LAS TAREAS Y LOS DÍAS
FERNANDO RODRIGUEZ
Toda estrategia tiene que tener un fin y
un itinerario para su realización. Que no es solo su término, sino el
objetivo con que se ejecutan un conjunto de acciones, cuyo valor viene
dado por su contribución a realizarlo. Pero a su vez, dado que ese
conjunto de objetivos parciales posen valores en sí mismos, pueden
entrar en un juego muy complejo con su finalidad última. Y quizás esa
armonía sea uno de los grandes retos de la política. Un ejemplo de esa
complejidad: la presión victoriosa que obtiene la libertad de una
cantidad significativa de presos políticos, siempre inevitablemente
loable, pudiese también vender una imagen más amable del tiranuelo en la
esfera internacional y hacer algo más dificultosa su ansiada
liquidación. Cuestión de tiempos y circunstancias y de pupilas atentas.
Esas dificultades las trajo al mundo un griego llamado Aristóteles cuyo
pensamiento ha vivido milenios.
Por ejemplo, yo creo que hay bastante
consenso en el plural, conflictivo y congelado mundo opositor
venezolano en que salir a la mayor brevedad posible de este gobierno
debe ser la finalidad de todas nuestras ejecutorias políticas. Que sin
eso no hay vida verdadera, ahora ausente. Ahora bien, no todos los
caminos conducen a Roma, no todos los pasos estratégicos postulados por
unos y otros nos van a llevar a esa ansiada “salida”. Y allí se generan
las fisuras mayores que, de paso, deterioran la posibilidad de congregar
la mayor cantidad de fuerzas, la unidad. En su sentido más general,
decía yo en un artículo anterior, esa división se podría simplificar en
dos bandos: los que creen que hay que derrocar a Maduro para hacer
elecciones democráticas y los que piensan que hay que negociar con
Maduro esas elecciones. De allí se infiere que los primeros creen en una
salida más o menos violenta, y los segundos, en alguna forma de
transacción, de toma y dame. Los de la salida brusca piensan en
intervenciones extranjeras, golpes de Estado, insurrecciones populares,
renuncia forzada… los otros, básicamente en canjear elecciones prontas y
limpias por cierta lenidad transicional con los inmensos pecados de los
truhanes.
Pero se diría que el desenlace de
esta tragedia venezolana no se ve nada claro por esas rutas, y alguna
otra que a usted se le ocurra. Hoy, a comienzos de octubre de 2018, le
dejo noviembre a los videntes. Por eso yo diría que más que insistir en
debatir sobre el conflictivo desenlace y sus maneras de hacerlo, el fin
final decía Aristóteles, pudiésemos pensar en esos fines intermedios que
son muy importantes y en los que es más fácil coincidir. Por ejemplo,
los atropellos económicos de las medidas recientes. Poner el ojo en el
alza de la gasolina y el transporte. En la migración o la salud o los
precios desbocados o la educación prostituida o los presos de
conciencia... tratar de cohesionar y potenciar las protestas hasta ahora
muchas pero diseminadas e ineficaces, es decir, recuperar plenamente la
calle. Y no hay que tener mucha imaginación para encontrar otros temas y
pesadumbres en este país donde ya nada funciona y cuesta demasiado
vivir.
Merleau-Ponty, ese filósofo que
pensaba que aun los más abstractos conceptos se incubaban en la vida
vivida, insistía enfáticamente en que la unificación de las fuerzas de
cambio no se da por compartir una creciente miseria, no creía que
empeorando las cosas se terminarían por abrir las puertas grandes de la
rebelión. Antes, por el contrario, las victorias, aun parciales y
modestas, eran las que podían convencer de las virtudes y la eficacia de
unificar las causas. Amén de que van creando una memoria y una
afectividad compartidas que incitan a los pasos siguientes. Y refuerzan
la tenacidad y el valor de los que combaten por la libertad.
Algo así como una culpa se aposenta
en nosotros todos, a pesar de los esfuerzos y sacrificios de tantos, por
no haber encontrado la posibilidad de redención del país, de alcanzar a
expulsar una cáfila de truhanes, hace ya un buen rato minoritaria. ¿No
será hora de encontrar lo esencial y desechar definitivamente lo pequeño
y mezquino? ¿No será la hora de los grandes gestos, de la generosidad y
el olvido del pedazo de queso de cada ratón?
No hay comentarios:
Publicar un comentario