¿Es posible una nueva conducción política en la oposición democrática?
Gonzalo Gonzalez
Semana horrenda para el régimen. Su aislamiento internacional
sufrió una escalada de tal magnitud que puede reseñarse cómo un verdadero
cambio de calidad en ese ámbito. Esos notorios avances son insuficientes si no
van acompañados de una intensa presión interna, de una movilización nacional
unitaria político-social expresión cabal del deseo de cambio que anida en la
sociedad.
El asunto es que para que sea posible esa presión interna es
necesaria la existencia de una conducción política unitaria, de una política y
una estrategia para enfrentar a la dictadura. Y por ahora, la actual dirigencia
democrática no parece tener la voluntad política para construir los acuerdos
necesarios en esa dirección. Estamos en presencia de una crisis de
representatividad de la dirigencia democrática y en ausencia de una alternativa
que capitalice el deseo y la necesidad de cambio que anida en más del 80% de la
sociedad.
Es difícil aceptar que el vacío de conducción política perdure,
los mismos en política suelen no sostenerse; además la crisis y el rechazo nacional al régimen
demandan una alternativa de poder.
Hay señales de que se puede estár gestando una nueva
conducción política capaz de llenar la ausencia a la cual nos referimos. La
interrogante es de dónde provendrá la misma. Asunto al cual trataremos a
continuación de responder sin pretender ser exhaustivos en nuestras
consideraciones (la necesaria brevedad de un artículo no lo permite) y acotando
que las hipótesis a desarrollar no son excluyentes entre ellas más bien pueden
resultar convergentes.
De los partidos democráticos, en sectores juveniles de los
mismos hay una preocupación por la falta de orientación política y resienten
también la ausencia de una amplia convergencia democrática para enfrentar al
oficialismo en las nuevas condiciones planteadas. De hecho algunos sectores
juveniles han venido coincidiendo en
acciones políticas concertadas. Algo parecido ocurrió en la lucha contra
Pérez Jiménez, ante la ausencia de acuerdo entre los principales dirigentes,
los nuevos cuadros facilitaron por la base y en la acción acuerdos unitarios.
En el país se está escenificando una creciente conflictividad
social que agrupa y moviliza diversos sectores sociales y a muchas causas y
reivindicaciones. Esa conflictividad y su articulación van a escalar y a
politizarse porque no hay propósito de rectificación y enmienda de parte del
oficialismo. Ese movimiento está generando un liderazgo que tendera a
convertirse en nacional.
En el propio chavismo el descontento y la disidencia vienen
aumentando por variadas razones que van desde el temor a la irrelevancia
política, la destrucción de la marca Chávez, la convicción de que la
ingobernabilidad es un escenario cada vez más probable y porque se sienten
también afectados por la crisis socio-económica y sus efectos. Ese descontento
con el Gobierno y su gestión se está materializando en disidencia organizada.
Recientes anuncios provenientes de fuentes gubernamentales
reseñan la detención de numerosos oficiales de la FAN acusados de conspirar
contra el Gobierno, esas informaciones demuestran que hay descontento en el
sector castrense y no podía ser otra manera. Los militares y su entorno no son
ajenos a la situación país ni inmunes a los efectos de la crisis. También
perciben la proximidad de una situación de ingobernabilidad, son cada vez más
conscientes de que el Gobierno no defiende los reales intereses nacionales, que
los costos pretorianismo son cada vez
más altos para la institución, que el cierre de las vías institucionales acerca las posibilidades
de una guerra civil y las amenazas de
una (por ahora, improbable) intervención extranjera tiene que preocuparles. Como se ve hay suficientes
motivos para que haya descontento en la FAN. ¿Cómo se va expresar y
materializar el mismo? Es una interrogante de primer orden.
Caracas, 2 de octubre de 2018
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