para rectificar a tiempo. Inmerso en su guión de intentar fundir, a juro, la realidad con su discurso, supone que todavía es posible la gambeta vistosa, el bluf que deslumbra, sin darse cuenta que los observadores internacionales ya ni pestañean ante tanta cabriola y el país hace tiempo ya que dejó de creerle.
El intento de manipular la información sobre el diálogo que se sostuvo en República Dominicana con los mediadores de Unasur para Venezuela, mediante unos tuiters de la cancillería deslizando falsamente que habría habido un encuentro entre el gobierno y la MUD, fue infantil en su concepción y torpe en su confección. Le mostró a la troika -los expresidentes Zapatero, Fernández y Torrijos- con lo que le toca lidiar de cerca en el proceso de diálogo. Y a quienes siguen, con inusitado interés, la situación venezolana -que son muchos y cada día más importantes- el poco grado de seriedad con el cual el gobierno asume sus compromisos.
Ténganlo por seguro. No se puede manipular a todos, todo el tiempo.
@jeanmaninat

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