RAMON ESCOVAR LEÓN
PRODAVINCI
Rómulo Betancourt fue uno de los
estadistas más relevantes del siglo XX venezolano. Su contribución con
los cuarenta años de democracia es rotunda y fuera de discusión. Su
liderazgo fue determinante para derrotar el acoso castrista de la época.
Su vigorosa personalidad fue determinante en el proceso que se inicia a
partir del año 1958. Su calidad intelectual está fuera de discusión,
sobre todo por su obra, Venezuela, política y petróleo,
un texto fundamental en la bibliografía venezolana. Este es el
Betancourt que más admiro; en cambio, el que se alió con una logia
militar para alzarse el 18 de octubre de 1945 merece algunas reflexiones
críticas, que pretendo presentar en este artículo, sin menoscabo de su
figura señera y su talante de estadista.
Hay dos interpretaciones en relación
con lo sucedido el 18 de octubre: unos dicen que fue un “movimiento
cívico-militar”, justificado porque el gobierno no avanzaba en la
consagración del voto universal, directo y secreto; otros, que fue un
alzamiento militar clásico, como lo afirma la autorizada voz de Manuel
Caballero (Las crisis de la Venezuela contemporánea (1903-1992).
Caracas, Alfadil Ediciones, 2007, p. 103). Para los primeros, estaba
justificado el golpe porque había que acelerar la democratización del
sufragio; para los segundos, se trata de un cuartelazo que coloca a los
militares como los verdaderos árbitros del juego político, tal como se
evidenció el 24 de noviembre de 1948, con el golpe que derrocó al gran
novelista Rómulo Gallegos.
En todo caso, el mismo Caballero
señala que tanto “revolución” como cuartelazo son un falso dilema porque
“una cosa es el suceso del 18 de octubre, y otra el proceso, el
trienio, que arrancó en esa fecha”. (Rómulo Betancourt, político de nación.
Caracas, Alfadil, 2004, p.225). Es decir, el gobierno nace de un golpe y
luego desarrolla unas políticas que, si bien pretendieron echar las
bases de la futura democracia, se mantuvieron mientras los militares
apoyaron a los civiles.
Betancourt había predicado la tesis
de un gobierno civil producto del voto universal, directo y secreto.
Pero no se ajustó a este postulado porque cuando tuvo la oportunidad de
precipitar su llegada al poder por medio de un golpe militar, la
aprovechó sin vacilar.
El antecedente remoto del 18 de
octubre de 1945 fue el 24 de enero de 1848 cuando el general José Tadeo
Monagas asalta al Congreso, y de esa manera se establece la regla de que
la fuerza de las bayonetas está por encima de la legalidad, lo que
queda plasmado en su frase: “La constitución sirve para todo”.
Una de las primeras y más
cuestionadas medidas de la junta “revolucionaria”, presidida por
Betancourt, fue la creación de un Jurado de Responsabilidad Civil y
Administrativa, supuestamente diseñado para combatir la corrupción, pero
que se usó, más bien, para perseguir a los generales Eleazar López
Contreras e Isaías Medina, y demás rivales políticos, como Arturo Uslar
Pietri, por ejemplo. Este periodo quedó signado por el sectarismo de AD,
y la intolerancia. La figura del “cabillero” es una referencia de la
violencia de la época.
López Contreras aflojó las amarras
del gomecismo, permitió progresivamente la discrepancia política y luego
de la multitudinaria marcha del 14 de febrero de 1936, encabezada por
el Rector de la Universidad Central de Venezuela, Francisco Antonio
Rísquez y por Jóvito Villaba, dio muestras de amplitud. El general de
“tres soles” atendió a los manifestantes, sustituyó a los gomecistas e
inicio un inapelable proceso de apertura política, al amparo de su lema
“calma y cordura”. López Contreras sucedió a Gómez de acuerdo con la
Constitución gomecista de 1931 que fue reformada en 1936, la cual rebajó
el periodo presidencial de 7 a 5 años, y López se sometió al periodo
más corto.
A lo anterior se añade su gesto histórico y moral de haber recibido en el año 1939 a los 251 judíos que llegaron a Venezuela −huyendo del nazismo−
en los buques Caribia y Königstein. Aquí cabe preguntar: ¿cómo se puede
justificar que un hombre de ese reconocimiento histórico pueda haber
sido expulsado y perseguido en su país? Esto queda como una acusación
indeleble, nunca explicada satisfactoriamente, contra el llamado
“trienio”. Tal vez por esto, y a título de desagravio, luego de la
Constitución de 1961 que consagró la figura del senador vitalicio, se
incorporó al general de “tres soles” al senado en la señalada condición.
Los militares que se alzaron contra
el presidente Isaías Medina encontraban su justificación en el conflicto
que mantenían con los viejos generales gomecistas, sin formación
académica sino curtidos en el fragor de las montoneras y en el
sometimiento de los caudillos. Habían luchado en la restauradora y en la libertadora.
