viernes, 5 de octubre de 2018

Fascismo
Eduardo Fernandez


Hoy quiero hacer una crónica sobre otro libro de mucho impacto en la opinión pública norteamericana y mundial. Se trata del libro de Madeleine Albright titulado Fascismo, una advertencia.


La semana pasada escribí un breve comentario sobre el libro de Bob Woodward llamado Miedo. Hoy quiero hacer una crónica sobre otro libro de mucho impacto en la opinión pública norteamericana y mundial. Se trata del libro de Madeleine Albright titulado Fascismo, una advertencia.

Madeleine Albright fue secretaria de Estado de los Estados Unidos de América en la administración del Presidente Bill Clinton entre 1997 y 2001. También fue embajadora de su país ante las Naciones Unidas. Como secretaria de Estado vino dos veces a Venezuela en visita oficial. En una de esas ocasiones tuve el honor de conocerla personalmente y luego coincidimos en un panel que ella moderó en la Convención Nacional del Partido Demócrata en la ciudad de Boston.

Albright dedica el capítulo 10 de su libro al caso venezolano. Cuenta de una manera muy amena sus conversaciones con Hugo Chávez y describe con gran inteligencia las causas por las cuales, según su opinión, Chávez llegó al poder y el modo en el que progresivamente se fue afianzando un modelo fascista, denominado por sus líderes como socialista y por muchos de sus detractores como comunista.

Además de proporcionar una visión general de las carreras de los dos líderes más representativos del fascismo en el siglo pasado, Benito Mussolini y Adolfo Hitler, Albright analiza las tendencias de líderes más contemporáneas como Hugo Chávez de Venezuela, Recep Erdogan de Turquía, Viktor Orban de Hungría y Vladimir Putin de Rusia. La autora nos da sabios consejos en tiempos peligrosos.

El siglo XX se define por el choque entre la democracia y el fascismo, una lucha en la que estuvo en juego la supervivencia de la libertad humana y que dejó millones de muertos. Visto el horror de aquella experiencia, cabría esperar que el mundo rechazara a los sucesores espirituales de Hitler y de Mussolini. Sin embargo, como lo afirma una sentencia que figura en el frontispicio de uno de los principales edificios públicos de Washington, “la libertad es eterna vigilancia” y hoy, en nuestro mundo, son demasiados los síntomas que indican que la cultura del fascismo sigue viva y que incluso, en el país de adopción de la señora Albright, aparecen tendencias preocupantes.

Madeleine Albright tiene una gran autoridad para hablar acerca de estos temas basada en su propia experiencia personal. Nació en Praga, Checoslovaquia, justo en vísperas de la invasión nacional socialista, sufrió los horrores del nazismo, conoció de cerca el fascismo italiano y luego le correspondió sufrir la tragedia del comunismo que, en definitiva, representa una forma de organización política muy similar al fascismo.

Todos los que creemos en la libertad, en la democracia y en el respeto a los derechos humanos haremos bien en leernos ese libro.

Seguiremos conversando.

Eduardo Fernández

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