EL PLEBISCITO
TRINO MARQUEZ
Los maduristas están tomando de
su propia medicina. Creían que podían introducir la democracia refrendaria y
plebiscitaria en la Constitución de 1999, sin que sus principios los afectaran.
Se aprovecharon de ellos aplicándolos hasta el cansancio cuando eran mayoría
electoral. Sabían que cualquier evento comicial que convocaran, ajustado o no a
derecho, lo ganarían porque contaban con el favor popular. Ahora que el pueblo
les ha dado la espalda, reniegan de esos postulados, invocan una legalidad
ficticia y se valen de esperpentos para desconocer la constitucionalidad del
plebiscito convocado por la oposición para el domingo 16 de julio. El remedio
les sabe a hiel.
La
Constitución de 1999 se elaboró a partir de algunos principios trazados en sus
líneas más gruesas por Hugo Chávez. Fue el comandante quien impuso la doctrina
de la democracia directa y protagónica, influido por algunos autores marxistas
y, sobre todo, neomarxistas que hablaban de la postdemocracia, la superación de
la democracia representativa y capitalista, el principio de la soberanía
popular, tan extendido en la modernidad alumbrada por el Iluminismo y la
Revolución Francesa. De esos pensadores, tal vez quien haya ejercido mayor
influencia sobre la recalentada mente de Chávez haya sido Tony Negri y su libro
El poder constituyente, publicado en
1994. Este texto se lo inyectó Chávez de forma intravenosa. Uno de sus
planteamientos centrales es que la enmohecida “democracia burguesa”, con sus
instituciones raídas, había que superarla para conectarse directamente con el
espíritu, los intereses y la voz del pueblo. La democracia capitalista se había
convertido en un ritual burocrático, perdiendo toda la carga subversiva que
había tenido. Esa energía trasformadora había que rescatarla de las garras de
las élites que la habían confiscado.
Encandilado por
las ideas de Negri, y en cierto modo de Ernesto Ceresole, en 1999 presionó a
los magistrados de la antigua Corte Suprema de Justicia para que aceptaran la
convocatoria por parte del Ejecutivo de la Asamblea Nacional Constituyente,
figura que no estaba contemplada en la Carta Magna de 1961. Vencida esta
resistencia inicial, luego forzó a sus
diputados en la Asamblea Constituyente para que, desde el Preámbulo de la nueva
Constitución, le dieran sustancia a la democracia participativa y protagónica. En la Carta del 99 había que
elevar la democracia a una nueva dimensión y la participación del pueblo, colocándolas
en un plano donde nunca antes la burguesía y las “cúpulas corruptas” la habían situado.
Uno de los
ladrillos de este andamiaje eran los referendos consultivos previstos en el Art.
71 de la CRBV, de los cuales se derivan, por analogía, los plebiscitos. Al
pueblo, sin mayores trámites engorrosos, había que consultarlo sobre materias
que fuesen de interés para la comunidad. Prohibido levantar alcabalas
insalvables. El procedimiento tenía que ser expedito. La voz del Pueblo es la
voz de Dios. La verdadera democracia es aquella conectada con la mayoría, sin importar
los riesgos que entrañe conocer su opinión.
Maduro
invirtió los términos de la ecuación. Ya no importa lo que piense la mayoría.
La soberanía popular estorba porque ahora lo importante es el poder de los fusiles y de la
burocracia judicial enquistada en el TSJ. La consulta popular y la voz del pueblo le producen náuseas. Ahora
resulta que el referendo popular fijado para el 16 de julio es ilegal e
inconstitucional. Se apoya en la opinión de cagatintas que, como debido a su
peso no pueden saltar la talanquera, se arrastran como serpientes cuando le
asoman un billete verde. Pronto veremos también a los juristas del horror,
integrantes de la Sala Constitucional, descalificando la consulta de julio.
Ante su
aislamiento, Maduro será capaz decir: lo que no pudimos
con el pueblo lo haremos con los militares y los paramilitares. Anda
enloquecido por el temor cerval que le produce la posibilidad de que el 16 de
julio se movilicen millones de venezolanos a estampar su firma contra la
constituyente comunal, con la cedula de identidad y un bolígrafo como únicas
armas. La decisión de la gente parece irreversible: esa constituyente
procubana, que eternizará al madurismo en el poder, sólo pasará aplastando la
voluntad y, a lo mejor, el cuerpo de la inmensa mayoría.
El cobarde asalto
el 5 de Julio a la Asamblea Nacional por
los criminales financiados por el régimen, demuestra el pánico que le tiene
Maduro a la voz de la gente. Tratará de disuadir a los firmantes inoculándoles
el miedo. De nada le servirá. Ese plebiscito es legítimo, constitucional,
democrático y, especialmente, necesario para demostrar el amor a la libertad de
los venezolanos. Nos vemos ese día.
@trinomarquezc
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