Se les conocía como los “chopo de piedra” que no querían ceder sus
beneficios adquiridos a través de las batallas y de la lealtad a Gómez.
Había otro grupo de militares, los jóvenes que se formaron en reconocidas academias militares, como Chorrillos en Perú y West Point
en los Estados Unidos. Este grupo de militares estaba integrado por los
llamados “plumarios”, entre ellos: Marcos Pérez Jiménez, Luis Felipe
Llovera Páez, los hermanos Julio César y Mario Vargas y Carlos Delgado
Chalbaud, este último educado en Francia e hijo de Román Delgado
Chalbaud. El objetivo de este grupo de militares era arrebatarle a los
“chopos de piedra” el control del ejército y obtener mejores condiciones
económicas.
Los conspiradores de Acción
Democrática son Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Gonzalo Barrios y Luis
Beltrán Prieto Figueroa. La dirigencia del partido había mantenido en
secreto sus contactos con el grupo militar. El enlace entre los adecos y
los “plumarios”, lo hizo el doctor Edmundo Fernández, quien luego
integró la junta de gobierno. Ningún otro adeco estaba al tanto de la
conspiración que se tramaba. Con esta conspiración, nació el sectarismo
adeco de la época, al punto de no informar al resto de la dirigencia del
partido. En este sentido, según un testimonio de primera mano, luego
del golpe militar, Octavio Lepage −líder de la juventud adeca en ese momento−
pretendió organizar un grupo para defender al gobierno de Medina hasta
que fue informado de que su partido era parte del golpe.
De esa manera, el grupo militar
buscaba controlar al ejército; y el grupo civil buscaba convertir a AD
en un partido hegemónico, impulsar el voto universal y, se debe
reconocer, echar las bases de la futura democracia. Los militares a lo
suyo; los civiles a construir un gran partido de masas y a introducir
los cambios revolucionarios ofrecidos básicamente en el Plan de Barranquilla.
Comenzó así lo que los militantes y simpatizantes de AD llaman “la
revolución de octubre”. Persecución, intolerancia y sectarismo
contribuyeron con lo que fue el fracaso de esa alianza: el golpe de
Estado del 24 de noviembre de 1948 contra el presidente Rómulo Gallegos y
AD. El “partido del pueblo” se le hizo incómodo al sector militar
debido al enorme sectarismo.
En este segundo golpe, el jefe del
Estado Mayor General, teniente coronel Marcos Pérez Jiménez, impartió
las órdenes a las guarniciones desde un teléfono. Por eso se ha dicho
que fue “un acto telefónico” que demostró que ya los jóvenes militares
tenían el control del ejército. El grupo civil había sido utilizado y
los lanzaron al destierro y a la persecución ¡Buena reflexión para la
historia!Desde luego que puede decirse que durante el “trienio adeco” hubo avances en materia petrolera (inspirados en Juan Pablo Pérez Alfonso), el plan de alfabetización, posiciones encomiables en materia de política exterior, como el voto a favor de la creación del Estado de Israel, el impulso y consagración de la reforma electoral para establecer el voto universal. Pero todo esto se habría podido hacer más adelante si no se hubiera derrocado al general Isaías Medina, porque su gobierno iba en la dirección de establecer el sufragio universal e implantar las reformas sociales. Asimismo, Isaías Medina impulsaba la transición hacia un gobierno civil, como se evidencia de la frustrada candidatura de Diógenes Escalante, que había sido aceptada por Rómulo Betancourt.
El 18 de octubre no es la fecha en la que se inicia el poder civil en Venezuela, sino la fecha en la que se ratifica el tutelaje militar y en la que se interrumpe la transición pacífica hacia el poder civil. Ese proceso nació de un golpe y terminó de la misma manera el 24 de noviembre de 1948. Apelar a los militares para cambiar el rumbo de la política fue el error de lo ocurrido el 18 de octubre.
Por fortuna, los errores cometidos, así como la amplia actividad intelectual y partidista de Rómulo Betancourt, lo hicieron madurar y afinar su intuición política, la cual mostró a partir de 1958, hasta convertirse en Estadista (así, con mayúsculas).
Igualmente, hay que destacar el talante de estadista que luego mostró el presidente Raúl Leoni, al dirigir un gobierno hacia la paz y la consolidación de la democracia. Lo mismo se puede decir de Gonzalo Barrios y Luis Beltrán Prieto Figueroa, figuras estelares de la época de los gobiernos civiles.
La lección del 18 de octubre de 1945 es clara: la alianza entre el sector civil y militar debe ser solo para apuntalar los principios de la democracia y para defender la libertad. No es una fecha para celebrar sino para reflexionar.
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